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domingo, 14 de septiembre de 2014

DICOTOMIA

  En la esquina de la facultad, un grupo de indigentes, mendigaban a los transeúntes. Lo llamativo era que, uno de ellos, pedía un volumen de Nietzsche para terminar su tesis, y otro, solicitaba un libro de anatomía, podía ser de Grey o de Rouviere.
  Perturbada, la gente se alejaba del lugar, sin poder discernir si ,en este caso, la copa estaba medio llena o medio vacía.

domingo, 31 de agosto de 2014

Las Flores (Cuento)



-Ahí viene el viejo, otra vez.
-Sí, es perseverante.
La figura avanzaba con lentitud, perpetuándose en la distancia eterna de los días comunes, del vapor que emanaba de la tierra reseca, del viento que lamía el polvo como un ciclo interminable.
El levantador de quiniela miró a la mujer, frente a él, aguardando. Ella, sin percatarse de ello, observaba a lo lejos, por sobre su cabeza.
Las copas de los árboles de la vereda, se henchían del aire tórrido del valle muerto. Los cerros, cercanos a simple vista, pero en realidad distantes, amedrentaban al pequeño pueblo cordillerano. En el fondo de la casa, las gallinas batían alas, haciendo bullicio y disputándose un gusano famélico.
La tierra, que se arremolinaba, desdibujaba al viejo. Encorvado, empujando la carretilla rebosante de estiércol.
 El levantador de quiniela, mordió el polvo que tenía entre sus dientes. Escupió en la zanja, que corría paralela a la vereda, observando como el salivazo se hundía, para luego reaparecer y tomar el rumbo del agua sucia (pasando por debajo del tablón que unía la vereda con la calle polvorienta) y siguiendo entre ondas de espuma de detergente.
El morocho escupió en la zanja y Beatriz lo miró asqueada, inmóvil sobre el tablón que unía la calle con la vereda.
-Ahí viene el viejo, otra vez- notó ella.
-Sí, es perseverante- reconoció él.
-Me parece que hoy, sale el ochenta y uno.
Beatriz, paseó la mirada alrededor, tratando de ver más allá de las casas de techos pálidos, de la nube de polvo y del levantador de quiniela que la observaba, aguardando a que le dictara el número.
-Usted, ¿no lo huele? Hace años que no se sentía, en el aire, este olor a flores.
Volvió a centrar su atención en el hombre de la bicicleta, que olisqueaba el viento, intentando captar alguna fragancia.
-La verdad, que no. Pero, puede venir del otro lado de los cerros, dónde hay un manantial. Acá, rara vez crece una flor.
Ella, impaciente porque se marchara con su vaho a colonia barata y cigarrillos, le dictó la cifra, que el morocho apuntó en su libreta.
-Juégueme el novecientos ochenta y uno, como usted ya sabe, pero pase a cobrar más tarde, que mi marido no me dejó plata.
-Bué…Hasta luego, entonces.
La bicicleta desvencijada se perdió en una calle adyacente, silbando bajito. Beatriz se demoró en la vereda, esperando el paso del viejo. Desgarbado, la barba y el cabello gris, el sombrero calado a mitad de la frente, los ojos en penumbras. Se apiadó del anciano, de su soledad y su demencia, aspirando el perfume que llegaba de alguna parte, que no podía ver.                                                                                                    Los pozos y las piedras de la calle, no facilitaban su tarea, saboteando su propósito. Se aferraba, con vehemencia, a la ilusión de agraciar el pie del cerro con flores. Ahí, donde estaba sepultada su esposa. Habían transcurrido tantos años desde esa fatídica semana, en la que se ausentó por un viaje de negocios, que ya no sabía cuál era el lugar exacto. Tratando de recordar, había removido rocas y matas de pasto reseco. Aquella noche, con la intensa nevada; la conmoción por encontrar a su mujer muerta, azul por el frío; la desesperación y las lágrimas; no había tenido en cuenta el lugar al cavar y depositar su cuerpo entre las rocas y la nieve, que había removido con sus manos congeladas.
Ahora, el pie del cerro se estaba engalanando, como homenaje y como penitencia, pensaba, mientras la rueda de hierro se trababa en la tierra maldita, que quería detenerlo, y el olor del abono le saturaba las fosas nasales.
De manera fugaz, vio a una mujer delgada, parada en la entrada de su casa. Seguía su paso, con ojos piadosos. Quizás lo creyera loco, al igual del cuidador de caballos, que lo dejaba recoger la bosta sin decir una palabra. Tal vez, ya era tiempo de advertirles. Debían mudar sus hogares, huir, antes de que fuera tarde. Las flores avanzarían por el camino rocoso, apoderándose de la tierra, cubriendo las casas, saturando el aire con sus perfumes fuertes, sofocando a los hombres y a los animales. El polen se esparciría sobre los techos y sería el fin de la locura. Podría acostarse sobre tallos y ejércitos de  hormigas, iniciando un viaje sin regreso hasta el regazo de su esposa, dónde imploraría su perdón, entre el llanto y las caricias.
Tomó el empinado sendero hacia su cabaña, en la cara opuesta del cerro. El viento que rodaba por la ladera, traía fragancias y pétalos, como mariposas, que fueron a posarse sobre sus huellas, besándolas.


  BREVE

Tuve un sueño. Soñé que no podía soñar. ¿Cómo fue, entonces, que eso pudo pasar? ¡Porque es solo un sueño! ¡Sé que soy capaz de soñar! Sin embargo, por más que lo intento, no consigo conciliar el sueño. De repente, me doy cuenta de la verdad. ¡Esta no es la realidad! Es solo un sueño, donde sueño que cuento un sueño, en el que sueño que no soy capaz de soñar.







EL ULTIMO ESPEJO                                                                                                              El lúgubre silencio de la casa, estremece. Oculto detrás de la cortina del baño, temblando de frío, Omar no reúne el valor necesario para salir. Hace rato que la última gota cayó de la regadera y se estrelló a sus pies. Envuelto en una toalla húmeda, intenta recordar cómo fue que se animó a entrar y a ducharse. En las demás habitaciones, ya no hay peligro. Hizo quitar todos los espejos. Pero, en el baño, a ese espejo empotrado en la pared, no hubo quién pudiera arrancarlo. Desde que se acabó el agua caliente, viene retrasando lo inevitable. Cierra los ojos, asustado, y contiene un quejido. No quiere que lo escuchen gimotear. Repasa mentalmente, los detalles de lo que debe hacer. Descorrer la cortina de un solo movimiento, abandonar la ducha y alcanzar la puerta en un par de zancadas. Y sobre todo, pase lo que pase, no apartar la vista de la salida. Simple, preciso y factible. Inspira profundo, con el corazón palpitante. Luego de una breve cuenta regresiva, pasa a la acción. De un abrupto tirón, corre la cortina plástica, casi arrancándola. Salta de la ducha y su pie resbala en el piso húmedo, pero consigue mantener el equilibrio y evita golpearse contra el lavabo. Caerse hubiera resultado fatal; quedar así a su merced. De otro tranco, gana la puerta, saliendo y cerrando a sus espaldas. Aliviado, en su cuarto, termina de secarse con otra toalla, recuperando la compostura. Se mete en la cama. No puede quitarse de la cabeza, la fugaz visión del espejo que captó con el rabillo del ojo. Aún están ahí, enajenados, atrapados. Apaga la luz, cobijándose. Mañana, piensa, será otro día.

miércoles, 25 de junio de 2014

MABEL VIENE A CENAR


Jorge se afeita la barba del día, procurando no cortarse. Sus ojos cansados, por la jornada laboral, controlan la tarea desde el reflejo del espejo. La maquinita de afeitar, va dejando surcos anchos en su mejilla, cubierta de espuma. Recuerda vagamente el día en que su padre le enseñó a afeitarse. Piensa en él bastante seguido, últimamente. Está seguro de que no aprobaría lo que hace, de ninguna manera. Con su madre, sería distinto, siempre lo fue. Pero, a su padre, también le debe el oficio, reconoce, mientras se enjuaga la cara. Sin su adoctrinamiento, hoy, no tendría el taller mecánico. Era un hombre duro, riguroso. Nada que ver con su madre, que cubrió la cuota de afecto que él no le prodigaba. Quizás, a ella, le hubiera gustado que formara una familia, que tuviera hijos. Pero él, bueno, él era así. Se seca la cara y comienza a maquillarse. Desde chico se codeó con hombres toscos, brutos y fuertes. Actualmente lo hace, no han cambiado mucho, con el tiempo, los mecánicos. A veces, en los autos que repara, encuentra alguna pintura de uñas bajo el asiento, un aro, una pulsera. Los va atesorando, para realzar su belleza. Paulatinamente, Mabel se presenta ante sus ojos. De labios rojos, pestañas largas, peluca rubia y rubor en las mejillas. Sale del baño, se para frente al espejo de la sala y aprecia su vestido y sus zapatos de taco alto. Sonríe, plenamente feliz..
-Estas hermosa...- dice Jorge.
-Como siempre- completa la frase Mabel.

martes, 24 de junio de 2014

MAMUSHKA (CUENTO)


Es de noche, está oscuro, y Manuela se despierta con un grito, desgañitándose. El pulso acelerado, sudada, confundida. Le cuesta apartar la sensación de espanto que la envuelve, como una mortaja. No puede contener las lágrimas y llora en silencio, mientras la angustia que experimenta, le cierra la garganta. Paulatinamente, recobra la calma. A pesar de la penumbra, reconoce su habitación y a sus objetos. Está a punto de encender la luz del velador, pero se detiene, para no importunar a su esposo, que duerme a su lado. Consulta en su reloj la hora. Las cuatro de la mañana. No consigue recordar la pesadilla, pero aún, siente un estremecimiento. Sus ojos se acostumbran a la falta de luz y observa a su esposo, avergonzada. Imagina cómo debe haber sonado su grito en el silencio del cuarto y, sin embargo, él parece no haberlo notado. Duerme de costado, dándole la espalda. Lo llama, para disculparse, pero no responde. Vuelve a intentarlo, con dulzura, pero es en vano, su sueño es demasiado profundo. Como una revelación, la pesadilla acude a su mente con claridad. El miedo clava sus garras heladas y filosas sobre ella. Enciende la luz y lo llama, alarmada. El sigue quieto, de lado, tendido junto a ella, dándole la espalda. Grita su nombre y lo sacude con fuerza. En sus ojos, brotan las lágrimas, mientras lo zamarrea, inútilmente.
 Es de noche, está oscuro, y Manuela se despierta con un grito, desgañitándose. 

miércoles, 18 de junio de 2014

Agustín Zenón Aguirre "El Ventarrón" (Cuento)



No todos conocen la historia de Agustín Zenón Aguirre, hijo de acaudalados colonos de la zona de Villa Eloísa, provincia de Santa Fé. Apodado "El Ventarrón" desde aquella trágica noche, en la que fue a pedir la mano de su novia, Catalina Asunción Valdeviejo. 
Agustín era un muchacho robusto, criado con los mejores modales y dedicado al trabajo rudo desde pequeño. Contaba con pocos amigos, era demasiado serio y reservado para los jóvenes del pueblo. Era el segundo de cinco hermanos e iba a ser el primero en comprometerse. Mientras aguardaba la hora de acudir a la cita, preparaba su atuendo y soñaba despierto,contemplando los anillos dorados, que había encargado al joyero. 
Pronto la noche cayó sobre esa parte del mundo y, Agustín Zenón, se presentó con puntualidad en la casa de sus futuros suegros.La estancia estaba solemnemente iluminada y se le había dado franco a los peones. Los Valdeviejo, padre y madre, lo recibieron con una cálida sonrisa. Estrechó con fuerza la mano callosa de Victorio Valdeviejo y le entregó una caja de bombones a la señora, junto con un beso en la mejilla. Acarameladas fueron las miradas, que se prodigaron por encima del ramo de flores, Catalina y Agustín, sin decir una palabra.
La cena transcurrió en un incómodo silencio. Todos lo adjudicaron a los nervios y a la expectativa. Catalina, en osados raptos de coraje, elevaba la vista de su plato y miraba a su novio fijamente a los ojos. Cada vez más ansioso, luego del lechón deshuesado con salsa de ciruelas y el jugo de naranjas exprimido, Agustín sintió que algo no andaba bien dentro suyo. Ya en el living, tomaron un café con masas y entre sonrisas, el muchacho aprovechó para pedir la mano de Catalina. Mientras Victorio reconocía los méritos que había hecho para merecer el privilegio, Agustín comenzó a adquirir otros colores. Un matiz rojo intenso cubrió su cara y un sudor pegajoso le perló la frente. Agarrotado en un rincón del sillón, emitió un gemido inaudible.
-Me encantaría ver los anillos- solicitó su futura suegra.
De ninguna manera, podía negarse. Al moverse para sacarlos de su bolsillo, no pudo contener la erupción que bramaba dentro suyo. Atronó en el sillón, el enigma de sus entrañas, dejándolos a todos perplejos. Consternada, y algo despeinada, Estela Valdeviejo lanzó un grito de horror, mientras el avergonzado pretendiente, se ponía de pie y huía como una saeta.
Corrió campo adentro, perdiéndose en el sembrado. Nunca nadie volvió a saber de él. Catalina Asunción aún conserva los anillos, aguardando su regreso, aunque se comenta que los Valdeviejo, no estarían dispuestos a perdonarlo.



jueves, 12 de junio de 2014

"PERDIDA" Cuento.

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Con todos los sentidos alertas, la cucaracha avanzaba en la oscuridad. Percibía una corriente de aire filtrándose por algún lugar. Resbalando en la superficie húmeda y confiando en su instinto, continuó con tenacidad. Cuando atisbó la salida, depositó todas sus energías para lograr el objetivo. Le resultaba ardua la tarea, nerviosa por un estruendo desconocido y por sentirse sofocada y prisionera. Al fin, cuando sus patas delanteras alcanzaron la salida circular, pudo apreciar con extrañeza la multitud que había aguardado su aparición. Cientos de personas, sentadas, expectantes. Y lo esperado sucedió. El instrumento de viento dio la nota que cerraba el concierto y la cucaracha cayó al escenario, siendo aplastada por un violinista, entre los fervorosos aplausos del público.


sábado, 7 de junio de 2014

Cuento "Lo mataron los celos"

  
LO MATARON LOS CELOS.

-Lo mataron- dije yo.
-Sí, los celos lo mataron- arriesgó ella.
Nos miramos, de pie junto al amor, que yacía en el suelo. Los oficiales habían trazado una línea a su alrededor y, ahora, se ocupaban de interrogar a los vecinos.
-Tenemos que encontrar a los culpables.
Estuve de acuerdo, mirando como los fotógrafos forenses, plasmaban el rigor mortis en la película de sus cámaras. Al culminar su trabajo, el médico policial, ordenó remover el cuerpo sin demora.
-¿La causa del deceso?- le pregunté.
-Murió de asfixia.
Los paramédicos metieron al difunto en una bolsa negra y lo cargaron en una camilla. Me acerqué a un oficial, que entraba en ese momento.
-¿Algunas pista? ¿Quién pudo sofocarlo así?
-Según los testimonios, estaba en medio de una relación conflictiva...
-Los celos, te lo dije- recordó ella.
-Ok, es mejor que organicemos una búsqueda en los alrededores. Si fueron los celos, no pueden estar muy lejos.
El oficial asintió, transmitiendo mis órdenes. Antes de abandonar la escena del crimen, me detuve frente a un espejo para acicalarme. Ella, muy pegada a mí, sintió curiosidad por mi comportamiento.
-¿Para qué, te estás arreglando tanto?
-Presiento que andan cerca y esto va a ser breve. Hoy espero terminar temprano.
Continué hacia la salida. Ella, que me seguía, murmuró entre dientes:
-Ni sueñes. De acá, nos vamos derechito para casa.


miércoles, 4 de junio de 2014

Cuento "Noche de verano"



 




                                                        NOCHE DE VERANO

El Diablo, en cuclillas en el atril de mi ventana, se lamía las garras y me miraba con sus ojos horrorosos. Era una agobiante noche de verano...
Tendido sobre sábanas sudadas, con la vista fija en las aspas del ventilador de techo, que apenas se movían, escuchaba los sonidos provenientes del monte. No podía conciliar el sueño, ni dejar de pensar en ella.
Como todas las tardes, al volver de la tala sobre la carrera, podía verla limpiando en la casa del intendente. Ataviada con un delantal blanco, que le había dado la patrona, barría la entrada moviéndose con gracia. Sus labios carnosos tarareaban una melodía; sus cabellos, azabaches, desperdigaban su aroma a jazmín en el viento; su joven figura, se entreveía por la traslúcida tela de la prenda. Solo una vez, al paso de los trabajadores, había levantado la cabeza y pudimos mantener contacto visual. Desde entonces, quedé prendado de sus ojos. Me dijeron que su nombre era Ana y, día tras día, se volvió el propósito de mi jornada. Pero en las noches, al evocar su recuerdo, me asaltaban estados febriles y me obnubilaba el deseo carnal. Fue entonces, que se apareció el Diablo, que entiende mejor que nadie de carne atormentada y húmedos anhelos. Gozando el momento, aguardaba una respuesta de mi parte, rechinando sus dientes amarillos.
-¿Y? -bramó- ¿Se vende o no se vende ese alma?
Acaso, ¿tenía más opciones?. Acepté su propuesta e intercambié mi esencia inmortal por el desahogo febril de mi tormento.
-Hecho- rubricó El Caído- Tuya es, y será, en esta vida.
Luego, una ráfaga de aire caliente se lo llevó.
Solo, en silencio, me quedé en la oscuridad hasta escuchar unos pasos acercarse por el pasillo. Unos golpes ,suaves, sonaron en la puerta de madera y el perfume a jazmín me embriagó.
Entonces, con el corazón palpitante, me levanté, fui y abrí.

" Segunda " Cuento.

                                                                     



                                                             SEGUNDA

Amiga, esta vez, la segunda vas a ser vos. Nos conocemos de chiquitas y, estarás de acuerdo conmigo. a mí siempre me tocó lo peor. Desde que, en la primaria, saliste con ese chico que tanto me gustaba o, en secundaria, cuando sacabas las mejores notas. Mi encono fue creciendo con tu primer lugar en aquél concurso de belleza, con tu marido adinerado, tu brillante carrera y tus hijos perfectos. Esta vez, yo voy primera, te lo aseguro. Nadie me va a extrañar, si a nadie tengo. Solo a mis gatos y el televisor, a quienes dediqué estos últimos años de mi vida. Porque de eso estoy hablando, de vida y de muerte. Espero que cuando leas la nota que te dejé, te retuerzas de remordimiento. Mala amiga, segunda vas a ser esta vez. Estoy con el agua hasta el cuello en la bañera, mirando Crónica TV, mientras espero que el frasco de pastillas que me tomé haga su efecto. Es tan inmenso mi rencor hacia vos, que ni siquiera barajé otras posibilidades. Me regocija imaginar que cuando te enteres, sea tarde y no puedas aventajarme por una vez. Este último tiempo, solo encontré consuelo en la desgracia ajena. Un sinfín de tragedias que, canal tras canal, manipulo a placer desde mi control remoto. Ya siento que el cuerpo se me está adormeciendo y no me responde. Me voy resbalando con suavidad. Lo inevitable está por suceder y aunque se me nubla la vista, doy un respingo cuando te veo, en vivo y en directo, rodeada de bomberos en la panamericana, a pocos kilómetros del country en dónde vivís. Entre todos, intentan lo imposible, arrancarte de entre los hierros retorcidos de tu flamante coche importado. 
Ensangrentada, inerte y, por última vez, primera.

miércoles, 21 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective Privado - Material Extra.


En el interior de la villa, el Sordo camina por un pasillo angosto. Putea cada vez que pisa un charco, protegiéndose la cabeza con un pedazo de cartón. Llega hasta su puerta, empapado. Abre y entra a la precaria construcción. Adentro, está oscuro. Apenas cruza el umbral, Gabriela lo recibe, golpeándolo con un bate. El Sordo se derrumba, quejándose. Ella termina de cerrar y se acerca a la mesa, encendiendo una vela. El Sordo se retuerce de dolor, tirado en el suelo. Gaby se le aproxima, amenazante.
-Ponete cómodo, Sordo, que la noche va a ser larga.
Y descarga otro golpe sobre el caído.

                                                                                        Fin del Material extra.

"GA.LI.LEO" Detective privado - Final.

Como es habitual a esa hora, el bar del Gringo está desierto. Con excepción de Gabriela, que sentada en su lugar de costumbre, fuma un cigarrillo y observa el televisor sin interés, mientras el barman repasa unos vasos con un trapo sucio. Afuera llueve. La noche es fría y ventosa. Ambos se vuelven al escuchar la puerta que se abre. Entra Pablo, sacudiéndose el impermeable. Camina hacia la barra y se sienta junto a Gabriela.
-¡Qué noche perra! - se queja- ¡Gringo, una cerveza! ¡Y a Gaby, servile otro de lo que este tomando!
El Gringo asiente, tomando el pedido.
-Estás muy generoso hoy, ¿qué te anda pasando?- pregunta ella.
-Acabo de conseguir trabajo- le cuenta, sonriendo- Y estoy de buen humor.
-¡Bien, por vos! Espero que, esta vez, sea alguien honesto.
Pablo extrae, de su bolsillo, un sobre y lo tira sobre la barra.
-Mi nueva jefa, te manda esto.
Gabriela lo mira, sin decir palabra.
-Ahora que heredó la guita de los Bracamonte, era lo menos que podía hacer por vos- explica- Agárralo, sino, prometió que me iba a despedir.
Ella sonríe, guardándose el sobre.
-Dale las gracias.
-Seguro. Ahora, espero que esto compense lo pasado y dejes de estar resentida conmigo.
-Ya vamos a ver. Por ahora, es un punto a tu favor.
El barman se acerca con el pedido. Una cerveza y un vaso, para él, y un café para Gaby. Pablo tira un billete sobre la barra.
-Cóbrate, Gringo. Y déjate el vuelto, a ver si te compras un trapo limpio.
El Gringo masculla algo, entre dientes, llevándose el dinero.Suena el celular de Gaby. Atiende. Pablo inspecciona la limpieza del vaso, a contraluz, se sirve y bebe un trago.
-¿Hola?
-Tengo la ubicación del Sordo, por si aún te interesa- le comunica Tacho, del otro lado de la línea.
-Sí, decíme...
-¿Tenés para anotar?
-Aguántame...- le hace señas al Gringo, pidiéndole algo dónde escribir. Le alcanza una birome y un papel- Ahora sí, dale...
Gaby anota en silencio, luego se despide de él.
-Gracias, Tacho. Prometo que le voy a hacer una visita.
Corta, guardándose el celular y el papel en el bolsillo. Pablo la observa.
-¿Haciendo planes para más tarde?
-Ajá...
-Lástima...pensé que, tal vez, podríamos haber ido a festejar, ya que todo terminó como debía...
Gaby sonríe.
-No me parece buena idea- rehúsa- Quizás la próxima vez...
Pablo apura el último trago, observándola.
-Sí, quizás la próxima.
Se pone de pie y se despide.
-Nos vemos, Gaby.
Ella lo sigue, con la mirada, hasta que abandona el bar. Luego, vacía un sobre de azúcar en su café y lo revuelve, pensativa.

Afuera, Pablo corre hacia su auto, protegiéndose de la lluvia. Sube, enciende el motor, las luces y arranca. La calle está desolada, solo el auto de Gaby resiste el azote de la tormenta. A través del escaparate, en el interior del bar, se bebe su café mientras el Gringo deja, por un momento, de limpiar los vasos y cambia de canal el televisor, buscando los resultados de la quiniela.

                                                                                                          FIN


martes, 20 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- 4° Cap.

UNAS SEMANAS DESPUÉS...
Los operarios de la compañía de mudanzas, bajan los muebles de Gabriela hasta un camión estacionado frente al edificio. En el departamento vacío, con un bolso a sus pies y el peluche de su hija sobre él, ella observa con tristeza el lugar. Ingrid, a su lado, no puede evitar moquear.
-Te voy a extrañar, Gaby...
-No llores, solo voy a estar a unas pocas cuadras...
-¡Primero se llevan a "Bomboncito", y ahora, te vas vos!
Gaby le pasa el brazo por los hombros, apretujándola con ternura.
-¡Vamos, no exageres! ¡Sabes que hicimos lo correcto, sus dueños lo estaban buscando...!
Ingrid gimotea. Se dan un largo abrazo. Echan otro vistazo al lugar. Gabriela suspira, decide que ya es suficiente y apura la despedida.
-Bueno, ya es hora...
Se miran, conmovidas. Se despiden con un beso.
-Chau, pasa cuando quieras...
-Chau, Gaby. Nos vemos.
Camina hacia la puerta, se vuelve y saluda antes de salir. Gabriela queda sola. Se despide en silencio, luego recoge el bolso y el peluche. Se lo cuelga del hombro, abrazando al muñeco. Antes de cerrar, se vuelve y le habla al vacío.
-Chau, nena- su voz se quiebra, mientras estruja el peluche contra su pecho- Te prometo que lo voy a cuidar...
Con lágrimas en los ojos, sale y cierra la puerta.

"GA.LI.LEO" Detective privado- 4° Cap.

Apoyada en el capot de su auto, Gabriela fuma un cigarrillo, frente a la casa de Efraín. Los policías entran y salen por la puerta principal. Érica, mucho más calmada, habla con su padre, apartados de la escena. Una médica se acerca, a ella, y le pide que la acompañe a una de las ambulancias ahí apostadas. Rinaldi la observa irse y luego camina hasta dónde esta Gabriela.
-¿Me das un cigarrillo?
Gaby saca el atado y lo convida. Él lo enciende, dando una pitada.
-¿Hace cuánto que lo sabías?- le pregunta., exhalando el humo.
-Recién, cuando los ví uno al lado del otro. Ahí entendí, qué era, lo que le veía de familiar a su fotografía. La verdad, no te imagino saliendo con una millonaria...
Rinaldi sonríe.
-Lo nuestro, fue breve. Yo era sapo de otro pozo. Cuando nos dejamos, me ocultó su embarazo. Me enteré muchos años después...
-Por la carta que le dejó a su abogado...
-Sí, esa fue toda una sorpresa. Enterarme de la muerte de Celina y además, de que era padre, veinte años más tarde...
-¿Y qué decía la carta?
-Era un pedido desesperado. Necesitaba mi ayuda, por si algo le pasaba. Quería que me llevara a Érica lejos de su padrastro.
Se vuelve hacia el lugar dónde están atendiendo a su hija, acongojado.
-Pero llegué tarde. Después del funeral de Celina, escapó de su casa y le perdí el rastro.
Vuelve a mirar a Gabriela.
-Recuperé la esperanza, cuando me enteré de que te habían contratado para encontrarla. Entonces te seguí. Por eso, estaba en Caín aquella noche.
-También me siguieron los hombres de Rosales.
-Sí, después de lo que le pasó a ese pibe, no me quedó otra, que venir a ganarme su confianza y a convercerlo de que estaba de su lado. Calculaba que, en algún momento, iba a encontrar la oportunidad para sacarla de acá.
Se acerca el Negro, interrumpiendo, y se dirige a Rinaldi.
-Érica se va en la ambulancia. Pidió que la acompañes.
Rinaldi tira el cigarrillo al suelo y pisa la colilla. Los mira a ambos, despidiéndose.
-Gracias, por todo.
Voltea y se dirige a la ambulancia que lo aguarda. Se sube, cierran la puerta y arranca, pasando junto a ellos, rumbo a la salida.
-¿Qué fue de Pablo?- pregunta ella.
-Está adentro, declarando. Andá a descansar, si querés. Acá, ya no hay más nada que hacer.
Por la puerta principal, sacan el cuerpo de Efraín en una bolsa negra. Se lo quedan mirando, mientras lo cargan en la ambulancia restante.
-Sí, tenes razón. Nos vemos mañana.
-Anda, nomas.
Gabriela se despide, agotada pero satisfecha.

"GA.LI.LEO" Detective privado - 4° Cap

En la biblioteca de la mansión, la situación se ha revertido a favor de Efraín, quién lo hace notar con sarcasmo.
-Parece que la tortilla se dio vuelta ¿no?.
Rinaldi, sosteniéndo con fuerza a Érica, se desplaza a su izquierda, situándose a su lado. Ella gimotea, temblando. El Negro deja su escopeta en el suelo, de mala gana.
-Tranquilo- lo calma Gaby, haciendo lo propio.
Efraín sonríe, triunfante.
-Como pueden ver, tengo amigos en todas partes.
-Sí - concuerda Gabriela, mirando las lágrimas en el rostro de Érica- Pero, algo, se te pasó por alto.
Efraín mira a Rinaldi, buscando ayuda para entender.
-Si lo que buscas es ganar tiempo, te aviso, que con levantar ese teléfono, las patrullas que vienen para acá, no van a llegar nunca.
-No es eso.
Él se resigna a escuchar, blandiendo la pistola.
-Bueno, adelante. Pero, que cuenten como tus últimas palabras.
-¿Nunca te preguntaste quién era su padre biológico?
-No veo por qué debería. Según Celina, estaba muerto.
-¿Y nunca consideraste que eso fuera una mentira? Me parece que, tu esposa, no fue sincera con vos. Además, también deberías elegir mejor a tus amigos...
Efraín no entiende hasta que se vuelve hacia Rinaldi y éste, le está apuntando con su arma. Sorprendido, busca una explicación.
-¿Qué estas haciendo?
-Si miras bien- continúa Gaby- podes ver que Érica sacó mucho de su madre pero, también, tiene algo de su padre...
Efraín comprende al fin. Ante su mirada, Rinaldi asiente, soltando a su hija, que se aparta y mira confundida la escena. En un rápido movimiento, Efraín voltea e intenta dispararle, pero él tiene la ventaja y la aprovecha. Aprieta el gatillo y el disparo hace impacto en la cabeza del dueño de casa, arrojándolo sobre unos estantes de la biblioteca, que se derrumban sobre su cuerpo. Sin acercarse, Rinaldi se asegura de que esta muerto. Se vuelve hacia Érica, que horrorizada por el desenlace, huye hacia el jardín. Él la sigue.
-¡Érica! ¡Espera!
El Negro recoge su arma y examina el cadáver. Gaby toma su pistola y camina hacia una de las ventanas que dan al patio. Puede ver cómo Rinaldi alcanza a su hija, la consuela, la abraza e intenta aclarar la situación. A lo lejos, se oyen las sirenas de los patrulleros que están llegando y sus luces tiñen las copas de los árboles del parque.

domingo, 18 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- 4º Cap

Los autos avanzan por la calle, que corre paralela al muro, que circunda la propiedad de Efraín Rosales. El Negro, conduciendo el auto de Gaby, se detiene unos cien metros antes del portón de entrada, entre unos árboles. El auto de Pablo continúa su marcha. El Negro desciende, se cuelga la escopeta y se sube al techo del vehículo, ganando las ramas de uno de los árboles, que le permite sortear el muro y saltar hacia dentro. Pablo llega a la entrada, aminora la marcha y apunta el auto hacia las rejas, aguardando a que le abran. El guardia lo reconoce. Consulta por radio y le permite el paso. Entran a la propiedad, conduciendo a través del parque.
-Ya entramos- avisa Pablo.
Gabriela se asoma desde el asiento trasero.
-Seguí hasta la casa. El Negro ya debe estar en posición.
Pablo obedece. Estaciona frente a la mansión y se baja. Un sirviente le abre la puerta principal y entra. Al minuto, Gaby sale agazapada del auto y rodea la construcción.


En la biblioteca, el dueño de casa está sentado en su escritorio, hablando por teléfono. Entra Pablo. Se despide y cuelga. Lo recibe con una sonrisa, recostándose en la silla y tomando el habano que humea en el cenicero. Pita un par de veces, exhalando el humo.
-Pasá. Estaba a punto de llamarte. Recién acabo de avisar al partido que me postulo, que pueden contar conmigo.
-¿Y qué paso con lo del secuestro?
Efraín hace un ademán con la mano, restandole importancia.
-Todo va a salir bien, ya vas a ver.
-Acaso, ¿te volvieron a llamar?- insiste.
Efraín abre la caja de puros, invitándolo. Pablo se rehúsa, esperando una respuesta.
-Ya no te preocupes por eso, yo me ocupo. A partir de mañana, tenemos que poner en práctica lo que planificamos para la campaña. Así que, mejor encárgate de eso y de nada más.
Pablo, de pie frente al escritorio, comprende que Gaby tiene razón.
-Así que es verdad, nomás.
-¿De qué estás hablando?
-Hablo del circo que armaste para encontrar a tu hija. Ya sé todo, Gabriela me lo contó.
Efraín no se inmuta. Continúa relajado, disfrutando del puro y del momento.
-Así que ya lo sabés...Parece que las noticias corren rápido...
Le clava los ojos, mordisqueando el cigarro.
-¿Sabés qué? No me preocupa. Te pido, por un momento, que pienses en lo que se viene. En lo que vamos a lograr juntos. Si contamos con el poyo de la gente correcta, vamos a llegar primero a la cámara de diputados, después al senado y quién te dice, algún día, tal vez a la presidencia de la nación.
Se pone de pie, apasionándose.
-¡Esto, solo es un contratiempo, y estoy a punto de solucionarlo! ¡Vos imagínate el prestigio, la guita y la impunidad que podemos llegar a tener! ¡Todo ese poder al alcance de la mano! ¿No me vas a decir que no te tienta? ¡Lo único que tenés que hacer para alcanzarlo es decidir, ahora, en este momento, si estás conmigo o no!
Pablo lo mira con desprecio.
-Me das asco. Renuncio. Jamás seguiría a un tipo como vos...
Amaga a irse. Efraín se mueve rápido y saca un arma del primer cajón de su escritorio, apuntándole.
-¡Vos no vas a ninguna parte! ¡Sos más pelotudo de lo que me imaginé!
Pablo se queda en su lugar, desafiante.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Matarme?
-¿Acaso no me crees capáz? ¡Vas a ser el primero de mi lista!
Gabriela, que estuvo oculta, escuchando, entra a la biblioteca con su arma en la mano, moviéndose despacio y con la mira sobre Efraín.
-Me parece que no va a ser así...- dice.
Efraín se ríe, incrédulo.
-¡Ni siquiera tengo que ir a buscarlos! ¡Vayan poniéndose en fila!
-No te va a resultar tan fácil, como con tu esposa, cagón.
Efraín se ofusca.
-¿Y quién te dijo que fué fácil? ¡Me pasé años aguantándome a mi suegro y a esa infeliz!¡Y encima, viene a chantajearme para que me vaya y le deje todo! ¿Cómo se pensó que iba a terminar? ¡Tendría que haber sabido que conmigo no se juega! ¡Y su hija también! Pero, parece que de tal palo, tal astilla ¿no? Esta noche, ¡y gracias a vos!, esta historia se va a terminar.
-Mejor, andá bajando el arma...
-¡Nadie me dice que hacer! ¡Y menos en mi casa!
-¿Dónde está Érica?- pregunta Pablo.
-Está esperándome y juro que, ¡ le voy  a arrancar uno a uno, los dedos, hasta que me diga dónde escondió ese puto vídeo! ¡Nadie me va a quitar lo que es mío! ¡Por esto, yo me sacrifiqué!
Entra el Negro a la biblioteca, portando una escopeta y acompañado por Érica, que se escuda detrás de él. Se para junto a Gabriela, sin dejar de apuntar a Efraín.
-Bueno, ¡parece que estamos todos!- exclama él- Ya que encontraste a mi nena, me imagino que habrás reducido a mis guardias...
-Y avisé a la policía- contesta el Negro- Viene en camino.
-Solo es otro contratiempo...Yo también, tengo un as bajo la manga ¿No es cierto?
Antes de que puedan reaccionar, de atrás de una cortina emerge Rinaldi. Toma a Érica como escudo, apoyándole el arma en la cabeza.
-Es cierto- afirma, sonriendo.
El Negro putea, indignado. Érica tiembla como una hoja.
-Vayan soltando sus armas- advierte Rinaldi, amartillando el revólver- Es en serio.

viernes, 16 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado - Cap 4°.

 Gabriela sube al auto y suena su celular. Atiende. El Negro enciende un cigarrillo, demorándose, apoyado en la puerta.
-¿Hola?
-Soy yo -dice Tacho, del otro lado de la línea- Te busqué en lo del Gringo y no estabas. Tengo algo sobre tu cliente.
-Decíme, ¿que averiguaste?
-Rosales no es el padre de la chica, es su padrastro. Parece que, ella, ya tenía unos meses cuando su madre lo conoció.
-¿Sabes qué? Lo que me decís, no me sorprende. ¿Quién es el padre?
-Del verdadero padre, no se sabe nada, solo que la víctima le habría dejado una carta a su abogado para él, por si le pasaba algo.
-¿Qué se sabe del abogado?
-Falleció hace poco. Su viuda no sabe si llegó a cumplir con el encargo. Igual, voy a seguir preguntando. Si me entero de algo más, te lo hago saber.
-Gracias, Tacho.
-Chau, Gaby.
Corta. El Negro, desde afuera, le consulta con la mirada, aguardando las novedades.
-Rosales no es el padre. Me lo acaba de confirmar Tacho.
Él menea la cabeza, sonriendo.
-Algo raro había...nos tendríamos que haber dado cuenta antes.
-Subí, vamos a buscar a Pablo. Quiero ver qué sabe sobre el asunto- pone en marcha el motor.
El Negro rodea el auto y se sube, cerrando la puerta.
-Vamos a necesitar un par de escopetas...- le informa Gaby.
-Yo, en casa, tengo una...¿ vos sabes dónde tienen a Érica?
Pone primera, acelerando.
-Estoy segura de que sí.


Pablo sale de su casa y camina hacia su auto. Saca la llave de su bolsillo y desconecta la alarma a distancia. Lo sorprende Gabriela, saliendo de atrás de un árbol y empujándolo con fuerza contra el capot. Le apoya el peso del cuerpo encima, inmovilizándolo, mientras saca su arma y la esgrime frente a sus ojos. Pablo, con la cara aplastada contra la chapa, no atina a reaccionar. Ella le habla con voz clara y cortante.
-Hace catorce años me dejaste, prácticamente, en el altar. Esto, no lo estoy haciendo por eso, pero si no me convences de que no estabas al tanto, te voy a volar los sesos con gusto.
-¡Pará, que no se de qué me estas hablando!
Lo sacude con violencia, golpeándole la cabeza contra el auto y apretando el caño del arma contra su mejilla.
-¡No me agarres de boluda, la concha de tu madre, que te hago mierda acá mismo!
-¡Pará, te digo la verdad!
Lo levanta de manera brusca, lo da vuelta y lo apoya contra la puerta, colocándole el arma bajo la barbilla.
-¡Efraín me usó! ¡Las amenazas nunca existieron! ¡Érica no es su hija, él es su padrastro!
Pablo se muestra confundido, no entiende.
-¿Qué decís?
Gaby le quita el arma de la garganta, lo empuja una vez más y luego retrocede unos pasos, guardando la pistola. Él se endereza, acomodándose la ropa, reprochandole el maltrato con la mirada.
-¡Ella, y su novio, lo chantajeaban con arruinarle la carrera! ¡El tipo es un abusador! ¡Un hijo de remilputas!
-¿De qué carajo estás hablando? ¿De dónde sacás esas cosas?
-¡La madre, le dejó pruebas para hundirlo!¡ Él solo la quería encontrar para recuperarlas! ¡Nos mintió a todos y ahora la tiene en su poder! ¡La va a lastimar, si es necesario, igual que a su esposa!
-¿Vos crees que él pudo...?
-¡Eso, y mucho más! Me mandó a seguir, sus hombres asesinaron al novio de Érica y la secuestraron. ¡Ese tipo no tiene escrúpulos, solo nosotros lo podemos parar! Vos me metiste en esto, ahora, ¡me tenés que ayudar a sacarla de ahí!
Pablo duda, confundido.
-¿Y qué tenes en mente?
Gaby lo mira a los ojos, se convence que su inocencia es auténtica.
-Espera un minuto...
Camina hacia el centro de la calle. Pablo la sigue con la mirada. Agita el brazo, haciendo una señal, y regresa junto a él. A mitad de cuadra, se enciende el motor y las luces de su auto, acercándose.
-Yo voy con vos en tu auto, en el camino te explico.
El Negro, conduciendo el Dodge de Gaby, pasa junto a ellos, que rodean el auto de Pablo y se suben, siguiéndolo.

jueves, 15 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- 4º Cap-

Sentados en la biblioteca, escritorio de por medio, Rinaldi y Efraín dialogan.
-Y bueno, ¿qué tenés para mí?
-Vengo a advertirle. Sé, de buena fuente, que van a reabrir el expediente sobre el suicidio de su esposa.
-Imposible. Eso no me lo creo.
-Están reuniendo evidencias para interesar a algún juez y cambiar la caratula.
-Va a ser una pérdida de tiempo, te lo aseguro. Lo de mi esposa fue un suicidio, eso está más que claro. Sino, que le pregunten a Somoza, que fue quién lo investigó.
-Es que Somoza está con ellos. Y también esa detective, que dicen que usted contrató.
-Bueno, eso ya es otra cosa- dice Efraín, levantándose de su silla y caminando hacia el mini bar- ¿Y que más se dice?
-Que si llegan a conseguir el apoyo político necesario, lo pueden llevar a juicio por asesinato. Y en este tiempo de elecciones...
-Eso sería un regalo para más de uno- completa la oración Efraín, sirviendo dos vasos. Vuelve al escritorio, le alcanza uno a Rinaldi- Ahora, lo que yo no entiendo es, ¿qué vas a ganar vos, contándome esto?
-¿Acaso no es obvio? Nunca viene mal tener un amigo, bien posicionado, y además sumarle una extra al sueldo.
Efraín celebra sus palabras, abriendo la caja de puros.
-¡Bien pensado! ¡Es sabido que soy generoso con mis amigos! Pero, tengo que avisarte, que soy un tipo rencoroso y a los traidores ¡me los monto en un huevo, hasta que los aplasto, como a las cucarachas que son!. Sino, solo te basta ver lo que les va a pasar a esas basuras de Somoza y Leonardi. Nada bueno, por supuesto.
Rinaldi toma un puro y se lo lleva a los labios. Efraín se estira y se lo enciende, mirándolo a los ojos.
-Vos, si en verdad querés ser mi amigo, me vas a ayudar con ese asunto...
El policía asiente, sonriendo, envuelto en el humo del habano.


Gabriela y el Negro beben una cerveza en un carrito de la costanera, aguardando por la comida.
-Al morir la madre, si el tipo abusaba de ella, es lógico que la mina se fuera y no apareciera nunca más. Ahora, lo que tendríamos que averiguar, es lo que quería conseguir Rosales.
-Celina tenía en su poder, algo que probaba los abusos- arriesga Gaby, encendiendo un cigarrillo.
-¿Te parece?
-Sería un buen motivo para asesinarla ¿no?
-Entonces, de existir esa prueba, la estaba usando para proteger a la hija y sacarse al tipo de encima. Puede ser un vídeo, o una grabación...
Ella pita el cigarrillo, pensativa, mientras él recibe los choripanes y paga.
-Estoy segura de que, Érica, sabe de esto...
-Quizás ella lo tenga, si es que la madre se lo dejó...
El Negro se llena la boca con el primer mordisco. Gabriela, ata cabos mentalmente.
-Decíme, si ella lo tuviera, ¿no te parece que él haría cualquier cosa para recuperarlo?
Él responde afirmativamente, masticando. Gaby, que no ha tocado la comida, se termina su bebida y se pone en movimiento.
-Vamos, tenemos que encontrar a Pablo.
El Negro le reprocha, la urgencia, con la mirada. Traga con dificultad.
-¡Pará! ¡Recién empiezo a comer!
-¡Dale, no hay tiempo!
Él deja todo, siguiéndola hacia el auto.
-¿Se puede saber, que bicho te picó?
-Me agarraron de boluda, Negro.






miércoles, 14 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado - Cap 4º.

Somoza, sorprendido por Gabriela, mantiene sus manos en alto y espera instrucciones.
-Date vuelta, Somoza. Despacio.
Obedece, quedando frente a ellos. Gaby le quita un revolver calibre 38 de la cintura.
-Ya podes guardar tu "cosita".
Somoza reconoce al Negro, bajando sus manos y subiéndose el cierre del pantalón. Ella guarda su arma en un bolsillo y el revolver en la cintura.
-¿Qué anda pasando, Gómez?
-Estamos buscando información.
Somoza tira la colilla al suelo y la pisa, molesto.
-¿Esa es manera de tratar a un colega? Si querías hablar, me habrías invitado un Gancia.
-Prefiero que no me vean con gente como vos.
-Ah...con que así viene la cosa.- señala con un gesto de la cabeza a Gaby, intentando ser hiriente- Pero se ve que no tenés problemas de andar con ésta.
-¡Basta de cháchara! - interrumpe ella- Háblanos el caso Bracamonte.
-Chúpame la pija- responde, despectivo.
Gabriela se adelanta un paso y le da un puñetazo en el estómago. Somoza se dobla con un quejido y cae de rodillas, falto de aire.
-No seas pelotudo ¿queres?. Podemos seguir, así, toda la noche.
-¡Conchuda!- tose, recupera el aliento- ¡Unos años atrás, te habría roto el culo!
-Parece que te estas buscando otra...
Desde el piso, Somoza levanta la mano, parándola.
-¡Pará! ¡Pará un poco!
Se pone de pie con esfuerzo, algo agitado.
-¿Qué carajo quieren?
-Decinos todo lo que sepas - interviene el Negro.
-¿Qué pasó ese día?- pregunta ella.
Somoza hace memoria.
-Ese día Rosales me pidió que fuera, especialmente, porque algo le había pasado a su mujer y no quería dar parte en la seccional. Cuando llegué, la encontré en el patio, reventada. El tipo estaba nervioso, me contó que habían discutido feo y ella lo había amenazado con que lo iba a dejar. Yo, lo único que sabía, era que la tenía empastillada todo el tiempo.
-¿Y por qué la tenía dopada?
-¡No sé! Pero se decía que Rosales era cariñoso con su hija. ¿Me entienden? ¡Demasiado cariñoso! Y creo que la mano venía por ahí. Para mí, que la mina descubrió algo y desde entonces la tenía medio zombi, para que no dijera nada.
-¿Te dijo si él la empujó?
-Según él, la persiguió por toda la casa hasta que, ella subió a la azotea y se tiró como venía. Creo que quería sacarle un nombre, o una dirección, no me acuerdo bien que era. Yo siempre sospeché de él. Para mí, se puso como loco y la revoleó como si fuera un muñeco de trapo.
-¿Y que era "eso" que él quería?
-¿Y cómo lo voy a saber?- se exaspera Somoza- ¡Anda a preguntarle a él!
Gaby está a punto de avanzar para golpearlo, pero el Negro se lo impide, tomándola del brazo.
-¿Qué mas sabes?- pregunta él.
Somoza mira a Gaby con rencor.
-Nada más. Fuimos, fotografiamos la escena, hicimos el papeleo. Antes de irnos, Rosales nos repartió unos billetes, como para que quedara claro que había sido un suicidio. Después de eso, no nos volvimos a ver.
Los mira a ambos, interrogándolos con la mirada.
-¿Ya está? ¿Están contentos?
-Contenta voy a estar cuando se reabra el caso y tengas que dar la cara, basura.
-Nos vamos- dice el Negro- Pero es seguro que nos vamos a volver a ver.
-¡Váyanse a cagar!
Se dan media vuelta, alejándose. Somoza los llama, deteniéndolos.
-¡Eh! ¿Qué pasó con el fierro?
Gaby lo saca de su cintura y lo arroja con fuerza por encima de la cerca, dentro del corralón de materiales, ante la cara de disgusto de Somoza.
-¡Ahí lo tenes! ¡Anda a buscarlo, si podes!
Se van. Somoza se queda puteando.




martes, 13 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado - 4° Cap-

Érica, esposada al respaldo de una cama, llora y tiembla, asustada. El cuarto es pequeño, apenas iluminado por una lámparita que pende del techo, un baño sin puerta, una ventana anulada con tablas, una mesa y una silla, baldosas viejas y paredes descascaradas. Se sobresalta al escuchar la cerradura de la puerta. Con espanto observa entrar a Efraín, sonriente, seguido de uno de sus hombres. Gimotea, gruesas lágrimas ruedan por sus mejillas.
-Hola, nena- saluda él, con descaro- Hace mucho que no charlamos, vos y yo.


Sentado dentro de su auto, estacionado frente a un corralón de materiales para la construcción, Somoza bebe de una petaca mientras tararea un tango que escucha en la radio. Abre la puerta y se baja. Guarda su handy en el bolsillo, toma la linterna y sale a hacer una ronda. Enciende un cigarrillo. Desde la vereda, ilumina el interior del perímetro, buscando algo fuera de lugar. Dobla la esquina, tarareando. Observa alrededor, apaga la linterna y la aprieta bajo su axila. Busca un lugar oscuro, se arrima al alambrado y se pone a orinar con el cigarrillo colgando de sus labios. Con alivio, siente como se vacía su vejiga. Desde atrás, Gabriela le amartilla su revolver en la nuca. Se congela, interrumpe su tarareo y el chorro de orina. Levanta las manos, sin volverse, y la linterna cae al suelo y se desarma.


Golpean a la puerta de la biblioteca y Efraín sale del baño, secándose las manos con una toalla.
-¡Pase!- autoriza, hosco.
Entra uno de sus guardias.
-¿Qué pasa?
-Hay un policía en la puerta, dice que trae información importante para usted.
-¿Lo conocemos?
-No lo había visto nunca.
Efraín tira la toalla en un rincón. Se encamina al mini bar y se dispone a servirse un trago. 
-¿Dijo de qué se trataba? ¡Si no me interesa, que no venga a romper las pelotas y que se vaya!
-Es algo referido a la muerte de su esposa.
Piensa un rato, mirando su vaso.
-Está bien. Hacélo pasar, a ver qué tiene. ¡Pero, estén alertas!¡Si viene con boludeces, me lo echan a la mierda!
-Si, señor, enseguida.
El guardia abandona la biblioteca y Efraín bebe un sorbo, ceñudo.


"GA.LI.LEO" Detective privado - 4° Cap.

Un policía descorre la cortina de la ventana del departamento, de Alex, y observa hacia la calle teñida por las luces de las sirenas de los patrulleros y de la ambulancia. Los curiosos se agolpan en la vereda y los efectivos, se esfuerzan para mantenerlos a distancia de la entrada del edificio. Sentada en el cordón de la acera de enfrente, Gaby es revisada por un médico. El Negro, de pie junto a ella, fuma un cigarrillo y observa la tarea.
-Vas a tener que ir a un hospital- comenta- Esto es para puntos...
-Duele como la concha de su madre...- se queja ella, arrugando la cara.
El murmullo de la gente, frente al edificio, llama su atención. Los paramédicos sacan el cuerpo de Alex, cubierto con una sábana, sobre una camilla. Lo suben a la ambulancia, ante la vista de los vecinos. Entre los que observan, hay alguien que llama la atención de Gabriela. Algo apartada, horrorizada por la escena, Érica es testigo del destino que corrió su pareja.
-¡Negro!- grita Gaby, poniéndose de pie- ¡Allá, es ella!
Cruzan la calle con rapidéz. Érica los ve venir y huye. Corren tras ella. Gabriela, aún débil, trastabilla. El Negro se detiene, vuelve unos pasos y la ayuda a incorporarse. Érica gana distancia.
-¿Estas bien?
-¡Sí,sí, seguíla!
Él continua la persecución. Ella le lleva ventaja. Llegando a la esquina, una combi blanca se cruza frente a Érica, cortándole el paso. Se abre la puerta lateral y dos hombres encapuchados, la obligan a subir a pesar de su resistencia. El vehículo arranca a gran velocidad. Cuando el Negro llega al lugar, observa con impotencia como se pierden de vista. Gaby lo alcanza, maltrecha.
-¡Se la llevaron! ¡No pude hacer nada!
-¡La puta que lo parió!
-¡Voy a buscar a la patrulla! ¡Vos, anda a hacerte ver, que nosotros nos ocupamos!
Desanda la calle, utilizando la radio para dar aviso a los demás sobre el secuestro. Gaby recobra el aliento, gira y vuelve ofuscada sobre sus pasos.

Sentada sobre la camilla, con las piernas colgando, Gabriela agradece al médico por su atención. Entra el Negro a la guardia del hospital y se saluda con el profesional que está saliendo. Bajo el brazo, trae una bolsa con ropa. Se acerca a Gabriela, arrojándosela.
-Tomá, te traje lo que me pediste.¡Ah! En tu casa, hay un gato... ¿sabías?
Gaby abre la bolsa y saca un buzo limpio.
-Sí, no es mío. Se metió la otra noche...no tiene importancia. ¿Alguna novedad?
-Hasta ahora, nada. Pero estamos en eso...- responde él, estudiando la venda en la cabeza de ella.
-No la van a encontrar. Esos guachos, ya deben estar bien lejos.
-Puede ser, pero nunca se sabe...
Ella se quita el buzo sucio de sangre y se viste con el que le trajo su amigo.
-¿Te diste cuenta de algo? ¡Esos hijos de puta, me siguieron! ¡No tenían idea de dónde encontrarla, pero de alguna manera, se enteraron de lo que yo hacía y me estuvieron vigilando! ¡Si me hubiera dado cuenta, en este momento, Érica y ese pibe aún seguirían con sus vidas! Pero, ¿cómo lo supieron?
-Alguien no te está jugando limpio. ¿Pudiste hablar con Rosales? ¿Qué te dijo?
-Ya lo sabía. Los secuestradores ya se habían comunicado con él.
-¿Y que piensa hacer?
-No sé, creo que aceptar sus condiciones.
-Eso quiere decir que, tu trabajo, ya se terminó.
Gabriela se baja con dificultad de la camilla. Tira la bolsa, con su buzo sucio, en el cesto de papeles.
-Se supone, pero no me pienso quedar de brazos cruzados...Mejor acompáñame, afuera, que necesito un cigarrillo.
-Dale, vamos.
Salen de la guardia, caminan por el pasillo, rumbo a la salida.
-Me debo estar volviendo vieja- dice, tocándose la venda- Hace mucho que no me sorprendían así.
-Si no estás al cien por ciento, deberías dejar este asunto. Nadie te obliga.
-Es cierto, pero al ayudarla, espero recuperar un poco de paz.
-Salvar a la hija de Rosales, no te va a devolver a Dana.
-NADA me va a devolver a Dana, pero al menos, puedo intentar redimirme.
-Lo que vas a conseguir, es que te maten.
-En ese caso, mi paz, sería definitiva. ¿No te parece?
Llegan a la puerta, el Negro empuja una de las hojas, para poder salir.
-Lo que me parece, es que sos una necia.



lunes, 12 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- 3° Cap.

De pie, junto a la ventana de su departamento del 4° piso, Alex observa con recato hacia la calle. Reconoce a Gabriela, sentada tras el volante de su auto.  Saca su teléfono y marca un número. Aguarda a que atiendan.
-¿Hola?- la voz de Érica, suena somnolienta.
-Soy yo - dice- Hoy no vengas por acá, me están siguiendo.
Se hace una pausa.
-¿Estás seguro? - pregunta ella, asustada.
-Sí, ¡no sé cómo, pero de alguna manera, nos encontró!
Él se aparta de la ventana. Camina por el departamento, en cuyas paredes, se destacan varios murales que lo tienen posando.
-¡Yo te dije que, esto, no iba a funcionar...!- se lamenta Érica, moqueando.
Alex se impacienta.
-¡No te pongas histérica! ¡Hay que estar tranquilos! Mejor, quédate en lo de tu amiga...
-Pero...
-¡Haceme caso que, apenas pueda, te vuelvo a llamar!- insiste él.
Corta, nervioso. Se acerca otra vez a la ventana, descorre apenas la cortina, para poder ver. Comprueba que ella aún sigue ahí. Gabriela, desde su auto, percibe el movimiento en el cuarto piso y siente que fué descubierta. Enciende el auto y sin prisa, se aleja por la calle. Alex la ve irse. Se aparta de la ventana y se queda pensativo.

Cae la noche. Gabriela monta guardia frente al edificio en dónde vive Alex, como lo hizo durante todo el día. Desde la vereda de enfrente, amparada por la oscuridad, espera algún movimiento. Érica no a aparecido y él no a dejado el departamento. Gaby sabe que es la única pista firme que tiene, para encontrar a la hija de Monti, y no piensa renunciar a ella aunque deba pasar toda la noche en vela. Conoce como es el trabajo y aprendió a ser paciente. En un kiosco cercano, compró una lata de cerveza y una bolsita de maní salado. Apoyada en el umbral de un comercio cerrado, tiene una buena vista de la ventana de Alex, que está iluminada, pero con las cortinas cerradas. Suena su celular. Atiende, al ver que es el Negro quién llama.
-¿Qué pasa?
-¿Dónde andas? - pregunta él.
-Estoy vigilando a alguien ¿qué querés?- Gaby se aparta del umbral y camina por la vereda.
-Te quería avisar, que no encontré, el registro de llamadas que me pediste.  Pero que pude rastrear a Somoza. Hace vigilancia privada por las noches, en un corralón de materiales para la construcción. ¿Querés que lo vaya a ver?
-No, prefiero ir con vos. Apenas me desocupe, te llamo, así me acompañas.
-Bueno. Si se llegan a confirmar tus sospechas, tal vez podamos reabrir el caso.
-Si, pero solo después de encontrar a Érica, que es mi prioridad.
-Ok.
-Te llamo.
Corta y guarda su teléfono. Levanta la vista hacia la ventana y todo sigue igual. No se percata que, por detrás, alguien se aproxima y la golpea con un objeto en la cabeza. Se derrumba en la acera, inconsciente. Dos hombres pasan sobre ella, miran hacia el cuarto piso y cruzan la calle con prisa. Entran al edificio.

sábado, 10 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- Cap 3º.

Gabriela enciende la luz del baño y se acerca al espejo, observando su cara. Se ata el pelo, abre la ducha y vuelve frente al lavabo. Con cuidado, se higieniza el rostro,el cuello y las orejas. Llena un vaso y se hace un buche, escupiendo agua con sangre. Comienza a quitarse la ropa. Se mete a la ducha. El agua caliente le recorre el cuerpo, marcado de hematomas y raspaduras.

Vestida con un buzo, zapatillas y calzas largas negras, Gaby se venda una mano en su habitación. En su cara, un apósito en la frente y otro en la mejilla inflamada. Termina y va hacia el living, dónde toma una botella y bebe del pico unos largos tragos. Busca, en un cajón, un par de pastillas y se toma dos. Vuelve a beber de la botella. Recoge su arma, una gorra y las llaves de su auto, saliendo del departamento.

Camina por la vereda, rumbo a Caín. Pasa frente a una veterinaria, cerca de dónde vive, y un panfleto en la vidriera llama su atención. Vuelve unos pasos y lo observa. En el afiche, además de la foto de "Bomboncito", están los datos de sus dueños, que lo están buscando. Memoriza el número de teléfono. Luego, continúa su camino.

Aún hay movimiento, de gente, en la cuadra de Caín. Pasa caminando por la vereda de enfrente, ocultando su rostro bajo la sombra de la visera de su gorra. Llega hasta dónde dejó su auto. Abre la puerta y sube. Busca en la guantera un teléfono que lleva de repuesto. Comprueba que tiene carga y lo guarda en su bolsillo. Saca su pistola de su cintura y la deja sobre el asiento del acompañante. Observa alrededor, nadie repara en ella. Aún falta algo más de una hora para que cierre el lugar y los empleados salgan. Se acomoda en su butaca, baja un poco la visera sobre sus ojos y se dispone a descansar un rato.

Se despierta sobresaltada. Tuvo un sueño extraño dónde jugaba en la playa con su hija, pero Dana tenía el rostro de Érica. El cielo está clareando, ya no hay actividad en la calle. El personal de Caín, sale del local. Algunos se marchan en grupos por la acera, charlando; otros suben a sus vehículos, despidiéndose de los demás. Alex emerge del estacionamiento en una moto, se saluda con alguien sin detenerse y gana la calle. Gaby pone en marcha el auto, siguiéndolo a distancia. Recorre la ciudad detrás de él, hasta que se detiene frente a un edificio y para la moto sobre la vereda. Se baja, saca sus llaves y entra. Ella estaciona enfrente. Apaga el motor y enciende un cigarrillo, resignándose a esperar.

"GA.LI.LEO" Detective privado- 3º Cap.

Sin llamar la atención, el auto que lleva a Gabriela cautiva, atraviesa la ciudad. Toma uno de los accesos, alejándose de la zona urbana, e internándose en un camino de tierra. Lo transitan por varios kilómetros y se detienen luego de cruzar un paso a nivel sin barreras. Apagan el motor, pero dejan las luces encendidas. Aguardan a que se disipe la polvareda y descienden. En la quietud del campo, se oyen los grillos cantar entre los pastos altos y las cunetas profundas. Abren el baúl, iluminándose con una linterna. Gabriela, amordazada, se debate con impotencia.
-Dale, vamos a bajarla.
-Mirá. Creo que esta conchuda, se meó.
La toman de las axilas y de los pies, con esfuerzo. Luego, la dejan caer sobre el camino.
-Mala suerte. Mañana te toca lavar el auto a vos- recuerda uno de ellos, empujando con el zapato a Gabriela y haciéndola rodar hasta que cae en la zanja. El otro toma un bidón de nafta del baúl y se lo alcanza.
-¿Estas seguro? Me parece que la última vez, lo lavé yo.
Su compañero quita la tapa del bidón. Gabriela se retuerce en la cuneta.
-¡Lo que faltaba! -dice, vaciando el bidón sobre ella- ¡Que me quieras cagar! ¡Hacé memoria!
-¡Puede ser! ¿Qué se yo? A vos, ¿no se te confunden las semanas?
El otro saca una caja de fósforos, dispuesto a encender uno.
-A veces sí. Pero, mañana, te toca a vos.
-Al final - concluye el otro- Me parece que lo voy a llevar a un lavadero.
Observa con curiosidad a su compañero, mientras éste enciende el fósforo.
-Che -interrumpe- ¿No hay que matarla primero?
El otro duda. Luego, se encoge de hombros.
-Da lo mismo ¿no?
Asienten, imperturbables.
-Creo que sí.
Por detrás, aparece Rinaldi. Les apunta con una pistola y el haz de una linterna.
-Apaga eso, dense vuelta y no hagan boludeces.
Se vuelven lentamente. El que sostiene el fósforo, sacude la mano hasta que se extingue la llama.
-Tiren sus armas al suelo- ordena Rinaldi- Despacio.
Obedecen.
-Y la pistola de ella también- agrega.
Uno de los matones la saca de su cintura, arrojándola en la calle de tierra.
-No se quién sos -dice- pero te vamos a encontrar, en dónde sea.
-No sabes con quién te estas metiendo- advierte el otro.
Rinaldi los ignora, haciéndoles un ademán con el arma para que se muevan.
-Suban al auto y váyanse. No me obliguen a darles un tiro.
Los hombres de Monti se suben al auto, antes la mirada vigilante de Rinaldi, que no deja de apuntarles. Arrancan y aceleran, alejándose. Cuando las luces traseras del auto están lo suficientemente lejos, se acerca a la cuneta y alumbra a Gabriela. Ella gime, intentando salir. Él se agacha, tomándola de la ropa.
-Espera, que ya te ayudo.
Tira hacia sí y logra subirla con esfuerzo. Gaby se desploma en la calle polvorienta. Rinaldi deja su arma y corta el precinto con una navaja, liberando sus manos. Ella se quita la mordaza, sofocada. Respira con dificultad, tose. Él la ayuda, para que pueda ponerse de pie. Sucia de pasto, tierra ,sangre y empapada en nafta. Se queja del dolor.
-Vamos, tenemos que irnos.
Toman sus armas y ella se apoya en él para caminar. Atraviesan el campo, hasta encontrar el lugar dónde Rinaldi dejó su auto. Se suben y arrancan.


Rinaldi maneja en silencio, concentrado en el camino. Gaby intenta limpiarse un poco con un pañuelo. Le duele todo el cuerpo y tiene el pómulo hinchado.
-¿Cómo supiste?- pregunta.
-Estaba en Caín. Vi cómo, esos dos, te sacaban por atrás.
-Monti hace rato que me la tenía jurada. De cuando el Negro y yo, le metimos preso al viejo por un asunto de drogas...
Él no acota nada y continúan en silencio por unos minutos. Gaby observa su reflejo en la ventanilla del auto.
-Si no fuera por vos...
-No es nada. Una, por los viejos tiempos. Y lo dejamos ahí. Mañana, podemos seguir detestándonos.
-Seguro. Gracias, igual.
Siguen el camino, acercándose cada vez más a las luces de los edificios, que brillan a lo lejos.
-¿Qué hacías en lo de Monti?- pregunta él.
-Nada- miente Gaby- ¿Y vos?
Rinaldi se encoge de hombros.
-Lo mismo. Solo pasé a tomar una copa.
Ella tiene un acceso de tos y escupe sangre en el pañuelo.
-¿Te llevo a un hospital?
Gaby niega con la cabeza.
-Déjame en casa, nomás.
Él no insiste, tomando el acceso que los lleva hacia la ciudad.




jueves, 8 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- 3º Cap.

En el interior del local bailable, Gabriela debe acostumbrar sus ojos a las luces y al humo, mientras se abre paso entre la concurrencia, que se mueve al ritmo de la música electrónica. Se dirige hacia la barra, que es extensa, evitando toparse con el personal de seguridad. No se percata que Rinaldi la ve pasar, mezclado entre la gente. Se sienta en una banqueta, observando a los empleados. El novio de Érica prepara unos tragos más allá, luciéndose frente a un grupo de chicas. Otro ,de los barman, la atiende.
-¿Qué te traigo?
-Un whisky- pide.
El chico asiente y se retira a prepararlo. Gaby enciende un cigarrillo. Cuando el barman se acerca con su whisky, aprovecha para preguntarle.
-Decíme, aquél ¿como se llama?
El chico sigue su mirada.
-¿Quién? ¿Alex? Alexis, así se llama.
Gaby deja un billete sobre la barra.
-Quédate con el vuelto y avísale que quiero hablar con él.
El barman toma el dinero y se retira. Se acerca a Alexis y le susurra al oído, observando a Gabriela. Este, extrañado, se aproxima.
-Hola ¿nos conocemos?- saluda, sonriendo.
-No, pero quizás me puedas ayudar a encontrar a una amiga.
Pone sobre la barra la foto de Érica y un par de billetes. Alex empalidece.
-No la conozco.
Gaby insiste, agregando otro billete y mirándolo a los ojos.
-A mi me dijeron que sí....
Alex retrocede, incómodo.
-Quién haya dicho eso, está equivocado.
Se retira, sin tocar el dinero. Gaby se guarda la foto y el efectivo, siguiéndolo con la mirada. Su actitud lo delata. Está mintiendo. Se bebe su whisky de un trago y, al bajar el vaso, ve por el reflejo del espejo, que está detrás de la barra, como dos hombres de Monti se acercan. Sin alterarse, deja su lugar y se mezcla con la gente. Los matones, que la pierden de vista, intentan localizarla. Ella se mimetiza con los que están bailando en la pista, bajo los flashes. Permanece inmersa en la marea humana, ocultándose, pero al salir de la pista, se topa con uno de ellos. Intenta voltear para huir, pero también tiene uno a sus espaldas, que la aturde con una picana eléctrica. Se desvanece. Antes de que caiga al suelo, la sujetan por las axilas y la arrastran hacia la salida de emergencia, con la mayor discreción posible.


Gabriela recobra el conocimiento. Está aturdida. Dos gorilas de Monti la sujetan, entre dos autos, contra el paredón del estacionamiento. Está oscuro y desolado. Por la salida de emergencia, aparece Monti, ofuscado por la interrupción. Camina hacia ahí, vestido con un traje blanco y de corbata roja.
-¿Qué pasa? ¿Para qué me hicieron venir?
Uno de los hombres, levanta de los pelos la cabeza de Gabriela, para que su jefe le vea la cara.
-Ah...¡La putita Leonardi!
Se restriega las manos, con regocijo. Le entregan el arma de Gabriela.
-Andaba merodeando, jefe.
Monti toma el arma y se acerca a ella.
-¿Qué carajo haces por acá, si ya sabes, que te la tengo jurada?
Gaby no responde, atontada. Él le da unas cachetadas, intentando despabilarla.
-¡Hey! ¡A vos te estoy hablando! ¿Que buscas por acá?
Le propina un golpe de puño en el estómago y ella se dobla del dolor. Tose, se recupera y le contesta con desprecio.
-¡Andá a la concha de tu madre, puto!
Monti se ríe. Con furia, la golpea en la cara con el puño cerrado. Gaby da un grito.
-¿Qué decías? ¿Eh?
Ella forcejea con los matones e intenta zafarse. Monti se asusta y retrocede un paso.
-¡Inútiles! ¡Agárrenla fuerte!
Gaby sigue retorciéndose, impotente. Él, guarda el arma en su cintura y se aproxima, seguro de que está bien sujeta.
-Si , al menos, te bañaras más seguido...-le dice, abriéndole la camisa de un tirón y haciendo saltar los botones. Se restriega contra ella, estrujándole un seno con una sonrisa. Gaby tira la cabeza hacia atrás, apartando la cara con repulsión. Luego, aprovecha su cercanía para cabecearlo en la nariz. Monti se aparta de inmediato, tambaleándose y llevándose la mano a la cara. Aúlla de dolor. A Gaby, con un puñetazo en las costillas, uno de los gorilas la deja fuera de combate.
-¡Hija de mil putas! ¡Me rompiste la nariz!
Extrae de su cintura el arma de Gaby y la amartilla, apuntándole a la cabeza. La sangre chorrea de su rostro, manchando el traje blanco. Un auto entra a la playa, iluminándolos con el haz de sus luces.
-¡Jefe! ¡Acá no! - advierte uno de sus hombres.
Monti se percata de la situación y baja el arma. Saca un pañuelo y lo presiona contra su nariz.
-¡Llévensela! - grita, entregándoles la pistola- ¡No la quiero volver a ver! ¿estamos?
Los matones asienten, arrastrando a Gaby hacia la parte trasera de un auto. Monti pega la vuelta y regresa al local, mirándose la ropa, enfurecido. Ella se resiste y recibe un par de golpes más. Luego, la amordazan y le sujetan las muñecas con un precinto plástico, antes de tirarla dentro del baúl. Cierran, miran en torno y se suben. Salen del estacionamiento y toman la calle con tranquilidad. Detrás de ellos, arranca otro auto, siguiéndolos a distancia.



miércoles, 7 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- 3º Cap.

Oscurece. Gabriela llega a su departamento y el gato la recibe maullando.
-Ah...Otra vez vos.
Tira el abrigo y la foto de Érica sobre el sillón, yendo hacia la cocina. Entre el desorden y la vajilla sucia, encuentra un vaso. Busca una botella y se sirve, bebiéndose el contenido en un par de tragos. Vuelve a llenar el vaso. Escucha  que suena el timbre. Regresa al living, con fastidio. Se acerca a la puerta, sin abrirla.
-¿Quién es?
-Soy Ingrid. Abríme.
Abre. Ingrid está espléndida, vestida de noche, tacos altos, maquillada y peinada con elegancia. En sus manos, trae una pequeña cartera y la cuchara de Gabriela. Sonríe, masticando un chicle.
-Pasá, ¿qué querés?
Ella entra, moviéndose con gracia.
-Nada, solo pasaba a devolverte tu cuchara y, de paso, venía a ver al gatito.
-Parece que tenés algo importante hoy...- nota Gaby, cerrando la puerta.
-Llamó un amigo venezolano. Hay una fiesta en la embajada y necesitan compañía. Las chicas y yo, vamos a aprovechar a hacer unos dólares, que a estos les sobran.
Aparece el gato, maullando a sus pies.
-¡Ahí está mi bomboncito!
Se agacha y le hace unos mimos.
-¿No es un amor este chiquito?
-No sé qué le ves a ese callejero...
Gaby deja el vaso sobre un mueble y se quita la sobaquera y la pistola. Ingrid se endereza, con el gato en brazos.
-¡Ay, Gaby! ¡Cómo sos!
-Te va a llenar de pelos...
-Tenés razón...- reconoce, y lo aparta de su vestido, dejándolo sobre el sillón. Ve la foto de Érica. La toma y la estudia.
-Che, yo a esta chica la conozco.
Gabriela se acerca, intrigada.
-¿Estás segura?
-Segura. El novio es amigo de una amiga mía. Estuvimos juntos festejando el fin de año. Él trabaja de barman en Caín, el boliche de los Monti. Es un divino, en una época, fue modelo.
-Mírala bien. ¿De verdad la conoces?- duda Gabriela.
-Sí, pará...- Ingrid saca de su cartera el celular- Tengo fotos de esa noche.
Ambas observan la pantalla, mientras pasan las imagenes. Al fin, Ingrid se detiene en la que está buscando.
-Mirá...
En la foto están Érica y su novio, abrazados y sonrientes, sentados en la mesa de un restaurant.
-Sí, no hay dudas...- concuerda Gaby- ¿Sabes dónde la puedo encontrar?
-No, pero tal vez él te lo pueda decir, si es que aún siguen saliendo.
Gabriela le devuelve el teléfono a Ingrid, toma el vaso de arriba del mueble y se bebe su contenido, caminando por el cuarto.
-Si me aparezco por lo de Monti, espero que valga la pena. Ahí, no soy bienvenida.
-Mi amiga no está en el país, sinó, le podría haber preguntado.
-Está bien, ya hiciste demasiado. Me ahorraste muchas horas de trabajo.
-Bueno, me alegra haber sido útil. ¡Yo me voy a la fiesta, que se me hace tarde!
Gira sobre sus talones, encarando hacia la puerta. Al pasar, acaricia al gato.
-¡Chau, bomboncito! - abre la puerta y sale taconeando- ¡Nos vemos, Gaby! ¡Suerte en lo de Monti!
Cierra. Gabriela se queda pensativa, con la foto de Érica en sus manos.


Ubicado sobre una avenida de doble mano, Caín se destaca a la distancia por su imponente fachada y su cartel de neón. Gabriela reduce la velocidad, dando un vistazo al lugar. En la puerta de entrada, el personal de seguridad mantiene a raya a la gente que se agolpa para ingresar. Junto al edificio, en el estacionamiento al aire libre del local, divisa una salida de emergencia que puede resultarle idónea para entrar. Estaciona más adelante y regresa a pie, sin llamar la atención. Enciende un cigarrillo, cruza la playa y aguarda cerca de la salida. No tiene que esperar demasiado. Un par de parejas salen, en busca de sus autos, sin advertir su presencia. Gabriela detiene la puerta, antes de que se cierre, y entra.




martes, 6 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado - 3º Cap.

Gabriela camina entre los escritorios, en la jefatura de policía. Casi nada a cambiado desde que la echaron. Los teléfonos sonando, el teclear en las computadoras, los viejos muebles. A su paso, algunos la reconocen y la saludan. Se dirige al cubículo de su ex compañero, cuando se lo cruza. Está apurado.
-Aguantáme, que en cinco vuelvo.
Se queda de pie, mirando cómo se aleja. Busca una moneda en su bolsillo, se aproxima a la máquina de café y marca una opción. Mientras espera que se llene el vasito, por detrás, se acerca Rinaldi, un policía veterano con dudosa reputación.
-Ese culito, ya no es lo que era- dice con sarcasmo-Por algo, dicen que el tiempo es implacable.
Gabriela lo mira de soslayo, retirando su café.
-Me habían dicho que fumigaron, pero parece que algunas ratas, pudieron escapar.
Rinaldi se ríe, metiendo una moneda en la máquina.
-A la única que vi escapar como rata de acá, fue a vos, Leonardi. ¿No querés echarle algo más fuerte al café? Seguro lo vas a encontrar muy liviano...
-No sé si sos un tipo de escuchar consejos, Rinaldi, pero tendrías que aprender a cerrar un poco la boca. Espero no perderme el día en que alguien, de este bando o del otro, te meta el balazo que te mereces.
-Yo diría que la que se tiene que cuidar sos vos, Leonardi. Más ahora, que ya no tenés chapa. La calle está jodida y a cualquiera se le puede escapar un tiro. Y no creo que encuentre a nadie, que te extrañe...
Rinaldi retira su café y se marcha, guiñándole el ojo. Gabriela se lo devora con la mirada, bebiéndose el suyo. Regresa El Negro y se acerca.
-¿Qué quería ese boludo?- pregunta, luego de ver desde lejos la situación.
-Lo mismo de siempre. Romper las pelotas.
-Es un mala leche. no le hagas caso. Seguíme que te muestro lo que encontré.
Lo acompaña hasta su cubículo.
-¿Por qué tanto secreto?
-A Rosales lo están extorsionando. Parece que no quieren que se postule. Y amenazaron de muerte a su hija. No quiere que trascienda, ni hacer la denuncia. Por los periodistas, y para que la policía no actúe de oficio.
-Bueno, para variar, esta vez te tocó un caso importante.
-Sí, ya me estaba cansando de atender a cornudos...
Llegan y el Negro se sienta frente a la computadora. Gaby se recarga contra el escritorio.
-¿Cómo lo conseguiste?
-Mejor ni te cuento. Te vas a reír y te voy a tener que pegar...
-¡Si serás boluda! ¡Cómo si no me conocieras!
-Por eso mismo lo digo...
El Negro se queda esperando que le cuente. Gaby no lo resiste.
-Me lo consiguió Pablo Herrera, su jefe de campaña. Él me hizo el contacto.
-¿Quién? ¿Pablo Herrera? ¿El mismo que...?
-Sí, ese.
El Negro no puede evitar reírse y Gabriela ,con fuerza, le da un puñetazo en el brazo. Él acusa el golpe, divertido.
-¡No te puedo creer! ¡Otra vez juntos!
-¿Por qué no la cortás, boludo, y me mostrás lo que averiguaste?- se enoja ella.
-¡Está bien! ¡Disculpame, no me pude aguantar!
-¡Para qué te habré dicho!
-¡Ya está, ya pasó!- dice él, reponiéndose- Escuchá esto, porque lo de Rosales, es sorprendente. Parece que el tipo salió de la nada. Huérfano, sin registros de quién lo crió. Fundó una empresa de catering y conoció a su esposa en un banquete. Ella, hija única, millonaria, y heredera del aserradero más grande del país.
-A eso yo lo llamo caer bien parado ¿no?
-¡Y cómo! Cuando el viejo Bracamonte se murió, pasó al frente del negocio y bueno, lo demás ya lo sabes. De más, está decir, que el tipo tiene habilidades. Digo, por lo rápido que trepó en política.
-¿Que más?
-Tengo esto para vos...- se estira y de un cajón, saca una carpeta, entregándosela a Gabriela.
Ella deja el café sobre el escritorio y la abre.
-Ahí está lo que pediste. La causa está cerrada y caratulada como suicidio. No hay indicios de que fuera otra cosa.
Gaby hojea en silencio. Toma la fotografía del cadáver de Celina y la estudia.
-¿No encontraste nada? ¿Alguna denuncia de maltrato o algo?
-Nada, libre de toda sospecha. Según el informe médico, la mujer abusaba de las pastillas, era depre, dormía y comía a cualquier hora y estaba hecha un trapo. Aunque, fíjate quién estuvo a cargo de la investigación...
Gabriela lo busca entre las hojas del expediente y comprende lo que intenta decirle.
-Somoza...
-Corrupto. Seguro que obvió algunas cosas.
-¿Y dónde está ahora?
-Jubilado. debe estar en algún bingo, gastándose la pensión.
-Esto, no nos lleva a ningún lado.
-¿Y a dónde querés llegar?
Ella le tiende la fotografía del cuerpo de Celina. El la mira, sin entender.
-Yo estuve en la casa de Rosales, pude ver el lugar desde dónde se tiró su esposa. El cuerpo cayó a una llamativa distancia de lo que es la línea de construcción...
-O corría por la azotea antes de saltar...
-O alguien le dio un empujoncito.
Ella saca de su bolsillo la foto de Érica y se la muestra.
-Mirá, esta es la piba. Le veo algo familiar y no se que es.
-Linda mina. Si queres, te puedo ayudar a buscar.
Gabriela le arranca la fotografía de las manos, sonriendo.
-¡No te hagas el boludo! ¿Queres? Fijate si podes encontrar el registro de las últimas llamadas de Celina, que acá no está. Apenas lo tengas, me avisas. Y la próxima, nos vemos en el bar porque, la verdad, el café de acá sigue siendo una cagada.
-Está mejor el que hago yo en casa. Cualquier noche, llégate. Y llevá una amiga.
Gaby se ríe, guardándose la foto y poniéndose de pie.
-Seguí soñando, Negrito.
El se recarga en la silla, riendo.
-¡Vos te lo perdés! ¡Y dale mis saludos a Pablito!
Ella se marcha, haciendo un gesto obsceno con el dedo.



domingo, 4 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado - 3º Cap

El Negro trabaja en su cubículo, tecleando en su computadora. Suena el teléfono fijo y atiende.
-Gómez...
-¡Qué voz de macho!- oye que dice Gaby- ¡No me contaste que habías cambiado de sexo!
Él se ríe, recostándose en su silla.
-¿Qué decís? ¡La reputa madre que te parió! ¿Dónde mierda te metiste, que hace días que no te veo?
-Estuve laburando, ¿qué te pensas?
-¡No me vengas con eso! ¡A otro con ese cuento!
Se ríen.
-¿Qué querés, Leonardi?
-Necesito un favor...
-¿Andas metida en algún quilombo?
-¡Nada que ver! Necesito que me busques un expediente y que no le digas una palabra a nadie.
-¿Sobre qué asunto?
-Sobre el suicidio de Celina Bracamonte de Rosales, la esposa del político ¿anotaste?
El Negro busca un lápiz y un papel.
-Ya va, ya va...- anota el nombre- ¿Para cuando lo querés a esto?
-Lo antes posible.
Consulta su reloj de muñeca.
-Dame, más o menos, una hora.
-Gracias, en una hora estoy por ahí.


Tacho pide limosna en su habitual esquina. Esa actividad es, en realidad, una fachada para su verdadera ocupación. Con la colaboración de un grupo de chicos, que conoce de las calles, tiene ojos y oídos en cada rincón de la ciudad. Nada se le escapa. Lo conoce todo aquel que busque información, incluso la policía.
Gabriela estaciona enfrente, se baja y cruza la calle. Antes de llegar, él ya advierte su presencia.
-Ah...La señorita Gabriela. Reconocería ese modo de caminar en dónde sea.
Gaby se para frente a él, con una sonrisa. Deja una moneda en la lata que cuelga de su cuello.
-No es fácil sorprenderte, Tacho.
-Ya son años...
-¿Se supo algo del Sordo?
-Nada. Debe estar escondido como una rata. Pero, tené un poco de paciencia y ya vas a ver, que en cualquier momento aparece. ¿Y vos? ¿En qué andas ahora?
-Necesito información sobre alguien, pero hay que ser discretos.
-No te preocupes por eso, yo me ocupo personalmente.
-¿Lo conoces a Efraín Rosales?
-El tipo que va para diputado ¿no?
-Ese mismo. Está recibiendo amenazas y existe la posibilidad de que su hija esté en peligro. Me contrató para que la encuentre, pero yo tengo mis dudas...Algo me huele mal.
-¿Qué querés saber?
-Todo lo que me puedas averiguar sobre él. Sus negocios, a quién soborna, con quién se acuesta, quienes son sus socios y lo que pueda estar escondiendo. Y lo necesito urgente, no tengo demasiado tiempo.
-Creo que en un par de días lo podría tener...
-Eso me sería de mucha utilidad. Apenas te enteres de algo, me llamás al celular, no importa la hora que sea.
-Estamos...
-Bueno, te dejo. Todavía me queda pasar por lo del Negro...
-Dale mis saludos.
Gaby comienza a alejarse. Se despide.
-Chau, Tacho. Se los voy a dar.
Cruza la calle al trote, esquivando el tráfico. Sube a su auto y arranca.


"GA.LI.LEO" Detective privado- Cap 2º.

Efraín y  Gabriela caminan por el parque, rodeando la casa. Pablo los sigue, a distancia.
-Ahí- dice él, deteniéndose y señalando hacia el techo- Ella subió a la terraza, justo ahí, y se tiró.
Gabriela levanta la vista, siguiendo su indicación.
-Como se imaginará, Érica resultó muy afectada. Luego del funeral, vagó por unos días por la casa, como un fantasma. Después, desapareció. No dejó una nota, se llevó un bolso con ropa y algo de efectivo. Y no volví a saber de ella.
-En parte, parece como si se hubiera sentido responsable por lo que pasó...¿Cómo era con su madre?.
-Muy apegadas...
-¿Y con usted?
-Yo diría que distante. Nunca fui un padre afectuoso. Su huida, no me sorprendió demasiado.
-¿Tiene alguna foto de ella? Para llevarme...
-Sí, por supuesto...
Efraín se vuelve hacia Pablo.
-Pablo, haceme el favor, y traeme la foto de Érica que está en mi oficina, sobre mi escritorio.
Pablo obedece, caminando hacia una de las entradas laterales de la casa y dejándolos solos. Gaby estudia la altura de la azotea y luego baja la vista, en torno a sus pies. Efraín la observa.
-¿De dónde dice que saltó su esposa?
-Desde ahí- vuelve a indicar.
Ella calcula con rapidez, parándose en un punto imaginario.
-La deben haber encontrado por acá ¿no?.
Efraín duda un instante, haciendo memoria. Luego, señala unos metros más atrás.
-No, un poco más allá.
Gabriela parece confirmar algo, íntimamente, dándose por satisfecha. Él lo nota, intrigado.
-¿Por qué lo pregunta? - quiere saber.
Pablo regresa con la foto en la mano y Gaby elude compartir sus motivos.
-Por nada. No me haga caso.
Efrían no que da muy conforme con su respuesta. Pablo interrumpe.
-Acá la encontré.
Se la alcanza a Gaby, que la estudia.
-Es de sus 15 años. No tengo nada más reciente- acota Efraín.
-Está bien. Me va a servir.
Un guardia sale de la casa y se acerca, con el teléfono en su mano.
-¡Señor! ¡Teléfono para usted!
Efraín se excusa, aproximándose al guardia. Toma el celular y atiende, alejándose un poco para tener privacidad. Gabriela enciende un cigarrillo.
-¿Qué te pareció?- pregunta Pablo.
-¿Acaso importa?- contesta, observando a Efraín desde lejos.
-Bueno, era solo una pregunta...
Regresa el dueño de casa, apurado. El guardia lo espera más allá.
-Surgió algo de urgencia y me tengo que ir. Gabriela...- extiende su mano- un gusto haberla conocido.
-Igualmente- responde ella, estrechando su diestra.
-Espero que encuentre a mi hija lo antes posible y podamos traerla acá, sana y a salvo. Pablo queda a cargo. Cualquier cosa que necesite, lo contacta a él y entre ustedes arreglan lo necesario. En cuanto a las llamadas, si se repiten, le avisamos de inmediato. Hasta pronto.
Suelta la mano de Gabriela y se marcha hacia la casa, acompañado por el guardia. Hablan entre sí, entran a la mansión. Pablo y Gabriela caminan hacia el auto de ella.
-¿Te queda alguna duda?
-No. Voy a necesitar que me consigas una lista de sus ex amigas, amigos o algún familiar que le pudiera haber dado asilo.
-Está bien. Te la voy a hacer llegar.
A lo lejos, escuchan el sonido de un helicóptero que se aproxima. Lo buscan con la vista y ven cómo el aparato se dirige hacia la casa y baja con estruendo en el patio trasero. Gaby pisa su cigarrillo, dispuesta a irse.
-En lo que respecta al dinero, mandáme a pedir lo que necesites- agrega él- Y al final, arreglamos tus honorarios.
Ella asiente, subiéndose a su vehículo.
-Y otra cosa - agrega Pablo- Tenemos plazo hasta el viernes para confirmar la candidatura...
-Eso es poco tiempo...
-Lo sé. Además, tengo que pedirte que seas discreta. Ni la prensa, ni la policía se tiene que enterar de este asunto.
-Por eso, no hay problema- dice Gabriela, encendiendo el motor.
-Bueno, estamos en contacto.
Ella arranca, despidiéndose con un gesto. Desde la ventanilla, ve como el helicóptero levanta vuelo y se aleja, con rumbo a la ciudad.