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jueves, 31 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros - Fin del primer capítulo.

Hugo recibe de Esteban la botella de vino y la sostiene en sus manos, con una sonrisa.
-¿Para qué te molestaste,hijo? Yo ya tenía...
Aprecia la etiqueta.
-¡Ah, pero éste es mucho mejor! ¡Vení, pasa a la cocina que buscamos unos vasos y lo destapamos!
Esteban sigue a su padre, que le indica dónde están los vasos, mientras levanta la tapa de la olla y prueba el guiso humeante.  Agrega sal y un poco de pimienta.
-Acomódate, que dentro de un rato, ¡te vas a chupar los dedos!.
-Eso no lo dudo, la habilidad que tenes para la cocina, es un don que yo no heredé.
-A mí me viene de la abuela. Es la sangre italiana...
-Bueno, parece que se salteó una generación, entonces.
-Puede ser...¿querés ir picando algo? Hay salame y queso...
-No, así está bien. Lo que no encuentro, es el sacacorchos...
-Fíjate en el bar, debe estar allá.
Esteban sale de la cocina por la puerta que conecta la casa con el local. Enciende la luz y los tubos fluorescentes vacilan un instante antes de encenderse. Las persianas están bajas y el lugar está en silencio. La quietud de las cosas, lo estremece. Toma un sacacorchos del cajón de los cubiertos, apaga la luz y sale.
-¿Estaba...?
-Sí, acá lo encontré.
Clava el corcho, lo enrosca y lo extrae con fuerza, sacándolo de su inercia.
 
                                                               ..............................................

 Hugo espera que Esteban se lleve la cuchara a la boca y le dé su veredicto. Esteban mastica y esboza una sonrisa.
-¡Hum...!¡Sí que está bueno, papá!
-¿Viste? ¡Todavía no le pedí la mano!
-¡Pero quema como la puta madre!
-Ah, eso sí.
Esteban toma un sorbo de vino, aliviado.
-¿Cómo encontraste todo? En la casa, digo.
-Demasiado bien...pensé que iba a ser peor.
-¿Vas a necesitar ayuda? Conozco a unos albañiles macanudos, podríamos llamarlos...
-No va a hacer falta, solo me las arreglo.
-Como a vos te parezca, pero si es por la plata...
-No es por eso, la verdad, necesito mantenerme ocupado.. y.lo voy a hacer con gusto, no te preocupes.
Comen, beben. Hugo le sirve más vino.
-Lo que si encontré cambiado es al barrio...
Su padre lo mira, sin entender.
-Lo digo por el super chino...
-¡Ah...! ¡Son una plaga! ¡Mientras no se les ocurra andar abriendo bares, también!
Se ríen. Esteban se termina su plato.
-¿Querés que te sirva otro? ¡Hice como para un regimiento!
-¿No me caerá mal?  La verdad, es que está muy bueno...
-¡Dale! ¡Te sirvo y destapamos una segunda botella!
-¡Y dale, total, quién se va a quejar si la casa está vacía!

                                                            ........................................
Esteban entra a la casa, cruza el patio iluminado, va hacia la cocina. Sale al rato con un vaso de agua, en dirección a su habitación. Vuelve a salir al patio, en camiseta, y entra en el baño, dónde se lava los dientes y se refresca la cara. Apaga las luces y solo queda iluminada su habitación, dónde se apresta a dormir. Lee una página del libro que tiene en su mesa de noche, hasta que el sueño comienza a vencerlo.
Apaga su luz y la casa queda en penumbras y en silencio. Transcurren unos minutos, hasta que resuena un pedo y el sonido del elástico de la cama, mientras Esteban exclama:
-¡La puta, con estos garbanzos!


martes, 29 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros - Continuación.


Esteban camina con sus valijas por la acera, rumbo a la casa. Lo detiene una anciana, que lo reconoce y lo saluda con afecto. Continúa, aún le restan unas cuadras. Al llegar, observa con desaliento el mal estado de la fachada. Revoque caído, pintura descascarada, grietas en las aberturas de madera y la base de la persiana del local, corroída por el óxido.
Busca las llaves, comienza a probar de a una hasta dar con la que abre. Entra. Junto a la puerta de entrada, encuentra la llave del gas y la caja de la luz. Los conecta. Ya en el patio interno, cubierto por una parra de uvas verdes y pequeñas, pasea la vista y dejando las valijas sobre las baldosas, se dispone a abrir las puertas. Comienza por la de la cocina, sigue por la del comedor, el baño, el lavadero y las dos habitaciones de abajo. Escoge la primera, abriendo la ventana y la celosía para permitir que entre el aire. Comprueba que funciona la luz, aporrea un poco el colchón y arma la cama con un juego de sábanas que encuentra en el ropero. Sube las valijas a la cama, las abre y cuelga la ropa en las perchas vacías. Sobre la mesa de noche, acomoda el reloj despertador, un libro, sus lentes y una radio vieja. Deja un par de zapatos en un rincón, cuelga un crucifijo en el respaldo de la cama y  se queda mirando con tristeza unos minutos el portarretrato de su esposa, antes de apoyarlo con cuidado sobre la cómoda.
En el baño, controla que la lámpara encienda. Abre el botiquín. Coloca su desodorante adentro, una brocha y una máquina de afeitar a hoja, jabón y perfume. Cuelga un par de toallas. Comprueba que sale agua de la canilla. Busca y no encuentra papel higiénico. Apaga la luz y cierra la puerta.
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Parado frente a la góndola del supermercado, toma un paquete de papel higiénico y lo mete al carrito, junto a un paquete de yerba, azúcar, sal, vinagre, aceite y  un rollo de papel para cocina. Empuja el carrito por los pasillos y se detiene frente a la góndola de los vinos. Toma algunas botellas, se coloca los lentes, lee las etiquetas, arruga la cara con algún precio. Al final, se decide por una.
En la caja, se enfrenta al impasible rostro de una anciana oriental y a una sonriente joven de ojos rasgados, que pasa los productos y le cobra.

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Esteban llega a su casa cargando un par de cajas con mercadería, acompañado por un joven chino que acarrea un par de cajas más. Abre la puerta del frente y le hace señas al chico para que lo siga.
Ya en el interior, deja su carga sobre la mesita de jardín, bajo la parra.
-Dejalo ahí nomás...
El otro hace lo que le indica, observando con admiración la casa, mientras Esteban rebusca en sus bolsillos un billete.
-Casa glande, vieja....
-Sí, era de mis abuelos...
Saca un billete de dos y se lo extiende.
-Tomá, gracias.
El chino lo mira, desencantado.
-¿Dos?
-¿Qué? ¿Es poco?
-¡Diez!- dice el chino, reforzando lo que dice con los dedos de ambas manos.
-¿Diez mangos? ¿No te parece mucho?
-¡Diez!
-Mierda, no sabes hablar, pero sí te sabes hacer el día ¿no?.
El chino sonríe, sin entender. Esteban le da un billete de diez y se retira agradecido.
-Sí, sí, andá nomás.
El chino deja la casa y Esteban cierra con llave, volviendo al patio y recogiendo de a una las cajas, las va llevando a la cocina, dónde se pone a surtir de mercadería a las alacenas. De entre las compras, aparta lo necesario para prepararse unos mates, pone la pava y termina de desarmar el pedido.

domingo, 27 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros - Continuación.

-¿Hay más?
-Yo pensaba, que mientras laburás ahí, podríamos ir acondicionando la casa y en algún momento, volver a alquilarla.Con eso, sumado a lo otro, ya es otro cantar...
-Después de lo que renegaste para sacar a los últimos inquilinos, ¿todavía querés volver a alquilar?.
-Yo estaba pensando en armar algo así como una pensión, ¿viste?. Algo para gente sola. Así aprovecharíamos todas las habitaciones, hasta las del piso superior. ¡Nada de chicos, ni mujeres! Una pensión para hombres, ¿qué te parece?.
-Tan descabellado no es. Y yo podría vivir ahí.
-Seguro, si es lo que querés. Lo que sí, te aviso, le hace falta bastante trabajo...
-Eso es lo de menos. Yo me doy maña...
-Bueno, pensálo tranquilo, es una posibilidad...
-Y sería un nuevo comienzo...
-¿Todavía te acordás de cómo arreglar una bici?
-¡Cómo no! ¡Con las horas que me pasaba ayudando al abuelo!
-¡Je! ¡Me acuerdo! ¡Yo te quería para mozo y él te quería de aprendiz!
-Y yo arranqué como vendedor de Remington. Ni una cosa, ni la otra.
-Estabas en tu derecho a elegir. Además, ganabas bien.
-Sobre todo me gustaba andar. Lo malo era que nos movíamos en colectivo ¡y llevábamos una máquina de muestra! ¿Sabes lo que pesaban esas máquinas de escribir? ¡Cuando me acuerdo, me empiezan a doler los brazos!
Se ríen, meneando la cabeza. Afuera va cayendo la noche, sus rostros se reflejan en el escaparate.
-¿Sabes con quién estuve hablando ayer? Con el Ruso.
-¡El Rusito! ¿Qué, anduvo por acá?
-No, llamó por teléfono. Estuvo intentando ubicarte, por lo de Teresa. Parece que se enteró tarde y quería darte el pésame.
-La verdad, me extrañó no verlo en el velorio...
-Y me contó que se vuelve, que la mujer lo abandonó.
-¡No me digas! ¡Y pensar que largó todo para irse con la mina a Tucumán!
-Sí, y me sonó como que estaba medio en bolas, como sin saber para adónde agarrar. Le dije que nos venga a ver, cuando llegue. Una manito nunca le vamos a negar.
-No, por supuesto. Me imagino cómo estará, pobre Rusito, ¡qué momento de mierda!
-A lo mejor nos puede ayudar. Con lo de la casa, digo. Es medio bruto, pero trabajó muchos años de albañil.
-Cierto, no vendría nada mal.
Se abre la puerta del local y se vuelven. Entran Manuel y Tono, amigos y clientes de Hugo. Se alegran cuando ven a Esteban.
-¡Teban!
Se arriman a la mesa, Esteban se pone de pie, lo abrazan.
-¡Tono! ¡Cuánto tiempo!
-¡Pibe!
Manuel, que lo aprecia, lo abraza con fuerza. Se separan apenas y lo reconforta con palabras de aliento.
-Querido, mi más sentido pésame. Ya sabés, cualquier cosa que necesites, contá conmigo. Ya vas a ver cómo todo va a estar bien. Todos los que te queremos, vamos a estar con vos. ¿Tamos?
Le da unas cachetaditas cariñosas en la mejilla, sonriendo.
-Gracias, Manuel. Te lo agradezco.
-Y bienvenido al barrio de nuevo. Ya vas a ver lo bien que lo vamos a pasar.
-Ustedes nunca cambian...
Tono se ríe, jocoso, acotando.
-¿Y para qué? ¡Si así estamos bárbaro!
Hugo se ríe, mientras Esteban se sienta y los recién llegados arriman un par de sillas a la mesa.
-Bueno, tan bárbaro ya no se te ve...-dice Hugo- ¡Si pareces una pared mal revocada!
Tono lo mira, luego busca una respuesta en la cara de los otros, que justifique la agresión hacia su persona.
-¿Y a éste boludo, qué le pasa? ¡Ni que fuera Alain Delon!
-¡Tiene razón, el Tono! ¡Mejor que vayas y enciendas algunas luces, viejo miserable, que ya casi es de noche...!
-Miren, con la miseria que ustedes gastan en mi boliche, ¡se merecerían alumbrarse con un par de velas!
-Mejor, así al menos no tendríamos que verte la cara de vinagre que tenes...!
-¡Esa, la tengo porque encima que pijotean, anotan!
Se ríen. Esteban se divierte.
-Dale, Huguito, prepáranos un par de Gancias...
-Yo quiero un Cinzano...
-Bueno, un Gancia y un Cinzano.
Se levanta, se aleja hacia la barra.
-¡Y un platito de maní, que esta noche, tengo que hacerle una visita a una viejita!
-¡Y anotálo!
Se ríen, escuchando como Hugo los putea, camino a la cocina. Se vuelven hacia Esteban, sonrientes.
-¡Lo hacemos morir a tu viejo!
-Pero le gusta, ¿qué va a hacer?.Sin nosotros, ¡se caga de aburrimiento!.
-¡Ya vas a ver cuando venga Vinchuca! ¡Es un hijo de putas! ¡Lo vuelve loco!
-Vinchuca...cuánto tiempo sin verlo...¿es bravo, todavía?
-¿Todavía? ¡Cada día está peor!
-Y ahora, con la pastillita azul, ¡quién lo tiene!
Se ríen, mientras vuelve Hugo con un Gancia, un Cinzano y el sifón de soda.
-¡Gracias, Huguito! ¡Tengo el garguero reseco!
-¡Traete el maní y las cartas! ¿Te prendés en un truco, Teban?
-No, no creo, tengo cosas que hacer todavía...
-¡Pero, dale! ¡Quédate un par de manos! ¿Adónde tenés que ir?
Hugo interviene, trayendo el plato de maní, las cartas y los porotos para anotar los puntos.
-¡Che, no sean hincha pelotas! ¡Vos, Esteban, no les des bola a estos viejos que se saben todas las mañas a las cartas y vení, que te doy las llaves de la casa!
Manuel y Tono se quejan por el mal trato, mientras esteban se levanta sonriente y sigue a su padre detrás del mostrador. Ahí, de un cajón, saca un manojo de llaves herrumbradas y se las da.
-Tomá, andá probando en cada puerta, porque ya no me acuerdo de cuál es cuál. Apenas entres, conectá la luz y abrí la llave del gas, todo está en el pasillo de entrada.
-Dale, no va a ver problema...
-Hay otro juego de llaves y lo tiene la vecina, Mirta, que se estuvo encargando de regar las plantas y de sacar un poco la mugre de todos los días. Haceme acordar que se las pida, ahora que estás vos, no  va a hacer falta que siga yendo.
-Lo que vos digas, viejo. ¿Algo más?
-Nada más, acomódate tranquilo y después veníte que comemos juntos. Hace de la mañana que tengo los garbanzos en remojo...
Tono y Manuel, escuchan de lejos y acotan algo.
-¿Qué? ¿Vas a hacer tu famoso guiso, Huguito?
-¡Quién te aguanta mañana, viejo flatulento!
Se ríen. Hugo les grita, enojado.
-¡Cállense un poco! ¿Quieren? ¡El muerto se ríe del degollado! ¡Mirá vos!
Su enojo los divierte aún más.
Esteban toma las llaves, despidiéndose.
-Chau, papá.Hasta la noche.
-Andá ,hijo. Nos vemos.
Saluda con la mano alzada a los amigos de Hugo, desde la punta del mostrador.
-¡Chau, gente, hasta luego!
-¡Chau, Teban!
-¡Chau, nene!
Toma las valijas y sale a la calle.

sábado, 26 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros - Continuación.


  Hugo seca unas copas, de pie, trás la barra de su café. Ve llegar el taxi que trae a Esteban y manifiesta una inocultable tristeza. Esteban y el taxista bajan las maletas, le paga y camina hacia la entrada del local. Hugo deja lo que está haciendo y va a su encuentro, sosteniéndole abierta la puerta.
-¡Esteban!
-Papá...
-Pensé que ibas a venir mañana...
Deja las valijas cerca del mostrador. Da un vistazo en torno. El lugar está vacío.
-Quise evitarme la amargura de encontrarme con los del banco, pero ellos también se adelantaron y ya estaban colgándome el cartel en la puerta...
Hugo le pone la mano sobre el hombro. consolándolo.
-Dejá...ya hablamos sobre eso. Vos sabes que hiciste todo lo posible...
-Es cierto, aunque no sirvió de nada...
-Ya nos vamos a arreglar...¿me acompañas con un vermucito? ¡Tengo unas aceitunas rellenas que matan!
-¡Y dale! ¡A ver si me animo un poco!
-¡Eso!¡Al mal tiempo, le vamos a poner buena cara!
Hugo se pierde en la cocina mientras Esteban recorre el bar.
-Ché, papá...¿cómo anda el boliche?
Hugo contesta desde la cocina.
-Y, más que andar, renguea...vos sabes como es...
Sale de la cocina con unos platitos y los deja sobre la barra. Se vuelve, abre la heladera a su espalda y saca el Cinzano y el fernet.
-Si no fuera por esa barra de viejos chotos que viene a joder todos los días, ya me habría dejado de renegar hace rato...
-¡Cállate, que vos sos uno de ellos...!
Se ríen.
-Ya van a caer, vas a ver. Son como las cucarachas, cuando empieza a bajar el sol, salen de sus cuevas...
-Si te llegan a escuchar...¿cómo andan?
Hugo prepara los tragos, corta un poco de pan y queso.
-Igual que siempre...¿nos sentamos en la vidriera?
-Dale.
Esteban ayuda con los platitos de aceituna, salame, queso y pan. Se acomodan frente a frente. Hugo mira hacia la calle, nostálgico.
-Cada vez que me siento acá, me vienen los recuerdos de la infancia. Todos los días, después de la escuela, el abuelo me hacía la merienda y compartíamos esta mesa. No hablábamos demasiado, pero nos perdíamos en la contemplación de la calle...
Esteban lo oye hablar e intenta seguir su mirada.
-Esta vista siempre me cautivó, hace que me sienta parte de la ciudad...
-Además, de que mamá vendía flores en la esquina de enfrente...
-¡Es verdad!¡Una nena hermosa! Nos la pasábamos sentados en el cordón de la vereda, frente al puestito...
-Me imagino que la abuela ya maliciaba algo...
-¡Seguro! ¡Si siempre fue medio bruja mi suegra!
-¡Che, pobre abuela! ¡Tenía sus cosas, pero no será para tanto...!
-¡Je! ¡Si sabré yo, que nada tengo que decir de mi suegro, que era un santo y se deslomaba en la bicicletería, pero de mi suegra, ¡puf!, tengo para charlar un rato largo...
-Será que pretendía un mejor partido para su hija...
-¡Nooo...!¡Le hacía la vida imposible a cualquiera!
Se ríen, miran como va atardeciendo y los coches comienzan a transitar con la luces bajas. Beben. Esteban prueba una aceituna y hace un gesto de placer sublime.
-¡Mmmmm...!
-¡Te dije que eran exquisitas!
-¡Muy buenas, viejo!
Hacen una pausa, Hugo rompe el silencio.
-¿Ya pensaste que vas a hacer?
-Tengo unos pesos, del seguro de Teresa. Por ahora, me las voy a arreglar, mientras busco algo...
-Escuchame...vos sabés que podés quedarte acá todo el tiempo que quieras...
-Sí, ya sé...
-...pero igual, yo estuve pensando en algo. Es una idea, si no te parece bien, nos olvidamos ¿estamos?.
-A ver...
-¿Viste la casa de los abuelos?
-Sí, pero la tenes alquilada...
-Ya no, hace rato que ahí no vive nadie. Con los últimos me ensarté como loco, los tuve que hacer desalojar. Pero, bueno, no era de eso de lo que te quería hablar...¿viste que el abuelo tenía un taller de bicis en el frente?
-Me acuerdo, sí...
-Eso está intacto. Siempre estuvo bajo llave. Están las herramientas, el banco de reparaciones. las estanterías...Hay que limpiar un poco, sacar las telarañas, levantar la persiana y arrancar a laburar...
-¿Te parece?
-Estaría bueno, ¿no?.En vez de buscarte un trabajo lejos, estarías acá nomás...
-Lo que pasa, es que con eso, no sé si me alcanzaría para vivir...
-¡Pará, pará que todavía no terminé!

viernes, 25 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros


                                                           Pensión de Caballeros

    Esteban, parado con dos valijas frente a su casa, ve con angustia como la gente de la inmobiliaria, cuelga un cartel en la pared que anuncia su venta. Llega el taxi que estaba esperando, carga las valijas en el baúl, echa una última mirada, sube y arranca. Mientras se aleja, observa con un nudo en la garganta el barrio, despidiéndose.
                                                                      ...................