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miércoles, 30 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado - 2ª Cap.

Gabriela llega a su departamento. Tira las llaves sobre un mueble, su abrigo sobre el sillón y camina hacia su cuarto. Ahí se descambia y se da una ducha caliente en el baño.

Sentada en el sillón, descalza, vestida de entrecasa y con el cabello húmedo, mira televisión, mientras almuerza. El gato la observa, hambriento. Llaman a la puerta. De mala gana, se levanta a atender. Es Ingrid, su vecina. Alta, rubia, curvilínea. Modelo frustrada, supo adaptarse y exprimir su belleza trabajando para una empresa de acompañantes VIP, profesión que encaja a la perfección con sus gustos: glamour y dinero.
-Hola, Gaby. ¿Tenés algo para comer? Recién me levanto.
-Pasá y fíjate en la heladera.
Acostumbrada a llegar de improviso, entra como en su casa. Gabriela cierra y vuelve al sillón. El gato, ronronea en los tobillos de Ingrid, que se enternece.
-¡Qué adorable! ¡No sabía que tenías un gato!
-Apareció anoche, no se de quién puede ser...
Ingrid lo levanta, acariciándolo.
-¡Es un mimoso! ¿Cómo se llama?
-No sé, ya te dije que no es mío...
-¿Y no tendríamos que ponerle un nombre?
Gabriela continúa comiendo, sin prestarle demasiada atención.
-No creo que se quede mucho.
-Ya se me va a ocurrir alguno...
Se lleva al gato en andas hasta la cocina, mientras Gabriela sigue en lo suyo. Regresa con un yogurt y una cuchara. Suelta al animal y se sienta en el brazo del sillón, cruzándose de piernas.
-Este yogurt venció ayer...¿me hará algo?
-Probalo, no tengo otra cosa. Salvo que quieras un pedazo de milanesa y algunas papas fritas...
Ingrid rechaza el ofrecimiento con desagrado.
-¿Estás loca? ¡No puedo subir ni un gramo! ¡Se me van a ir todos mis clientes!
Clava la cuchara en el yogurt y lo degusta, aprobándolo.
-No será para tanto...-opina Gabriela.
-¡Si supieras con las pendejas que tengo que competir!
-Está bien, vos sabrás...
-Además, está mal que comas eso...¡fritura + fritura! ¡Ni se te ocurra darle eso al gato! ¡Lo vas a enfermar!
Gabriela se ofusca, mirándola con mala cara.
-Che...¿puedo seguir comiendo o vas a romper las pelotas por mucho tiempo más?
Ingrid se ofende, poniéndose de pie. Camina hacia la puerta, con el yogurt en la mano.
-¡Me voy! ¡Come tranquila! ¡Esta noche, te devuelvo la cuchara y paso a ver cómo está el gato!
Cierra de un portazo. Gabriela menea la cabeza. Enciende un cigarrillo, arrellanándose en el sillón. El gato la observa, maullando con suavidad. Ella se inclina hacia adelante, toma el plato y lo deja en el suelo. El gato se aproxima y devora las sobras.
-¡Ojo! ¡Ni se te ocurra decirle nada! ¿Estamos?
Suena su celular. Se levanta a buscarlo y atiende.
-Hola...
-Soy Pablo. Te llamo por lo de la reunión...¿podés venir?
-Sí, no hay problema.
-Anotá la dirección.
Gabriela toma lapiz y papel y anota.
-¿Te parece en una hora?
-En una hora estoy por allá.


La propiedad de Rosales ocupaba toda una manzana. Construida en un barrio apartado, de lujo, la rodeaba un muro de ladrillos y su único punto de acceso era un portón de rejas, dónde un guardia de seguridad, controlaba los ingresos. Gabriela detuvo el auto frente a él, identificándose.
-Gabriela Leonardi. Me esperan.
El guardia controla una planilla y asiente, abriéndole el paso. Franquea la entrada y conduce a través de un parque hasta estacionar frente a la majestuosa casa. Ahí, la recibe otro guardia, que la escolta hasta el interior de la mansión. Ella lo sigue, atravesando varias habitaciones, observando sin inmutarse el lujo del lugar. Acceden a un patio trasero, arbolado. Junto a la piscina, Efraín y Pablo beben un brandy y fuman un habano. El guardia la anuncia.
-Señor, la detective ya llegó.




martes, 29 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- Cap 2°.

La oficina de Gabriela carece de todo lujo. Un escritorio y un par de sillas, un archivero metálico, una máquina de escribir y una computadora obsoleta. Las paredes, descascaradas por la humedad que viene del baño del bar y la ventana, detrás de su silla, da a un patio trasero dónde se acumulan cajones de gaseosas, envases de cerveza, algunas mesas plásticas y varias sombrillas rotas. Antes de sentarse, cuelga el abrigo en un perchero y se quita la pistola, guardándola en uno de los cajones del escritorio, junto a una botella de whisky a la mitad. Luego, acomoda la fotografía enmarcada en dónde está posando con su hija, ambas sonrientes. Entra Felipe, el mozo, con su estampa de sepulturero. Sobre la bandeja, trae su café.
-Buen día, señorita Gabriela- saluda, con tono arrabalero.
-Buen día- responde Gaby, tomando asiento- Dejalo ahí, nomás.
Felipe deja el pocillo sobre el escritorio, inclinándose un poco. Cuando se endereza, olfatea el aire, arrugando la cara.
-Me parece que va a tener que ventilar un poco. Ya no distingo el baño de su oficina.
-Sí, fíjate, que me parece que un borracho vomitó frente a la puerta.
Felipe retrocede, abre la puerta y observa. Asiente con un movimiento de cabeza.
-Parece que sí. Alguno de los clientes de anoche, que no llegó hasta el baño...Pero no se preocupe, que apenas pueda, se lo hago limpiar. Con permiso.
-Gracias, Felipe.
El mozo está a punto de cerrar, cuando recuerda algo.
-¡Ah! ¡Me olvidaba! Temprano estuvo el señor Tacho, preguntando por usted. Dijo que iba a volver...
-Cuando vuelva, hacelo pasar.
-Como usted diga.
Se retira, cerrando. Gabriela se estira y atrae el pocillo de café hacia ella. Le agrega el azúcar y lo revuelve.
Suena el teléfono.
-Hola...
-Gabriela, soy Pablo. Te llamo por lo que hablamos...
-¡No me diste tiempo ni de pensarlo!
-No quiero presionarte, pero no podemos esperar más. Anoche, mientras estaba reunido con vos, hubo otra amenaza telefónica...
-Entiendo...- suenan golpes en la puerta- Dame un segundo...
Se aparta el auricular del oído, levantando el tono de voz.
-¡Pase!
Vuelve al teléfono, mientras la puerta se abre y entra Tacho, de gafas negras, valiéndose de un bastón para invidentes.
-Está bien, Pablo. Arreglá una cita y me avisas.
-¿A cualquier hora? Mira que mi jefe tiene una agenda apretada...
Tacho cierra la puerta y aguarda de pie.Es el informante de confianza de Gabriela. Morocho, de bigote, pelo largo y atado en la nuca,  abrigo raído y sucio, bufanda y guantes de lana .Sobre su pecho, cuelga una lata de arvejas, para las limosnas. De ahí, viene su mote.
-Cuando sea, estoy disponible.
Cuelga. Se dirige a Tacho.
-Pasá, Tacho, y sentáte. ¿Para qué golpeas?
El ciego se mueve con cuidado hasta la silla, la aparta y se sienta enfrente de ella.
-¡Qué tal, Gaby! Te escuché hablar y pensé que estabas con un cliente...
-¿Querés que te pida un café?
-No, gracias. Ya desayuné. Aunque me podrías convidar un cigarrillo...
Gaby le alcanza uno y se lo enciende. Tacho pita y exhala el humo. Ella se recuesta en su silla, bebiéndose su café.
-¿Se puede saber dónde estabas? Me tenías preocupada...
-¡Ah,eso! ¡Estuve unos días afuera! ¡Fuí a visitar a unos amigos míos en La Plata, excombatientes, como yo! Nada para alarmarse.
-Me podrías haber avisado.
-Es cierto, estuve mal...pero reconozco que me gusta cuando te preocupas un poco por mí.
Tacho se ríe. Gaby deja el pocillo vacío sobre el escritorio y enciende un cigarrillo, sonriendo.
-No abuses, además, siempre me haces falta.
-Lo prometo.
Ella abre el primer cajón de su escritorio y saca un sobre abultado. Lo arroja delante de él.
-Tomá, lo que te debo. Contálo, si querés.
-No hace falta- dice Tacho, tomando el sobre y guardándolo en su bolsillo- Hay confianza.
-¿Te enteraste de que lo soltaron al Sordo?
-Eso escuché...
-Anoche me hizo una cama y casi me liquidan.
-Mal bicho, ese Sordo. A mí también me la jugó fea una vez...
-Si te llegas a enterar dónde se esconde, pásame el dato enseguida, que le quiero hacer una visita...
-Con gusto, siempre y cuando, le des una por mí.
Se ríen. Tacho apaga el cigarrillo en el cenicero y se levanta para irse.
-Bueno, siempre es un gusto charlar con vos, pero no puedo quedarme. Ya sabés dónde estoy, por si me necesitas.
-Seguro.
Saca su bastón y se guía hasta la puerta.
-Nos vemos. Gracias por el cigarrillo.
-Chau, Tacho. Nos vemos.
Sale de la oficina y cierra la puerta.

lunes, 28 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado - Cap 2º.


Amanece. El cielo comienza a clarear. Las luces de la calle y los carteles luminosos se apagan. Los noctámbulos emprenden el regreso a sus hogares y la ciudad se despierta. Los puestos de diarios abren, los porteros lavan las veredas, los taxistas se reúnen en la parada de la esquina. El sol se asoma sobre el río. La gente se agolpa en los andenes del subte y las paradas de colectivos. El ritmo se intensifica en las peatonales y los accesos se saturan de vehículos. Comienza un nuevo día.


La Polaca, mujer obesa y de pelo rojizo, retira un cortado de la máquina de café. Lo deja sobre la barra, dónde el mozo lo acomoda entre los otros que tiene sobre la bandeja. Su local está concurrido y el murmullo de las conversaciones flota como el humo del tabaco, llenando cada hueco. Entra Gabriela, con cara de haber dormido mal.
-¡Bueno, que carita que tenemos hoy! - le hace notar La Polaca, con sarcasmo.
Gabriela le contesta malhumorada, sin detenerse, rumbo al fondo del local, dónde tiene su oficina.
-¡La misma de siempre, Polaca! ¿Qué decís? ¡Haceme llevar un café!
La Polaca, estirándose y apoyando los senos sobre el mostrador, le retruca de mala manera.
-¡A ver cuando achicamos la cuenta! ¿No? ¡Y acordate del alquiler!
Gabriela le da la espalda, despectiva.
-¡Sí, ya sé! ¡No rompás...!
Deja atrás las mesas del café y junto a la puerta del baño, se detiene frente a la de su oficina. Pegado en el vidrio rajado, un maltrecho cartel impreso, reza:  GA.LI.LEO - Detective Privado.
Saca su llave para abrir, se cruza con un ocasional cliente del café ,que sale del baño, y entra.

"GA.LI.LEO" Detective privado - 2º Cap.

Gabriela llega a su departamento, enciende una lámpara al entrar. Deja las llaves sobre un mueble y se quita el abrigo, tirándolo sobre el sillón. Cuelga la sobaquera, que contiene su pistola, en el perchero, de camino a la cocina. Abre la heladera y rebusca en su interior. Regresa al living con un sandwich sobre un platito y una lata de cerveza. Se sienta en el sillón, frente al televisor y apoya su cena en la mesa ratona que tiene enfrente. Enciende el aparato y el resplandor de la pantalla la ilumina. Muerde el sandwich, haciendo zapping. Se detiene en un programa político, dónde hablan de los posibles candidatos para las próximas elecciones. Entre las encuestas, Efraín Rosales se posiciona como favorito para ocupar una banca como diputado. Gabriela estudia su imagen, destapando la cerveza. De improviso, un gatito salta sobre el sillón, sobresaltándola. La mira y maúlla suavemente.
-¡Hey...!¿De dónde saliste vos?- le pregunta, con cariño.
El gato ronronea, hambriento. Gabriela comparte su cena con él.

Apoyada en el marco de la puerta del dormitorio infantil, con una mirada lánguida y una botella de whisky casi vacía colgando de su brazo laxo, Gabriela padece la ausencia de su hija. Hace un par de horas que cenó y no ha parado de beber desde entonces. Tambaleándose entra a la habitación y toma un conejo de peluche que hay sobre la cama. Lo estruja contra su pecho, besándolo en la cabeza. Apaga la luz al salir y cierra la puerta.

-¡¡DANA!!
Despierta, con un grito, de un sueño recurrente, en su cama, aún vestida. Sudada, tensa, con su respiración agitada. Su habitación está a oscuras, solo iluminada por el resplandor de la calle que entra por la ventana. Tarda un momento en comprender que fue una pesadilla. Mira alrededor, se ubica. Moquea un poco, abrazando el peluche de su hija. Vuelve a dormir.

domingo, 27 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado - 2° Capitulo.

Gabriela entra a su auto, se estira y quita el seguro de la puerta del acompañante. Pablo abre y entra, restregándose las manos heladas. Ella enciende un cigarrillo,baja la ventanilla y exhala una bocanada.
-¿Por qué no cerrás y encendés la calefacción?- se queja él- ¡Hace un frío de cagarse!
-No anda, además, si no te gusta te podes ir bajando.
Pablo se traga la bronca, levantándose las solapas del abrigo.
-Dale- apura ella- Decíme rápido que querés y no me hagas perder el tiempo.
-¿Oíste hablar de Efraín Rosales?
Gabriela niega con la cabeza.
-El político...- insiste Pablo- Sale mucho en televisión estos días.
-No veo mucha tele. ¿Qué le pasa?
-Está recibiendo amenazas, de manera anónima. Suponemos que es por lo bien que mide en las encuestas...
-¿Y qué tenés, vos, que ver con eso?
-Soy su jefe de campaña. Me encargó que encontrara a alguien que pueda investigar, y que sea discreto...
-¿Y qué dicen las amenazas?
-Que van a matarlo a él y a su hija, si no baja su candidatura.
Gabriela pita el cigarrillo, pensativa. Exhala el humo, en silencio.
-Nos urge solucionar este asunto- continúa Pablo- Tiene miedo que a su hija le pase algo, y tenemos que confirmar al partido si se postula o no.
-Mirá, yo te voy a decir qué es lo que me parece. Tendrían que ir con la policía, plantear el asunto y que intervenga un juez. A los dos le van a poner custodia y listo, todo resuelto.
-¡No seas cínica! ¡Si fuera tan simple, eso ya lo habría hecho!
-Entonces,¿cuál es el problema?
-Su hija se fue de su casa hace más de dos años, y no tenemos idea de dónde puede estar...
-¿Y qué les hace suponer, que los que lo amenazan, sí lo saben?
-No tenemos ninguna certeza, pero tratándose de su hija, no se puede arriesgar.
Gabriela medita unos segundos, mirando la calle vacía.
-¿Y qué tendría que hacer yo?
-Encontrarla lo antes posible. Y avisarnos dónde está.
-¿Solo eso?
El asiente con un movimiento de la cabeza. Hacen una pausa. Gabriela arroja la colilla del cigarrillo a la calle y Pablo baja su ventanilla, despejando el humo.
-Dejame que lo piense- pide ella- Llámame mañana y te contesto.
-Ok. Si aceptas el trabajo, seguro que mi jefe va a querer conocerte...
-Está bien, pero mañana vemos.
-En cuanto a nosotros, espero que esto compense lo que pasó y dejes de estar resentida conmigo...
Gabriela lo mira, con el ceño fruncido.
-No creo- dice, mientras enciende el motor- Bájate.
Pablo obedece, alentado por su tono de voz. Desciende y cierra la puerta. Está a punto de acotar algo, inclinándose hacia la ventanilla abierta, pero Gabriela arranca bruscamente y se aleja, dejándolo desairado.

"GA.LI.LEO" Detective privado- 2º Cap.

Gabriela entra al bar. El Gringo limpia unos vasos con un trapo mugriento, en uno de lo extremos de la barra, mientras mira los resultados del sorteo de la quiniela en el televisor. El local está vacío. Ella camina hasta la barra, se sienta en su banqueta y quitándose la gorra, enciende un cigarrillo. El barman se acerca.
-Gaby...
-Lo de siempre.
El viejo espejo que está detrás del mostrador, le devuelve el reflejo de su imagen descuidada, maltrecha. Con tristeza, no logra apartar la vista de sus propios ojos. El Gringo le trae su whisky, sacándola del trance.
-¿Podes creer que le erré por un número a la cabeza? ¡Eran como cinco lucas!
-Mala leche, Gringo. La timba es lo más hijo de puta que hay...
-Eso es cierto. ¡El boludo soy yo, que sigo tirando la guita...!
-Bueno, dicen que peor son las minas ¿no?.
El barman se ríe, mientras Gabriela se bebe su trago.
-Ni que lo digas...
Se retira a continuar con su tarea y cambia el canal, poniendo un noticiero. Gabriela pita su cigarrillo, observándolo. La puerta de entrada se abre y entra Pablo. Elegante, resuelto. Contrasta con el lugar. Se acerca a la barra y se sienta junto a Gabriela, que le da la espalda, mirando el televisor.
-¡Gringo!- pide- ¡Una cerveza!
El barman asiente con la cabeza, dándose por enterado del pedido. Gabriela lo ignora. Se termina su whisky, atenta al noticiero. Pablo se desabotona el abrigo, saca una cigarrera dorada de uno de sus bolsillos, enciende un cigarrillo y exhala la primer bocanada de humo.
-Hace rato que no te veía...
Gabriela lo mira de soslayo y vuelve su atención al televisor. No le interesa entrar en conversación.
-¿Como andas?
-Igual que siempre- contesta ella, cortante.
El Gringo deja una cerveza y un vaso frente a Pablo. Antes de retirarse, observa el vaso vacío Gabriela.
-Gaby, ¿te traigo otro?
Ella se levanta, buscando un billete en su bolsillo. Lo tira sobre la barra, ante la mirada de los hombres.
-No, mejor cobrame. Prefiero ir a tomar sola en casa, que estar mal acompañada.
Toma su gorra, su cigarrillo y pasa detrás de Pablo, que la mira con desconcierto.
-Chau, Gringo.
-Pará...-empieza a decir Pablo.
-Chau, Gaby. Cuídate.
La observan marcharse. Pablo se incorpora y paga. Con prisa, sale del bar, tras ella. La alcanza antes de que suba a su auto, cruzando la calle.
-¡Gaby! ¡Tengo que hablar con vos!
Ella lo mira, despectivamente, arrojando lejos la colilla.
-Yo no tengo NADA de que hablar con vos.
-Che, pará un poco...Solíamos ser amigos, ¿no?.
A ella, la frase le causa gracia.
-¡Solíamos!¿O ya te olvidaste de lo que pasó hace catorce años?
-¡Otra vez con lo mismo!- se ofusca él- ¿Cuantas veces tengo que pedirte perdón?
-¡Millones! - le grita ella- ¡No te va a alcanzar la vida!
Se desentiende de él, poniéndo la llave en la cerradura. Pablo se apoya en la puerta del auto, para que no pueda abrir.
-¡Pará! ¡Dejame hablar!
Ella lo empuja, rabiosa.
-¡No me rompas los huevos y salí! ¡Acordáte de que estoy armada!
Se miden unos segundos, agitados. Pablo tira la colilla al suelo y la aplasta, mientras dice:
-Tengo un trabajo para vos.

viernes, 25 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective Privado - Cap 2.

DOS AÑOS DESPUÉS.

Gabriela desciende, con agilidad, la escalera de cemento que conduce al garage subterráneo. Viste un joggins gris, zapatillas, gorra negra y cabello recogido. Antes de exponerse, se asoma con cautela, estudiando el lugar. Consulta su reloj para constatar la hora. Las 22,30. El sitio está casi vacío, pocos autos estacionados, tal vez quince o veinte. Un informante ,que recién salió de prisión, la citó ahí con la intención de venderle unos datos sobre un caso que está investigando. Camina por la línea que marcan las flechas amarillas, pintadas en el suelo. Los tubos fluorescente que funcionan, apenas iluminan el estacionamiento. Otros, se apagan y se encienden, alternadamente. Se detiene, no le parece prudente avanzar más.
-¡Sordo! - llama.
Espera y no obtiene respuesta. Tantea ,en el bolsillo del buzo, la culata de su revolver. Intuye que algo no anda bien. Levanta el tono de voz.
-¡SORDO!
En el fondo, contra el paredón, alcanza a ver movimientos. Alerta, avanza unos pasos, intentando distinguir quién está ahí.
-¡Deja de boludear y salí de una vez!
Le responden con disparos. Los fogonazos alumbran el lugar. Se arroja entre unos autos, sacando su arma. Responde el fuego, asomándose, pero una andanada de balas la obliga a resguardarse. Llueven, sobre su cabeza, los vidrios de las ventanillas alcanzadas por los proyectiles. Son tres los que la atacan, armados con una escopeta y pistolas. Recarga su arma, rodea el auto que tiene enfrente y se aproxima todo lo que puede. Desde ahí, vuelve a tirarles, hiriendo a uno. Cae de espaldas sobre el cemento, con una herida en la garganta. Los agresores, que no esperaban tanta resistencia, se amedrentan y sin cesar de disparar, recogen al herido y suben a una camioneta, con intenciones de escapar. Arrancan de manera abrupta y, al pasar, golpean adrede el auto dónde Gabriela se escuda. Cubren la huída bajo una rabiosa lluvia de balas y ella no tiene oportunidad de responder. Toman la rampa de salida, haciendo chirriar los neumáticos. Gabriela no puede impedir que se escapen. Se pone de pie, arma en mano, y sale de entre los autos agujereados. Parada en medio del estacionamiento, se inspecciona la ropa sucia y rasgada, puteando.
-¡Sordo y la concha de su madre!



"GA.LI.LEO" Detective privado- 1º Cap-

Gabriela estaciona frente al cementerio. Se baja del auto que era de su padre, un Dodge GTX 1969 color negro. Lleva un ramo de flores en la mano, sortea la entrada y camina por los pasillos, entre las lápidas de las tumbas al ras del suelo. El lugar está vacío. Deambula un rato, hasta encontrar el lugar dónde descansa su hija. La observa, incrédula. No puede asimilar lo que sucedió. En la inscripción, se lee: Dana-Amada hija-Angel de Dios- Nunca te vamos a olvidar- (2002-2008). Se cubre la boca con la mano, gruesas lágrimas asoman por debajo de sus gafas oscuras y ruedan por sus mejillas. Siente que no puede soportar más tiempo de pie y se arrodilla, apoyándose en la lápida. Temblando, deposita las flores favoritas de Dana con delicadeza. Llora, sin consuelo.

Está atardeciendo cuando Gabriela regresa a su departamento, por primera vez desde el accidente. Entra cojeando al living y trae en su mano unas bolsas de supermercado. Cierra con llave. Deja las bolsas sobre el sillón, frente al televisor, y se dirige hacia la habitación. Corre las cortinas, para que entre el sol. Se quita el abrigo y el revolver de la cintura, arrojándolos sobre la cama. Sale de la habitación, toma las bolsas y pasa a la cocina. Ahí, saca de entre las compras una botella de vodka y dos de whisky. Toma un vaso y regresa a la habitación, sentándose en un extremo de la cama. Destapa una botella y se sirve. Comienza a beber con la vista extraviada, mirando los techos por la ventana.

Han pasado las horas y Gabriela no se ha movido. Continúa embriagándose en su habitación, mirando el cielo nocturno por la ventana. Sobre la cama, una botella de whisky sin abrir y en el suelo, entre sus pies, dos botellas vacìas y un cenicero repleto de colillas. El cuarto está a oscuras. Pita el cigarrillo y la brasa se pone incandescente por un momento. Tiene los ojos colorados por el llanto y el humo del tabaco. Intenta beber, pero el vaso está vacío. Tantea a sus espaldas, buscando la botella de whisky ,y encuentra su arma. La toma y se la queda mirando. La amartilla. Sin titubear, se lo lleva a la boca y con un grito ahogado, aprieta el gatillo. La bala no se dispara. Rompe a llorar. Arroja lejos el revolver, con furia, impactando en el espejo. Se hace añicos, con estruendo. Se deja caer en la cama, aullando de la desesperación.

jueves, 24 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- Cap 1°.

Un par de semanas después,  Gabriela, vestida y sentada en una silla de ruedas, aguarda el alta médica para retirarse del sanatorio. Su rostro aún conserva rastros del accidente. Con tristeza, observa la calle desde la ventana. Entra El Negro, que la mira desde la puerta.
-Gaby...
Ella no le responde, ni se vuelve.
-Dice el doctor que ya podes irte...-da unos pasos, hacia el centro de la habitación- Además, me recomendó un terapeuta de su confianza.
Gabriela sonríe, con amargura.
-¿Para qué? ¿Que puede hacer, para que me sienta mejor? ¿Revivirla?
-El te puede ayudar...
Ella se vuelve hacia él, con los ojos húmedos, llenos de rabia.
-¿Acaso me va a devolver mi trabajo? ¡Decíme! ¿En que me puede ayudar? ¡Vos no entendés que mi nena se murío, que yo la maté, por estúpida, por borracha!
Rompe a llorar, cubriéndose la cara con ambas manos.
-¡Si era lo que más quería en mi vida!¿Cómo no fui capaz de cuidarla? ¿Cómo?
El Negro se aproxima y se agacha a su lado, consolándola. Ella lo abraza con fuerza.
-¡Ay, Dios mío, qué voy a hacer! ¿Por qué tuvo que morirse ella? ¿Por qué, Dios mío? ¿Por qué?.
El trata de calmarla, mientras llora, sin encontrar consuelo.

Sentados en una mesa de un bar, Gabriela y su amigo toman un café y fuman un cigarrillo. Ella está ausente, mirando hacia afuera.
-¿Qué pensás hacer?
Ella sale de su estado, mirándolo. Demora unos segundos en contestar.
-No sé.
-¿Te sentís bien?
-Un poco débil, nada más. No te preocupes.
Hacen una pausa. El trata de descifrar en qué piensa ella.
-Si necesitas algo de guita, no tengo mucho, pero te puedo prestar. Y si te hace falta el auto, bueno, ya sabés, ni te lo tengo que decir...
-Gracias, pero tengo unos ahorros, un tiempo puede tirar con eso. Por lo otro, voy a usar el auto de mi
viejo. Hace unos años que mi primo lo tiene guardado en su taller. Ya le avisé que más tarde lo paso a buscar...
Vuelve a hacer una pequeña pausa, contemplando la calle.
-¿Sabes lo que me dijo Mauricio?
-No, ¿cuando?
-Esta mañana, cuando llamé desde el sanatorio a su celular...
Ella sigue abstraída, viendo hacia afuera. Demora en contarle.
-¿Qué dijo?
Lo mira, dolida.
-Que no lo volviera a llamar, que no soportaba escuchar mi voz.
Los ojos se le humedecen, mirando a su amigo.
-¿Vos podes creerlo?
El Negro no sabe que responder. Le toma la mano por sobre la mesa y se la aprieta.
-Ya se le va a pasar, cuando recapacite. Vos, trata de estar bien.
Ella se enjuga una lágrima, mirando en torno.
-Mejor, pedí la cuenta, así nos vamos.
El asiente, buscando al mozo con la vista y llamándolo con su mano en alto.


Salen del café y caminan hacia el auto del Negro. Gabriela lo hace con dificultad. Entran, cierran las puertas y él enciende el motor.
-Haceme un último favor y llévame a buscar el auto a lo de mi primo.
-Como quieras.
El arranca y, mientras maniobra, le señala la guantera.
-Acordáte que ahí, están tus cosas.
Gabriela abre el compartimiento y saca unos lentes negros, que se coloca, un atado de cigarrillos y un encendedor, que guarda en su bolsillo, y un revolver calibre 38. Abre el tambor, comprueba que está cargado, lo cierra y se lo calza en la cintura. Continúan andando, en silencio.

miércoles, 23 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective Privado - 1° Cap.

Gabriela escucha una voz insistente, que la incita a reaccionar. Entreabre los ojos pero está muy débil para responder. Puede ver que está acostada y que una médica joven le ilumina las pupilas con una linterna.
Junto a ella, un enfermero prepara una jeringa.
-¡Señora! ¿Me escucha? -repite la doctora.
Se vuelve hacia el muchacho.
-Joaquín, fijate y decíme como se llama.
El enfermero toma la planilla y le responde con rapidez.
-Gabriela...
La médica levanta el tono de voz, dirigiéndose a ella.
-¡Gabriela! ¿Sabes dónde estás? ¡Tuviste un el accidente !¡Te vamos a llevar al quirófano!¡ Quedate tranquila, que estás en buenas manos...!
El enfermero le aplica la inyección en el brazo. Gabriela balbucea debilmente.
-Mi nena...
La doctora se acerca, intentando oir. Consulta con el enfermero.
-¿Qué dijo? ¿Vos entendiste?
El muchacho niega con la cabeza. Entra una enfermera y trae unas placas.
-Doctora, acá tiene las radiografías. Y ya está listo el quirófano.
La médica toma las placas. Por lo bajo, le hace una pregunta a la recién llegada.
-¿Ya llegó algún familiar de la nena?
La visión de Gabriela se pone turbia. La doctora saca las placas del sobre.
-Recién llegó el papá...
Hace un esfuerzo por mantenerlos abiertos, mientras la doctora estudia las radiografías contra la luz del tubo fluorescente.
-¿Ya lo sabe?
La enfermera mira a Gabriela con pena.
-La policía le debe estar informando, ahora mismo...                                                                                 Gabriela se sume en penumbras. La doctora deja las placas y la observa.
-Mejor, así me ahorro el mal momento...
-Creo que ya está totalmente sedada - dice el enfermero.
-Dale - concuerda la doctora- vamos a llevarla.
-Vamos.


El Jefe de Policía, con un andar cansino, atraviesa la puerta del sanatorio y se acerca al mostrador a pedir información a la recepcionista.
-Estoy buscando a Leonardi. Tuvo un accidente.
La mujer teclea con rapidez, mirando el monitor de la computadora.
-Acá está. Leonardi, Gabriela Liliana. Ingresó hace dos días. Habitación 22. Solo un familiar o allegado, no se permiten visitas.
El jefe toma un caramelo de un platito y lo empieza a pelar con calma.
-Soy su jefe- dice inmutable- Solo quiero ver cómo está.
Se lleva el caramelo a la boca y deja el envoltorio en la ventanilla, sin dejar de mirar a la recepcionista, que incómoda, no acota nada más.
-La veo y me voy.
Le da la espada y se aleja hacia el ascensor.


Por la ventana de la habitación, entra un sol radiante. Gabriela sigue inconsciente, con suero y mascarilla de oxigeno. Varios cables la unen a una máquina, que monitorea su estado. Su cabeza está vendada y en su rostro, hay rastros de los golpes que recibió. El Negro, con barba de varios días, está sentado en una silla frente a la cama. La observa, esperanzado. Escucha golpes en la puerta y entra el jefe, en silencio. Cierra y se queda de pie, mirándola con pena. Trae un papel en su mano.
-¿Alguna novedad? - pregunta.
-Nada, todo igual.
El jefe se acerca a uno de los lados de la cama. Menea la cabeza.
-Yo, por desgracia, no traigo buenas noticias.
Se vuelve hacia El Negro. Levanta la mano y le muestra el papel que trae, apesadumbrado.
-El análisis de sangre, que le hicieron al llegar acá, dió positivo. Le van a abrir un sumario. Le encontraron alcohol en la sangre. Mucho. Y estando en servicio.
Mira a Gabriela, incómodo. Tira el papel sobre la mesita que está al lado de la cama.
-No creo que conserve el trabajo...
Se vuelve y camina hacia El Negro, que no ha dicho una palabra.
-Notifícale, cuando se despierte. Y cualquier cosa, me avisas.
El Negro asiente, viendo como el jefe se retira, cerrando con cuidado.

lunes, 21 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective Privado - 1° Cap -

El Gringo mira una carrera de caballos en la televisión, mientras pasa un trapo sobre la barra, con un cigarrillo colgando de los labios. El bar está casi desierto, solo hay un par de mesas ocupadas, contra el escaparate. Entra Gabriela con prisa y se dirige hacia la barra, sentándose en una banqueta. El Gringo se acerca a atenderla.
-Hola, Gringo. Servíme uno que estoy apurada.
El barman obedece. Trae un vaso, la botella de whisky y comienza a servir. Gabriela enciende un cigarrillo, mirando sin interés la pantalla del televisor.
-Desde que te divorciaste, estás tomando más que antes. Y a cualquier hora - le llama la atención el barman- ¿No tendrías que estar en la jefatura?
-Sí, pero el Negro me cubre, hasta que vuelva.
Le alcanza el vaso y ella se lo bebe de un trago, complacida. Deja el vaso vacío sobre la barra, consultando el reloj de pared.
-¿Ese reloj anda bien?
Le hace señas al barman para que se lo llene otra vez.
-Dale, servíme otro para el camino, que se me hace tarde.
El Gringo obedece, de mala gana.
-¿Y se puede saber, adónde vas con tanto apuro?
-Voy a buscar a mi nena al colegio.
Gabriela se bebe el segundo whisky de un trago, arrugando la cara. Toma el cigarrillo y se pone de pie, despidiéndose mientras camina hacia la salida.
-Chau, Gringo. Ponelo en mi cuenta.
-Chau, Gaby. Cuidate.
Ella sale. El barman recoge el vaso, el cenicero y pasa el trapo a la barra.


Gabriela sale del bar, da unos pasos hacia su auto y tiene que detenerse. Se tambalea un poco, aturdida. Logra mantener la compostura y con lentitud, llega hasta la puerta del auto, la abre y se sienta detrás del volante. De a poco, se repone del mareo. Pasan unos minutos, enciende el auto y arranca.


Dana, aguarda sentada en la escalinata de ingreso al colegio. Es la única alumna que quedó sin retirarse. Con fastidio, ve llegar el auto de su madre. Se vuelve hacia la puerta del colegio, levantando la voz.
-¡Seño! ¡Ya llegó mi mamá!
Del interior del colegio, surge una maestra. Le da un beso en la mejilla y se despide, al ver estacionar a Gabriela.
-Chau,querida. Hasta mañana.
-Hasta mañana, seño.                                                                                                                                    Dana baja los escalones, arrastrando su mochila. Desde el auto, Gabriela saluda a la maestra con un ademán de su mano y esta le corresponde. Dana rodea el auto, se sube adelante y arrancan.
-Hola, mami.
-Hola, chiquita. ¿Cómo te fue hoy?
-¡Bien! ¡Tomamos la leche, hicimos unos dibujos...! ¿Querés que te los muestre?
-Dale, seguro que te salieron hermosos...
Dana abre el cierre de la mochila, saca una carpeta, busca los últimos dibujos. Gabriela intenta mantener la atención en el tráfico, aunque aún padece un ligero mareo.
-Y, me salieron más o menos...
-¿Por qué decis eso?
Al fin encuentra los que busca, se los muestra.
-Eran difíciles. Había que pintarlos con témpera...
Un auto les toca bocina, adelantándose con imprudencia. El tráfico se intensifica.
-¿A verlos? Pero, ¡están muy buenos! ¿Segura de que los pintaste vos solita?
Se acercan a un cruce de avenidas y el semáforo está en verde. El auto que tienen adelante acelera para lograr pasar. Junto a ellas, una camioneta con furgón, les tapa la visión del lado derecho de la calle. El semáforo cambia a luz amarilla y Gabriela no se percata de ello, entretenida con su hija.
-Y, un poco, me ayudó la seño...
-Ya me parecía...
-Má, papá, ¿por que no vino?
El semáforo se pone en rojo.
-Tenía una reunión...
La camioneta con furgón clava los frenos, haciendo chirriar las gomas. Gabriela, con la visión tapada por el otro vehículo, sigue su marcha y cuando adelanta a la camioneta, un camión repartidor de gaseosas que viene por la derecha, las embiste con violencia. Estallan los vidrios, gritan, vuelcan. Luego, todo se oscurece.

domingo, 20 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective Privado - 1° Capitulo.

Gabriela trabaja en su computadora, sentada detrás de su escritorio, en su cubículo. La actividad en la Jefatura de Policía es normal y está abocada a terminar unos informes pendientes. La pantalla refleja sus agradables facciones, favorecidas por el cabello recogido. Es una mujer joven, elegante y capaz.
El Negro, su compañero de patrulla, se asoma con una sonrisa y la distrae de su tarea.
-¿Dónde habrán quedado esos tiempos? ¿No?- le pregunta.
-¿Qué tiempos? ¿De qué hablas?
-En los que subíamos a las patrullas y corríamos a los malos a los tiros...
Ella se recarga en el respaldo de la silla, encogiéndose de hombros con una sonrisa.
-No sé, en la era de los westers, creo. Ahora, nos la pasamos llenando papeles, las leyes favorecen a los chorros y la gente nos cree incapaces...
-¡Qué mal! - se lamenta él- ¡La verdad, es que me deprime hablar con vos...!
El Negro amaga con retirarse.
-Y espera a ver lo que te va a tocar de jubilación...
El termina por irse, turbado. Gabriela vuelve a su teclado, sonriendo. Suena el teléfono y atiende con rapidez.
-Gabriela Leonardi...
-Gaby, soy yo - dice Mauricio, del otro lado de la línea, de pie en su oficina, juntando con apuro los papeles que están sobre su escritorio- Surgió una reunión de último momento y no puedo retirar a Dana de la escuela.¿Vos no podrías ir a buscarla?
Gabriela, se molesta con su ex marido.
-¡Es increíble! ¿Ni siquiera una tarde podes dedicarle a tu hija? ¡Ella espera, con muchas ganas, poder verte!
-Si no fuera una emergencia, no te lo pediría. ¡Entendeme!- insiste Mauricio, apilando sus papeles.
Ella da un vistazo rápido a su reloj, consultando la hora.
-¡Si la semana pasada, hiciste lo mismo! ¿Qué es lo que tengo que entender? ¡A Dana le podes hacer el verso, pero yo, ya estoy grandecita...!
-Gaby, no empieces con el sermón...¡Haceme el favor de ir a buscarla, que después, se lo compenso de alguna forma!
-Está bien - accede ella-¡Pero espero que ,esta vez, cumplas! ¡Y acordate que, yo también, estoy trabajando!
-Gracias. Dale un beso de mi parte- se despide él, colgando. Un compañero suyo se presenta en la puerta de la oficina, ansioso.
-¿Vamos?
Mauricio le pide un minuto con un gesto. Levanta el maletín del suelo, guarda los documentos en él, toma su saco del respaldo de la silla y se lo pone.
-Ahora sí- dice, recogiendo el maletín- Vamos.
Gabriela, por su parte, cuelga el teléfono, apaga la computadora y se levanta de su silla, dirigiéndose hacia el cubículo dónde trabaja el Negro.
-Negro...
El se vuelve, interrogándola con la mirada.
-Tengo que salir. Cubríme, por si alguien me busca...
El Negro asiente.
-Dale, yo me encargo.
-Gracias.
Da media vuelta y se encamina hacia la salida. Cuando gana la calle, sube a su auto y arranca sin demoras.

"GA.LI.LEO" Detective Privado- 1° Capítulo.

La mujer, ataviada con un camisón y con los pies descalzos, sube la escalera a la carrera. Con pavor, vuelve la cabeza a intervalos, buscando con la vista a su perseguidor. Siente que está cerca, puede escuchar su respiración agitada. Continúa su ascenso, hasta alcanzar la puerta que da a la terraza. La abre de un empujón, sin detenerse. Accede al techo y el resplandor del sol le lástima los ojos. Mira en torno, buscando una salida. No la encuentra. Está atrapada. Temblando, puede anticipar la presencia que está por emerger del hueco oscuro de la escalera. Intenta pensar con rapidez, pero está demasiado aturdida. Emprende la carrera, en línea recta, hacia la cornisa. Sin emitir sonido, salta. Su cuerpo surca el aire y cae desde el techo, estrellándose en el jardín que rodea la mansión. Los huesos se quiebran y quedan expuestos; el cráneo se parte;la sangre se esparce por la senda de baldosas. Con un espasmo, se entrega a la muerte.
Desde lo alto, una figura oscura observa el desenlace, sin inmutarse.

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