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martes, 31 de diciembre de 2013

Pensión de caballeros - Continuación 4º Capitulo.

Paloma y Lucas salen del café y caminan cargando un bolso y una valija. Se dirigen a la parada de colectivos. Paloma ha decidido que lo mejor es cambiar de barrio, alejarse lo antes posible. Hay un par de personas en la garita, aguardando. Se sientan y descansan. El sol matutino los reconforta, su calor es suave, como una caricia. Mientras esperan, Paloma pasea la vista y se detiene en un panfleto, pegado a un poste. Le pide a Lucas que no se mueva de su lugar y se acerca para leer mejor. Su rostro se ilumina. Vuelve a la parada, toma el equipaje y le indica a Lucas que la siga.

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Esteban sale del supermercado chino, cargando una bolsa de red con provisiones. Va leyendo el ticket de su compra. Levanta la vista cuando un conocido pasa y lo saluda. Vuelve a concentrarse en el detalle de la factura, avanza unos pasos y se detiene. Es que le pareció leer un cartel pegado en un tapial y no está seguro si lo que vió fugazmente, al levantar la cabeza, es correcto. Retrocede unos pasos, se para frente a la pared y se convence de que leyó bien. Arranca el cartel de un tirón, ceñudo, y emprende con rapidez el regreso a la pensión.

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 Los pensionistas toman mate en el pasillo, frente a sus habitaciones. Acordaron quedarse en la pensión, expectantes de los resultados del trabajo de la noche anterior. El pibe fue designado para ir hasta la panadería y trajo bizcochos y medialunas, para amenizar la espera. Oyen un portazo y entra Esteban al patio, hecho una tromba. Deja las compras sobre la mesita y los encara, exhibiendo el cartel.
-¡Hey! ¡Ustedes! ¿Me pueden explicar qué significa esto?
Rehuyen su mirada, haciéndose los desentendidos. Tocan el timbre.
-¡Pibe! ¡Anda a ver quién es! ¡Si es un cliente, que me espere!
El pibe obedece, descendiendo la escalera con rapidez, esquivando la mirada de Esteban. El Ruso, baja unos peldaños, intentando pacificar la situación.
-Mira, Teban, yo te voy a explicar...
-¡Y, sí, si es lo que estoy esperando!
Regresa el pibe, seguido de Paloma y su hijo.
-Teban, lo buscan.
Esteban se vuelve, ceñudo. Su expresión cambia, sorprendido por la presencia de la mujer y del chico, parados detrás de él, con el equipaje a cuestas. El Ruso se queda a mitad de camino, mientras que el pibe aprovecha y sube raudo, mezclándose con los otros.
-Buen día - balbucea Esteban.
-Buen día -responde Paloma, esbozando su mejor sonrisa- Vengo por el anuncio...
Esteban vuelve a ponerse ceñudo, mirando el cartel que tiene en las manos. Enfrenta la mirada de los demás, levantando el tono.
-¿Por esto? ¡Justamente estábamos discutiendo sobre el asunto!
Suaviza su modo de hablar, volviéndose y dirigiéndose a paloma.
-Mire, acá hubo una confusión - hace un bollo con el papel- No necesitamos ningún cocinero.
-Pero, Teban...- dice el Ruso.
-¡Con ustedes ya voy a hablar! - retruca con dureza.
Paloma no puede ocultar su desilusión. Su voz se quiebra, hasta convertirse en un ruego.
-Señor, por favor...Hicimos un largo camino para venir hasta acá. Estoy buscando trabajo, no tenemos dónde vivir y estamos en la calle...Soy buena en la cocina, además, puedo lavar y planchar, hacer la limpieza...
-Yo le agradezco, pero lo que pasa, es que no le puedo pagar por el trabajo ¿entiende?
-¡Puedo trabajar por la comida y el alojamiento! ¡Ese no sería un problema!
Esteban no sabe que decir.
-Mire, esta es una pensión para hombres. No es un buen lugar para usted, ni para su hijo...
-¡Por el contrario! ¡Acá nos sentiríamos protegidos! ¡Deme una oportunidad, se lo suplico!
Los demás, que siguieron la charla desde arriba, deciden intervenir.
-¡Vamos, Teban! ¡Te hace falta una mano!
-¡Afloja un poco! ¡Déjala probar!
Esteban duda, cruza una mirada con el Ruso, que asiente con la cabeza.
-¿Que dice? - pregunta Paloma, acongojada.
-Está bien - accede Esteban- Traiga sus cosas y fíjese, en la cocina, qué puede preparar con lo que hay. 
Los pensionistas aplauden y vitorean. Paloma se emociona, sonriente.
-¡Gracias! -le da un beso en la mejilla- ¡No se va a arrepentir!
Esteban se queda de una pieza, sorprendido por la reacción de ella. Le indica que lo siga.
-Es por acá.
Paloma toma el bolso y la valija y lo acompaña, seguida de Lucas. Ingresan a la cocina, mientras los hombres festejan. Se calman cuando Esteban vuelve al patio y los mira con rencor.
-¡Y con ustedes, todavía estoy enojado! ¡No crean que me olvide!
Cruza y se mete en el taller, mientras los pensionistas comparten sonrisas de satisfacción. 

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 Mientras Paloma prepara el almuerzo y Lucas se entretiene jugando con su autito, Esteban, en el taller, no logra concentrarse en sus tareas, turbado por la presencia femenina. 
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 Pasado el mediodía, Paloma sale al patio y batiendo una cacerola con una cucharada de madera, anuncia el momento que todos han esperado.
-¡A comer!
Regresa a la cocina. Una a una, las puertas de las habitaciones se van abriendo y emergen los hombres, arreglados y perfumados. Se apoyan en la baranda del pasillo y aspiran el aroma que inunda el patio, cerrando los ojos. Esteban sale del taller y los ve bajar con expresión adusta. 
-¡No se olviden que está a prueba!
Asienten, sin omitir opinión, y pasan raudos junto a él.

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Los hombres pasan el pan al plato. Han comido a reventar. Paloma sonríe, radiante y feliz. Esteban está atónito.
-Este es el mejor estofado que comí en años...
-Entonces...¿me puedo quedar?
Recorre los rostros de sus compañeros.
-¿Ustedes qué opinan?- consulta.
El pibe eructa y Esteban le recrimina con la mirada.
-Perdón- se excusa- Es que comí tanto, que creo que la comida se me está por salir por las orejas...
Su comentario provoca carcajadas. Todos se sienten satisfechos. Esteban la mira, sonriente.
-Creo que eso, fue un si.
Ella se emociona, aprieta su mano sobre la mesa.
-Gracias...

       


Pensión de caballeros - 4º Capitulo

Paloma observa abstraída la calle desde el escaparate de un café. Sentado frente a ella, Lucas juega con un autito en la mesa. Apenas han probado sus desayunos. En el piso, junto a la silla, una valija y un bolso.
-Mami...¿por qué nos fuimos del hotel? Ramiro y yo, ibamos a jugar...
Paloma vuelve en sí, mirándolo e intentando esbozar una sonrisa.
-Es que no podemos quedarnos, mucho tiempo, en un mismo lugar...
-¿Es por papá?
Siente que se le hace un nudo en la garganta. Desde que están escapando de César, es la primera vez que se cuestiona si lo que está haciendo es lo correcto para su hijo. Ella lo ha apartado de todo lo que le resultaba familiar. Su hogar, la escuela y sus amigos. Lo ha estado arrastrando por la ciudad y no le ha dedicado el tiempo que se merece. Lucas, obligado a adaptarse, lo ha sobrellevado mejor de lo que se podía esperar, pero ella se siente mal por ello. Después de todo, César es su padre. Entonces, recuerda con angustia lo que conocían como "vida familiar" junto a su ex esposo y todo a lo que Lucas estuvo expuesto. El maltrato verbal y psicológico, los celos enfermizos y las palizas injustificadas que presenció. Toma conciencia de ello y con el coraje que la impulsó a huir, se convence de que hizo lo que debía.  Decidió que Lucas ,no iba a crecer al lado de un monstruo. Las dudas desaparecen y vuelve a sentirse segura de sí misma, de nuevo con deseos de batallar por lo que más quiere en el mundo.
-¿Te conté que llamó la abuela?
Los ojos de Lucas se iluminan.
-Te manda muchos besos y dice que te quiere mucho.
-¿Podemos ir, mamá?
-Todavía no.
El niño baja la mirada, desencantado.
-¿Y cuando...?
-Muy pronto, te lo prometo. Ahora, termínate el desayuno, que yo pago y nos vamos de acá.


sábado, 28 de diciembre de 2013

Pensión de caballeros- 3º Cap // Continuación.

El joven ladrón recupera el aliento, ya lejos del lugar del robo, y se quita la capucha de la cabeza. Camina con calma, sabe que lo pueden estar buscando y no quiere llamar la atención. Se interna en una plaza poco concurrida, ve a César sentado en un banco, leyendo el diario. Se acerca y se sienta a su lado. No se miran entre sí, simulando.
-¿Lo conseguiste, Emilio?
El muchacho saca de entre su ropa la cartera, la apoya en el banco y la desliza hacia César, que la cubre con el diario y la apoya en su regazo.
-¿Te fijaste si estaba? -insiste César.
-Tiene que estar ahí, estoy seguro...
Con disimulo, el abogado abre la cartera y rebusca en su interior, hasta encontrar el teléfono celular de Manuela. Con satisfacción, lo guarda en el bolsillo de su saco, volviendo a dejar la cartera sobre el banco, tapada por el diario.
-Bien hecho- dice, mientras se pone de pie y se aleja sonriendo.
Emilio espera a que se pierda de vista, luego abre el diario, y toma el manojo de billetes que César le dejó como pago. Por último, saca todo lo de valor que hay en la cartera y la deja ahí, levantándose del banco y yéndose como si nada.
                                               
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Esteban sale de su habitación y cruza el patio, rumbo al taller. Sorprende a Cosme y al Ruso tomando mate en el pasillo, frente a sus habitaciones. Los mira, extrañado.
-¿Qué hacen? ¿Andan en algo raro, ustedes?
Se apresuran a desmentirlo.
-¡Nooo...! ¡Para nada, Teban! ¿Cómo estuvo la siesta?
-Bien, muy bien. Bueno, me voy a laburar ...
-¡Dale, Teban! ¡Después te alcanzamos un amargo!
Sin estar muy convencido, Esteban encara para el taller. Se cruza con el pibe y con Fidel, que llegan desde la calle y lo esquivan, sorprendidos. Este se los queda mirando, mientras suben la escalera y se reúnen con los otros, que observan expectantes.
-¿Seguro que no pasa nada?
Lo niegan con énfasis, contestan al unísono.
-¡Nada, Teban...! ¡Anda a abrir, nomás!
Maliciando algo, Esteban abandona el patio, internándose en el taller. Cosme le da un coscorrón al pibe, por descuidado.
-¡Casi se aviva!
El Ruso los apura, impaciente.
-¿Cómo salieron? ¿Los pudieron hacer?
Fidel saca de entre sus ropas los afiches y se los alcanza. En cada cartel, hecho con computadora, se lee:
                                           SE BUSCA COCINERO CON EXPERIENCIA
                                             TRATAR EN PENSION DE CABALLEROS
                                                                 ( SR ESTEBAN)
El Ruso los mira y de inmediato los desaprueba.
-¡Pero, si serán boludos! ¡No tendrían que haber puesto el nombre de Esteban! ¡Todos los que vengan, van a preguntar por él !
-¿Y qué querías que pusiéramos? ¡Si nosotros no estamos nunca!- se defiende Fidel.
-¡Ya sé! - dice Cosme- Ruso, trata de quedarte por acá unos días, y si aparece alguien ¡te haces pasar por él!
-¡Ustedes, están locos! ¡Me van a hacer pelear con el Teban!
-¡Dale, no seas boludo! ¡Solo vos lo podes hacer! Esta noche, a la hora de la cena, salimos a pegarlos y así, matamos dos pájaros de un tiro. Por un lado, aceleramos el asunto; y por el otro, nos salvamos de otro intento de envenenamiento.

                                                                   .............................

  Cae la noche en la pensión, y aprovechando que Esteban está en el baño dándose una ducha, los hombres abandonan con sigilo el lugar, portando tarros con engrudo, afiches y pinceles. Esteban tararea una melodía, acompañado por el sonido del agua que cae como lluvia. Termina de bañarse, cierra la canilla, y sale al patio envuelto en una bata, secándose el cabello. Bajo la luz amarillenta de los faroles, lo encuentra desolado. Con extrañeza, camina hasta el centro, mirando hacia las habitaciones.
-¡Ruso!
Espera y no contesta nadie.
-¡Che, Pibe!
Idéntica respuesta. Vuelve sobre sus pasos y encuentra, sobre la mesita de jardín, una nota. La lee en voz alta.
-"Esteban,  esta noche no comemos acá"
Intrigado, piensa, pero no logra develar el asunto.
-¿Adónde se abran ido estos?
Al fin, se encoje de hombros, arrugando el papel.
-Y bueno, a comer solo...
Colgándose la toalla al cuello, se encamina hacia su habitación, cerrando la puerta.

                                                                 .....................................

  Lucas recién se a dormido y Paloma lo arropa en su cama. Le da un beso suave en la frente antes de apagar la luz y dejar la habitación. Va hacia la cocina y pone a calentar la pava, pensando en hacerse un té. Suena su celular. Deja el agua calentándose y sigue el sonido hasta la sala. Encuentra el teléfono sobre el sillón, lo levanta y antes que nada, lee la pantalla. Número desconocido. Duda un segundo. De todas maneras, atiende.
-¿Hola?
-Paloma, no cortes...                                                                                                                              Con la voz de César reverberando en su cabeza, suelta el celular y este cae abierto sobre la alfombra. Retrocede, presa del pánico, observando el aparato en el suelo, incapaz de acercarse y cortar la llamada. Escucha que César está gritando, no entiende bien qué dice o de qué habla, porque el miedo la tiene paralizada. Solloza, cubriéndose la boca con ambas manos, sofocando un grito. Intenta calmarse. No desea despertar a su hijo. Sobreponiéndose, da unos pasos hacia el teléfono y reúne el valor necesario para tomarlo y escupir su desprecio.
-¡¡Hijo de remilputas, dejanos en paz!!
Y corta. Agitada, se queda mirando fijamente el celular que aún sostiene en sus manos. Da un respingo cuando vuelve a sonar. Número desconocido otra vez. Corre hacia la ventana abierta y lo arroja con furia a la noche. Escucha que se estrella a lo lejos, en la oscuridad, y luego reina el silencio. Aliviada, llena sus pulmones de aire y su agitación desaparece. Mucho más tranquila, pero no segura, regresa a la cocina ,dónde está silbando la pava.




jueves, 26 de diciembre de 2013

Pensión de caballeros- Continuación del capítulo tercero.

Es la hora del almuerzo en la pensión y los hombres, sentados a la mesa, aguardan la comida sin entusiasmo. Esteban, portando una olla humeante de gran tamaño, pide que le hagan lugar y la apoya en el centro, al alcance de todos.
-Bueno, ¡a comer!.
Los pensionistas se miran entre sí, Cosme se quita el palillo de la boca.
-Mejor vayan pasando los platos- decide Esteban, tomando el cucharón- Yo les sirvo.
Uno a uno, se los van alcanzando.
-¿Así que te quedas unos días, Pibe? -pregunta el Ruso, como para armar conversación.
El Pibe asiente con la cabeza.
-¿Cómo es eso? -dice Cosme, envuelto en el vapor que emana del plato que tiene enfrente.
Mientras sirve, Esteban intenta explicarles.
-La madre se fue unos días de viaje, en una de esas excursiones para jubilados...
-¿Adónde se fué la Doña? - pregunta el Ruso.
-A Las Grutas- informa el pibe.
-Y como no lo quería dejar solo, me preguntó si se podía quedar con nosotros. Así que va a ocupar la habitación que quedó disponible, hasta que vuelva Miriam.
-Mirá que esta noche, capaz que armamos un truco, pibe...-advierte el Ruso.
-Te vamos a dejar pelado...-avisa Cosme.
-¿Y dónde queda Las Grutas? -quiere saber Fidel.
-Al sur, no se muy bien dónde...¿no?-el Ruso consulta con los otros, que dudan en afirmarlo.
-Creo que sí...
Esteban deja el cucharón dentro de la olla y se sienta para comer. Suena el timbre de calle. Ofuscado, vuelve a ponerse de pie.
-¿Quién puede ser?
-¿Queres que vaya yo? - se ofrece el Ruso.
-No, deja, empiecen a comer que ya vuelvo...
Sale de la cocina. Los comensales se miran. Al unísono, se llevan la cuchara a la boca. Sus gestos son de desaprobación.
-¡Puaj! ¡Esto no puede seguir así!
-Este brebaje, ¡es incomible!
-¡Ni en el peor pesquero del mundo sirven semejante bazofia!
El Ruso los para.
-¡Che! ¡Aflojen un poco! ¡A ver si escucha Teban!
El pibe, haciéndose el desentendido, manotea una varilla de pan de la mesa. Cosme, al darse cuenta, tironea del otro extremo gruñendo, quedándose con la mitad.
-Ruso, con una mano en el corazón, decime...¿cómo soportas tragarte eso?
-Lo hago por Esteban, que es un pan de Dios, y no quiero lastimar sus sentimientos...
-¡Que vaya a aprender a cocinar, entonces!- exclama Cosme, mordisqueando su palillo.
-¿Qué podemos hacer?- pregunta Fidel.
-Nada,, les pido que disimulen y que se la aguanten...
-¡Imposible! - sentencia Cosme, vaciando su plato en la olla. Los demás lo imitan- ¡Algo tenemos que hacer!
Se levantan y se van protestando, dejando solo al Ruso en la cocina, que lo piensa un segundo y aprovecha la ausencia de Esteban para vaciar su plato en la olla. Se está levantando para irse cuando éste regresa.
-¿Vos podes creer? ¡ La gente no respeta los horarios de los demás...! -observa que ya no hay nadie -Pero, che...¡ya terminaron de comer! ¡Y yo ni siquiera empecé!
-Eh...,sí, ya nos comimos todo. Disculpa que no me quede, pero tengo cosas que hacer...
Esteban hace un gesto viendo al Ruso abandonar la cocina, pensando en lo desconsiderados que son todos, y se sienta a comer. Saborea el primer bocado, arrugando la cara.
-Algo le falta...-prueba otra vez, se encoge de hombros- No es como el que hace mi viejo, pero está pasable...
Estira el cuello, mirando el interior de la olla.
-¡Uh! ¡Sobró un montón! ¡Ya que limpiaron los platos, esta noche, se los recaliento!
Se sirve un vaso de vino y continúa comiendo, solo en la cocina.

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 Entra el Ruso a la habitación de Cosme, dónde están reunidos los pensionistas. Le indican que guarde silencio.
-No alborotes, Ruso. ¿Seguro que no te siguió?
-Seguro.
-Veni y arrimate...
Sobre la cama, Cosme despliega las provisiones, envueltas en una bolsa negra. Una tira de salame, una longaniza, bondiola y una botella de vino.
-Casi me pescan el otro día, cuando llegué, y Esteban estaba con su viejo sentados en el patio...
-¡Dale, ponete a cortar, que me muero de hambre!
-¡Ya va, ya va!
Comen, y saciados al fin, se ponen serios y abordan el asunto que les preocupa. Alguno se levanta, de vez en cuando, a espiar por la cortina de la puerta, para ver por dónde anda Esteban.
-Bueno, ya saben por qué estamos todos acá. Tenemos que resolver este tema de alguna manera, antes de que ese hombre, nos liquide con otra de sus comidas...
-Che, para un poco...- se queja el Ruso.
-Ruso,  no confundas amistad con semejante sacrificio...
-Tenemos que conseguir un cocinero...
-Pero, Fidel, ¡imagínate cómo se va a sentir Esteban.!
-No queda otra, Ruso, de alguna manera lo vamos a disfrazar para que no se ofenda...
-¿Ya lo tantearon a Hugo?
-Fué Fidel, pero dice que no puede venir a cocinar todos los días, que tiene que hacerse cargo de su negocio...
-Bueno, descartado, entonces...pibe ¿alguna idea?
-Una vez, perdí un perrito. Imprimí anuncios con la compu y los pegué por todo el barrio. A los dos días, apareció...
-¡Eso podría funcionar! ¡Bien, pibe! ¡Hagamos lo mismo, peguemos carteles pidiendo cocinero y pongamos la dirección de la pensión!
-¡Claro! ¡Como si Esteban no se fuera a enterar!
-¡Cuando empiece a caer gente, a todos no les va a poder decir que no, alguno va a quedar!
-Yo no estoy de acuerdo...
-Bueno, decime entonces, qué se te ocurre, Ruso..
El Ruso piensa por un rato, al fin, permanece en silencio.
-¡Está decidido!. Pibe, encárgate de los carteles. Cuando estén listos, los salimos a pegar...¡y rogemos para que alguien nos ayude!
-¡Amén!
Se levanta la sesión. Con cautela, de a uno van saliendo. Cosme envuelve la comida con la bolsa y la esconde, en el fondo del ropero.

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  Manuela sale de su trabajo y va a encontrarse con unas amigas en un bar. Camina distendida, portando una cartera que cuelga de su hombro. El sol se refleja en sus gafas oscuras y el viento juega con la tela de su vestido. Pone especial cuidado al cruzar las calles, atenta al caótico tráfico de la ciudad. Dobla la esquina y toma por una calle menos transitada, dónde puede caminar a sus anchas, sin temor a tropezar con alguien. Unos metros más atrás, un joven de zapatillas y capucha, sigue sus movimientos. Al llegar a la esquina, Manuela se detiene ante el paso de un colectivo. A punto de avanzar, recibe un empujón y el joven se abalanza sobre ella, arrebatándole la cartera. Confundida y dolorida, ve como el ladrón se aleja corriendo, y se pierde entre los autos.

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lunes, 23 de diciembre de 2013

Pensión de Caballeros - Continuación del 3º Capitulo.

Es casi la hora de cierre y Paloma termina de adornar con dedicación los últimos dos platos de su turno. Entra el mozo, empujando las puertas batientes, a la cocina.
-¿Esta listo lo de la mesa 10?
-Ya casi...- contesta ella, colocando un par de morrones sobre la mayonesa de ave. Sonríe, dándose por satisfecha - Ahora sí.
El mozo, impaciente, toma un plato en cada mano, le da la espalda y se dispone a salir, cuando de repente se detiene, como aguardando algo. Paloma lo ve y tiene el impulso de acercarse. Se sobresalta cuando el mozo estornuda con violencia, sobre los platos.
-¡Ah...! Creo que me pesqué algo...-comenta, sacudiendo la cabeza y retomando su marcha hacia la salida. Paloma hace un gesto inútil por detenerlo, sabiendo que esos platos en los que trabajó con esmero y el mozo trató con tan poca delicadeza, no van a volver a sus manos. Con desencanto, se asoma y sigue con la mirada su recorrido hacia la mesa 10, dónde una madre y su pequeño hijo, reciben el almuerzo y se aprestan a saciar su apetito. Molesta y triste, regresa a la cocina ,sabiendo que mañana no va a volver.

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 El sol de las tres de la tarde la acompaña hasta la entrada del hotel dónde se hospeda. Como es habitual, desde el desafortunado incidente con Cesar en aquel café, se mantuvo alerta todo el camino, asegurándose de que nadie la siga. Entra y agradece el fresco amparo de la recepción, vacía a esa hora del día. Sube hacia su habitación y encuentra a Lucas y al hijo de la portera, dormidos sobre la alfombra, frente al televisor. Apaga el aparato y se deja caer sobre un sillón, abatida. Observa a los chicos dormir por un buen rato, como en trance, luego reacciona y toma su teléfono, marcando un número. Aguarda a que atiendan y reconoce la voz de su madre al otro lado de la línea.
-¿Hola?
-Hola, mamá. Soy yo, Paloma.

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Sentada en su silla de ruedas, bajo la sombra de un árbol frondoso y vigilando el trabajo de los peones, la madre de Paloma se emociona al escuchar su voz.
-¡Paloma! ¡Querida!
-¿Cómo estás, mamá?
-¿Qué cómo estoy yo? ¡Muy bien, gracias a Dios! ¿Y vos...?  Las últimas noticias que tuve de ustedes fue a través de tu amiga, Teresa, y no eran nada buenas...Me tenes muy preocupada, nena...
-No te angusties, que todo está bien...
-¿Y Lucas? ¡No te imaginas lo que lo extraño! ¿Por qué no se vienen para el campo? Acá pueden quedarse y de paso, me ayudan y me hacen compañía. Desde que falta tu padre, mantener todo esto me tiene desbordada...
-Ya sé, mamá, pero no podemos ir por ahora. Cesar nos encontraría con facilidad...
-¡Te extraño, chiquita! ¿Cuando se va a solucionar esto de una buena vez?
-No sé, estas cosas llevan tiempo...
-Si ese abogado no sirve, podemos buscar otro...
-Estoy esperando, en cualquier momento voy a tener novedades...
La voz de la señora se quiebra, víctima de la emoción.
-¡Cómo me gustaría poder hacer algo! ¡Ese desgraciado!
-No te pongas así, mamá, lo peor ya pasó...
-¿Querés que vaya para allá?
-Vos sabes que tu salud no te lo permite...
-Es cierto. Además de inválida,¡ me siento impotente!
-Ya te dije, estamos bien, no hace falta que vengas ni que me mandes plata. Todo se va a resolver y muy pronto vamos a estar con vos...
La señora no puede evitar sollozar y Paloma, conmovida, siente un nudo en el estómago que le llena los ojos de lágrimas.
-Te quiero, mamá, cuídate.
-Vos también, querida...- contesta con voz quebrada- Y dale muchos besos de mi parte a Lucas. Decile que lo extraño...
-Seguro, se lo voy a decir..Nos vemos...
-¿Lo prometes?
-Muy pronto, te lo prometo.
-Chau, hija.
Corta la llamada, moqueando. Frente a ella, Lucas duerme plácidamente la siesta. Paloma se enjuga una lágrima y sin despertarlo, se recuesta junto a él.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Pensión de Caballeros - Cap 3 - Cont.

Esteban entrega una bicicleta recién reparada a un vecino, un tipo humilde, con aspecto de obrero.
-Mire, Gómez, yo le puse tres parches a la cámara, pero acá el problema es la cubierta, que está muy gastada...
-Sí, ya lo sé, pero hasta que no cobre...¿me aguantará unos días más?
-La verdad, no le puedo asegurar nada. Si pisa la sombra de un clavo, capaz que se pincha...
-¿Usted no me fía una hasta fin de mes?
-No estoy en condiciones para estar fiando, Gómez. Si recién arranco con el negocio...
Gómez aparenta estar contrariado, como debatiendo algo en su interior.
-Está bien, gracias igual...¿y cuánto le debo, Esteban?
-Son treinta pesos...
-¿Se los puedo pasar a pagar cuando cobre?
-Pero, Gómez , que le estaba diciendo...
-Es que ahora no tengo un peso ¿vio?

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El Ruso sale del lavadero con un manojo de ropa limpia y se encuentra con Esteban, que chupa un mate en el patio, ofuscado.
-¡Qué cara! ¿Pasa algo?
-Es que a veces, parece que hablo solo, como los locos...
-Contáme...
-Dejá, no me hagas caso...¿querés un mate?
-Dale...
-¿No lo viste al pibe?
-No, creo que la vieja lo llevaba al dentista. Me parece que hoy, no asoma la jeta por acá...
-Bueno, no importa...¡por lo que hay para hacer!
-A vos te pasa algo, estás raro...
-Decime, vos que andas por la calle, ¿cómo ves la cosa?
-¡Para el culo, como siempre! ¡Con la inflación que hay, a la gente apenas si le alcanza para comer!
-Sí, eso ya lo sé, pero estaba pensando en que me equivoqué con esto del negocio...me tendrìa que haber buscado un empleo.
-Mirá, hace semanas que recorro y no encuentro nada fijo, solo changas mal pagadas. Lo que pasa, es que para tipos como nosotros, que ya estamos grandes y no sabemos ni cómo prender una computadora, las opciones son muy pocas...Yo te diría que cuides lo que tenes, apechugues hasta que mejore y no te hagas fantasías con otras cosas...
-En eso, tenes razón. O al menos parece..,
-¡Más vale que tengo razón! ¡Si sabré yo! - le devuelve el mate- Y ahora te dejo, que me tengo que ir a planchar un poco esto...-sube la escalera hacia su habitación, apretujando la ropa- ¡Ah! ¡Y si viene un tal Gómez al taller, no le vayas a fiar que no le paga a nadie!
Esteban lo mira pasmado.
-¿Y ahora me lo venís a decir?
Tocan timbre. Esteban acude a atender la puerta, mientras el Ruso se pierde en la pieza. Es Hugo, que viene acompañado por un hombre joven y morocho.
-¡Papá! ¿Acaso no tenes llave?
-Lo que no tengo es cabeza, hijo, siempre me las olvido. Veo que andas con el mate en la mano... Te acepto uno, si es que son amargos...
-Seguro, pasá...
-¡Ah! ¡Te traje un cliente!- Hugo le presenta el muchacho a su hijo- ¡Este es Fidel, anda buscando dónde quedarse!
Esteban y Fidel se estrechan las manos.
-¡Mucho gusto! ¡Pasen que les cebo unos mates y charlamos!
Ya en el patio, sentados bajo la parra, conversan y comparten el mate.
-¿Usted es cubano?
-No, soy de Perú, pero hace varios años que vivo acá. Mi papá admiraba a Castro, de ahí viene mi nombre...
-Y usted terminó en la tierra del Che...
-Sí, me trajo la compañía para la que trabajo, estuve la mayor parte del tiempo en el Norte, ahora me trasladaron para acá....es que tienen contratos por todo el país...
-¿Le explicó mi papá cómo es esto?
-Si, me parece bien. Yo cobro por mes, pero preferiría pagarle por semana, por si acaso me mandan para otra ciudad...
-No hay problemas con eso...¿trajo algún bolso? ¿algún equipaje?
-Lo tengo en la empresa...si a usted le parece, lo voy a buscar para ya venir a quedarme...
-¡Sí, como no! ¡Haga tranquilo y venga nomás!
Se ponen de pie, se despiden.
-Bueno, hasta luego, entonces...
-Hasta luego, Fidel.
El morocho deja la casa y Esteban y Hugo vuelven a sentarse.
-¿De dónde lo sacaste, papá?
-Hace un par de días que va al bar, charlando un poco ,ahí me enteré que necesitaba alojamiento.
-¿A qué se dedica?
-Está contratado en una cuadrilla, de esas que reemplazan postes para una empresa de teléfonos. Parece buena gente ¿no?
-Me parece que sí...
-¿Y cómo anda todo por acá? El inquilino nuevo, ¿que tal es?
-¿Cosme? Muy tranquilo, casi ni se lo ve...
-¿Y el Ruso?
-Arriba, planchando...
-¡Ja! ¡No me lo imagino!
-Para todo hay una primera vez...¿que tal el boliche?
-Casi muerto, estaba pensando en transformarlo en un bar de strippees... Si el Ruso y vos se quieren anotar, bienvenidos...
-¡Eso sí que no me lo imagino!
Se ríen. Escuchan la puerta de calle que se abre y entra Cosme con gesto adusto, portando sobre los hombros una carga envuelta en una bolsa negra y larga. Quedan en silencio. Los mira al pasar, saludando con un gruñido. Lo siguen mientras sube la escalera con esfuerzo y se interna en su habitación, cerrando con llave. Hugo y Esteban se miran, intrigados.
                                                                     
                                                                   ............................................



miércoles, 4 de diciembre de 2013

Pensión de caballeros ( 3 º Capitulo)


Es de mañana y Esteban atornilla en la puerta de calle un cartel de madera dónde reza, pintado en letras negras, "Pensión de Caballeros / Se alquilan habitaciones"
Retrocede unos pasos y lo observa a la distancia, asegurándose de que es visible. Satisfecho, vuelve a entrar al taller, dónde el pibe repara la cámara de una bicicleta. Esteban deja el destornillador sobre el banco de reparaciones y le habla al pasar, sin detenerse.
-Cuando termines eso, tenes que hacerme unos mandados. Avísame si viene alguien.
Se retira hacia el patio, dónde se encuentra con el Ruso, que sale de su habitación y baja  por la escalera.
-¿Ya vino alguno?- pregunta.
-No, si recién termino de poner el cartel...
-Bien, va a llevar un tiempo, entonces...Te dejé el mate caliente, si querés. Yo salgo un rato, me voy a ver un laburo...
-¿Me haces un favor? Si llegas a pasar por lo del mayorista, pregúntale por qué no me mandó todavía el pedido de repuestos que le hice.
-Dale, me llego. Nos vemos.
-Chau, Ruso.
Sale el Ruso y Esteban se dirige a la cocina, a tomarse unos mates.

                                                                            ................................
  Sentados a la mesa del patio, Esteban estudia al recién llegado. Un hombre bajo, de bigote y barba canosa, cejas abundantes y piel cobriza. Gorra de lana calada hasta las orejas, sucia y ajada; camisa leñadora, pantalón marrón y zapatos negros. Sus manos grandes, curtidas por el trabajo; dientes escasos, dónde baila un palillo; nariz ancha y torcida, recuerdo de alguna riña. Sucio y desalineado, arrastra un bolso verde militar que aparenta tener mil viajes.
-Cosme, ponga Cosme a secas, nomás - responde, y Esteban mantiene el lápiz sobre el cuaderno, dudando.
-¿Algún problema con la ley?
El hombre niega con la cabeza, extrañado.
-¿Último domicilio?
-Un barco pesquero, en alta mar...
-¿Alguna referencia?
Cosme lo mira, sin entender.
-Alguien que lo conozca, que me pueda dar algún dato sobre usted...
-¡Ah! No, nadie. A menos que usted alcance al pesquero, que ya debe haber zarpado...
-Bueno...-Esteban mira la hoja en blanco, buscando algo qué anotar- ¿Algún familiar? ¿Esposa? ¿Hijos?.
-Nada. Soy solo, como loco malo...
Esteban lo observa, intenta sonreír y no puede. Lo exaspera que el hombre no colabore. Se topó con un caso difícil.
-Usted entienda que necesito algo, alguna información...¿qué tal si le pasa algo estando acá? ¿A quién le voy a avisar?
-Ta bien, yo le entiendo lo que quiere decir, pero le juro que tengo una salud de fierro, soy tranquilo, honesto y callado. Estoy buscando un laburo en la ciudad, y si no encuentro nada, me voy a quedar poco tiempo...Estaba pensando, que va a ser mejor que le pague por día, y después vemos ¿no lo parece?.
Esteban lo medita. Cierra el cuaderno y deja sus pretensiones de lado.
-Está bien, vamos a probar así, a ver que pasa. Mire, las habitaciones son cuatro. Están arriba. Y hay un baño, que es compartido entre los pensionistas. Solo hay una que está ocupada, así que puede elegir cualquiera de las otras tres. Las reglas son simples. Mantener limpia la pieza y el baño; avisar si no va a estar a la hora de comer; no traer minas; y si tiene una radio, no la escuche a todo volumen. ¿Está claro?
-Como el agua.
Se ponen de pie y se estrechan las manos.
-Me parece que me voy a agarrar la que está al lado del baño...
-La que quiera. A eso de la una, comemos.
-Ta bien, gracias.
Cosme levanta con dificultad el bolso, lo carga al hombro y sube con esfuerzo la escalera. Llega el Ruso, desde la calle, y se lo queda mirando. Se arrima a Esteban y lo observan hasta que entra en la habitación.
-¿Y? ¿Qué tal?
-Ya vamos a ver, por ahora, lo único que sé, es que tenemos compañero nuevo...
El Ruso lo palmea, pasando por detrás, rumbo a la cocina.
-Espero que sepa cocinar...
Esteban se vuelve y se queda mirando la espalda del Ruso, que se aleja.
-¿Por?
El Ruso no voltea, perdiéndose en la cocina y dejándolo desairado, con lo brazos en jarras.
-¡Che!
No obtiene respuesta. Ofendido, se va para el taller, puteando entre dientes.



lunes, 2 de diciembre de 2013

"Doña Margarita" Cuento.

 Doña Margarita sale a barrer bien temprano, cuando el día recién está clareando. En invierno se abriga bien, no sea que el médico tenga que llamarle de nuevo la atención, y pasa la escoba con la misma calma que lo hace en verano, cuando los gorriones cantan alegres después de haberse bañado. Ella sabe que ya no es una niña, se toma la vida con tranquilidad. Tiene un horario para barrer, uno para desayunar, uno para almorzar y también para disfrutar de su novela favorita. Pero, si por alguna razón, se retrasa en el supermercado o en el banco, cuando va a cobrar su jubilación, no se altera en lo absoluto, se dice a sí misma que es una tontería depender del reloj a esta edad. Sus ochenta y uno, muy bien llevados, no le impiden valerse por sí misma, mantener la casa y atender a sus nietos cuando vienen de visita. Siempre llevó una vida sana y su salud fue de hierro, solo que a los achaques de la edad, no puede dejar de ignorarlos.
Hace cincuenta años que barre la misma vereda, se conoce cada grieta y cuales son los rincones dónde la tierra se torna más reacia a abandonarla. Se casó a los quince años, vivió en una casa alquilada con su marido hasta que con el trabajo de ambos y levantando la cosecha a mano (como a veces les cuenta a sus nietos) lograron comprar la casa que hoy habita. Por desgracia, su esposo falleció joven, a los cincuenta y ocho, y hay noches en que lo extraña y sonríe, acordándose de sus payasadas.
  Doña Margarita sale a barrer bien temprano, sea la estación del año que sea, y observa la calle vacía. Hace un rato que paró de llover y el viento y el agua le han llenado de hojas la vereda. No se trata mucho con los vecinos, gente joven en su mayoría, y se lamenta que sus amigas de siempre ya no estén. Solo le queda Sofía, que vive a la vuelta de la esquina, y aunque es unos años menor que ella, se hicieron amigas al llegar al barrio. Es que con la gente mayor, Doña margarita, puede charlar a gusto. Los jóvenes la alteran, hablándoles de problemas, de las corridas al banco, de que no saben si van a poder conservar el auto y de sus hijos malcriados. Sí, eso de malcriados es innegable, piensa, pero habría que preguntarse quién los malcrío. No siempre la culpa es del chancho, como dice el refrán, sino del que le da de comer.
  Sofía es viuda como ella pero vive con su hija menor, Carolina, que se separó hace unos años ,o el marido la abandonó, y no le quedó otra opción que volver a la casita de los viejos. Estas chicas, decía Sofía, si pensaran mejor las cosas...Las chicas no usan la cabeza, la consuela Doña margarita, piensan con otra cosa, dice y se sonroja un poco. Es que solo con Sofía se permite semejante desliz, ella es de su entera confianza y la considera casi una hermana menor. Doña Margarita viene  de una familia numerosa, nueve hermanos entra varones y mujeres. Gente de campo, chicos fuertes y trabajadores, excepto el menor de ellos, que había salido medio torcido, asiduo bebedor y jugador compulsivo. Doña margarita siempre le perdonó todo y lo recuerda con cariño, porque los recuerdos que perduran son siempre los mejores.
   Sofía le recuerda mucho a una de sus hermanas, será por eso que entablaron un entrañable vínculo. Además de sus facciones y sus modos, Sofía se parece a su hermana en lo chismosa. Le gusta llevar y traer rumores y chimentos, que el barrio se encarga de alimentar día a día, echando cada uno, su parte en el caldero. Doña margarita sabe que a las diez y media llega Sofía, cargada de novedades. Es que, a pesar de levantarse bastante tarde, hace las compras antes de venir a su casa, cargados los bolsos de mercaderías y de habladurías. Doña margarita pone la pava y prepara el mate, saca un plato que deja sobre la mesa, para que Sofía ponga las facturas que compró en la panadería. Apaga la radio y aguarda escuchar la puerta del frente y el llamado de Sofía, que grita como todas las mañanas: ¡Marga! ¿Ya estás levantada? ¡ Soy yo, Sofía! Se saludan con un beso en la mejilla y luego de los obligados comentarios sobre el tiempo (si hace calor, si hace frío, o si está por llover o no llueve hace tanto tiempo) se sientan a la mesa cuando la pava ya avisa que el agua está a punto. Mientras la retira del fuego, escucha a Sofía que abre la bolsita de papel de la panadería y saca las facturas que deposita en el plato sobre la mesa, chupándose los dedos pringosos de dulce.
  -Te traje de las que te gustan- avisa, mientras engulle la primera, mordiendo la masa y llenándose de migas hasta el escote. Desde ese mismo instante, Sofía hablará con la boca llena hasta que el plato esté vacío, devorándose cinco de la media docena de masitas.
    Doña margarita le perdona todo, si la quiere casi como a una hermana. Le ceba unos mates con cáscara de naranja o con una cucharadita de café, que son los que tanto le gustan, esperando a que Sofía empiece con las noticias más jugosas del barrio.
   -¿Sabes quién está hecho una furia?
   Doña Margarita niega con la cabeza, intuyendo que de inmediato va a enterarse.
   -Tu vecino, el Cachito.
   -¿El carnicero? ¿Qué le pasó?
   -¿Viste el toldo que puso la semana pasada?
   Doña Margarita lo había visto, es más, lo veía todas las mañanas cuando salía a barrer su vereda. Un toldo bajo, en forma de alero y de color anaranjado, atornillado sobre la vidriera de la carnicería.
    -Parece que hay gente que no lo quiere mucho, al Cachito. Hoy, cuando abrió, se desayunó con que le hicieron dos tajos largos a la lona. ¡No te imaginas cómo está! ¡Se quiere comer a medio mundo!
     La carnicería estaba sobre la misma vereda de Doña Margarita, tres casas más allá, antes de llegar a la esquina, junto a la panadería. Hacía poco que estaba funcionando. El Cacho, como todos lo conocían en el barrio, había comprado el local desocupado e instalado su comercio. Era un hombre hosco, bruto y de mal genio. Su esposa y su hija, que le ayudaban en la caja y en algún corte, eran todo lo contrario. Dulces, amables y condescendientes. Creaban un equilibrio que permitía al negocio seguir funcionando. El Cacho, por su cuenta, hubiera durado poco. Abrían a las ocho, como casi todos los comercios del barrio y Doña Margarita los trataba muy poco, solo por casualidad. Si era por lo que ella comía de carne, ya se habrían fundido hacía rato. Su dieta había cambiado hacía mucho. Comía liviano, verduras hervidas, huevos, tostadas y algún pollo que ponía en la olla cuando su hijo o su nuera le traían del campo. Doña Margarita trataba poco con la gente del barrio, pero a través de Sofía, se enteraba de todo sin necesidad de estar chusmeando en la puerta.
   -No se sabe quién pudo ser, pero el Cacho ya tiene entre ojos a unos cuantos. ¡Agárrate que se va a poner bravo el barrio, Marga! ¡Cuando el Cacho se enoja, es jodido!
   A Doña Margarita poco le importaba el carácter del carnicero, ni un toldo mugroso que se podía remendar, ella añoraba los años de calma, cuando aún vivían sus antiguos vecinos y las calles eran de tierra, dónde los chicos eran educados, las personas se saludaban con cortesía y podía pasear del brazo de su marido.
   -Gracias, Marga. Me voy a preparar la comida que ya debe estar por llegar Carolina con los chicos. ¡Uy, pero si ya son las once y cuarto! ¡Se me pasó la mañana volando! ¡Chau, me voy corriendo!.
    Doña Margarita se toma el último mate, mientras escucha como la puerta se cierra. Va pensando en qué almorzar, quizás una calabacita o unos zapallitos. Con seguridad, por la tarde, vienen sus nietos a visitarla.

     Doña Margarita sale a barrer bien temprano, cuando el día recién está clareando. Cuando culmina su tarea, toma su bolso de mimbre y camina hacía la panadería de la esquina, que está junto a la carnicería. El panadero la atiende por la puerta del costado, ya que el negocio abre más tarde, y como todos los días le vende dos pancitos calientes y dos bizcochos recién sacados del horno.
   -Pero, Doña Margarita, tan temprano anda usted por la calle y con este frío - le dice cuando es invierno.
   Doña margarita sigue su ritual diario, haga frío, calor o llueva. Regresa a su casa y se toma un té caliente con bizcochos. Verduras no le faltan, ni huevos, ni pollo. Cuando su hijo viene del campo, le suministra comestibles día por medio. Cualquier otra cosa se la encarga a Sofía, que le encanta vagar de acá para allá, como si el techo de su casa se estuviera por caer.
   Pasó una semana y las novedades que le transmite su amiga, entre gestos y exageraciones, con cada vez más alarmantes. Parece que el carnicero, entre acusaciones y gritos, se había despachado contra quienes él consideraba autores del hecho. Hasta llegó a las manos con un carnicero de la otra cuadra, propinándole una brutal paliza.
   ¿Adonde vamos a llegar?- se pregunta Doña Margarita. viendo en lo que se a convertido el barrio,
    A pesar de los golpes e insultos, de perder a varios clientes ante la mirada estupefacta de su mujer y de su hija, al carnicero no le quedó otra, más que emparchar el horroroso toldo anaranjado, en forma de alero.
     Doña Margarita se entera de todo por boca de Sofía, que no ha dejado de acompañarla todas las mañanas a las diez y media en punto, luego de hacer sus compras diarias.
      A ella poco le importa el carácter del carnicero, ni la identidad del autor del hecho, sigue levantándose temprano a barrer, excepto hoy, que llueve. Entonces, toma su canasto de mimbre y su paraguas negro, y camina hasta la panadería, que queda en la esquina. La calle está vacía a esa hora y el panadero la atiende por la puerta del costado, diciéndole con voz paternal: -Pero,Doña Margarita, tan temprano anda usted por la calle y con este tiempo...
      Doña Margarita no se detiene porque esté lloviendo. Le paga con las monedas justas y emprende el regreso a su casa, pasando frente a la carnicería, y haciendo un tajo en la lona del toldo con la punta de su paraguas, de la misma longitud, que el que hizo de camino a la panadería.
                                                                                                              Javier Cárdenas.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Pensión de caballeros - Final del 2 º Capitulo.

 Esa tarde, mientras el Ruso pintaba el patio, el pibe podaba la parra y Esteban terminaba de reparar un compresor de aire en el taller, calcularon que en un par de días más, podían tener la casa lista para albergar a pensionistas y abrir la bicicletería al público.
 Hugo, que pasó a ver cómo avanzaban las reparaciones, quedó maravillado por lo bien que se veía la propiedad, y organizó una choripaneada para el día de la inauguración.
 Mientras tanto, Paloma conseguía trabajo como cocinera en un restaurant y veía con otros ojos el futuro. Luego de mostrar su desempeño en la cocina a su jefe, lograr su aprobación y el empleo, esa noche volvió al hotel y se acostó junto a su hijo con una amplia sonrisa de satisfacción.
 En cuanto a César, solitario y ebrio en su casa del Country, descargaba su furia estrellando los portaretratos con la foto de su esposa contra el suelo, mientras que en la pensión, Esteban daba una última mirada al retrato de Teresa, antes de apagar la luz y acostarse a descansar.

martes, 12 de noviembre de 2013

Pensión de Caballeros - 2 º Cap / Continuación.

Cargando dos baldes de mezcla, el Ruso entra desde la calle, seguido de la vecina y su hijo.
-¡Teban! ¡Te buscan!
Esteban contesta desde la cocina, sin asomarse.
-¡Voy!
Volviéndose, el Ruso pregunta innecesariamente, solo por cortesía.
-¿Escuchó?
-Sí. gracias. Acá lo espero.
-Bueno, yo voy a seguir con lo mío. Con permiso,Doña.
-Vaya nomas.
Muñido de una cuchara de albañil, el Ruso se aboca a la tarea de seguir revocando una de las paredes del patio. 
Proveniente de la cocina, sale Esteban, secándose las manos en el pantalón.
-¿Sí?
-Buen día, soy Miriam, su vecina.
-¿Miriam? ¡Ah,sí! ¡Usted se encargaba de regar las plantas!
Se estrechan las manos, con una sonrisa.
-Yo soy Esteban, hijo de Hugo.
-Mucho gusto - mete la mano en su bolsillo y exhibe un manojo de llaves- Ante todo, acá tiene las llaves de la casa...
-¡Cierto! Mi papá me dijo que usted tenía un juego...
Miriam pasea la vista por el patio, mientras Esteban se guarda las llaves.
-Parece que estuvieron trabajando...
-Sí, la verdad, le hacía falta algunos arreglos...
-¿Y cómo está tratando a las plantitas?
-Bueno, no soy muy dedicado al tema. Espero que sobrevivan, las pobres...
-Mire, si a usted le parece, podría seguir viniendo a regarlas todos los días...
-Pero, Miriam, ¿cómo la voy a molestar con semejante cosa?
-¡No sería ninguna molestia! Yo les tengo mucho cariño, sería una lástima que se echaran a perder...
-Bueno, como usted guste...no sé qué habían arreglado con mi papá...
-¡Ni se le ocurra! ¡En ningún momento, estaba pensando yo, en cobrarle por eso!
-Está bien, no quise ofenderla...
-Pero, sí podría hacerme un favor a cambio. Si es que puede, claro.
-Dígame...
Da un paso al costado y hace avanzar al pibe, presentándolo.
-Este es Luciano, mi hijo. Cumplió 14 años hace poco y estoy algo preocupada por él. Mire, yo no quisiera meterlo en un aprieto, pero me gustaría que Luciano, pasara más tiempo en compañía de otros hombres...
-No le entiendo muy bien...
-Pasa que, desde que enviudé, no  tuvo un modelo masculino qué seguir. ¡Y se la pasa todo el día con la play, la compu o metido en el baño! ¿Me entiende? Yo necesito que salga y se avive un poco, que vea cómo se manejan los hombres en la vida.
-O sea que, a este pibe, le falta calle...
-¿Ve? ¡Es lo que digo siempre!
-Mire, Miriam, a mi me parece que...
Ella se exalta.
-¡No diga más! ¡Se lo mando esta tarde y me lo pone a laburar! ¡Que se ensucie un poco y que transpire la camiseta! ¡Yo confío en que usted, y solo usted, Esteban, me lo puede sacar derecho a este mocoso!
El Ruso y Esteban cruzan miradas, alarmados. Miriam se recompone, bajando el tono de voz y despidiéndose.
-Que tengan un buen día.
Da la vuelta y arrastra del brazo al pibe hacia la salida, mientras va reprendiéndolo por lo bajo.
-¡Ves como sos! ¡No dijiste ni una palabra! ¡Si no fuera por tu madre, querido, qué sería de vos!
-Pero, mamá...
-¡Marche para casa! ¡Ni se te ocurra tocar la play!
-Pero, ¡mamá!
Cuando vuelven a estar solos, los hombres se miran atónitos, y el Ruso se larga a reír.
-Me podes decir ¿qué fue eso?
-¡Ni vos sabes en lo que te metiste, hermano! - dice el Ruso, riéndose y caminando hacia el baño - Pero, ¡qué bien que te la hicieron!
Lo deja a Esteban, solo y confundido, parado en medio del patio.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Pensión de caballeros - 2º Cap / Continuación.

Paloma camina resuelta hacia un teléfono público. A su alrededor, bulle la vida de la plaza, bajo el sol de la mañana. En su cartera guarda el diario, que carga desde temprano en busca de trabajo, y marca el número de Manuela. Mientras espera respuesta, estudia con recelo los alrededores. Es un nuevo hábito que adquirió, luego del indeseado encuentro con César. Del otro lado de la línea, alguien levanta el tubo.
-¿Manu? Soy Paloma...
-¡Palo! ¿cómo estás?
-Bien, no te preocupes. Te llamaba para que te quedes tranquila...
-Me quedé muy mal, cuando te fuiste...
-Me imaginé, pero no tenes por qué..
-¿Dónde te estás quedando?
-Estamos parando en un hotel. No es un lujo, pero sirve por ahora. Por lo menos, puedo pagarlo...
-¿Y Lucas?
-Está bien, se hizo de algunos amigos, hijos de la encargada. Ella me lo cuida cuando salgo a buscar trabajo.
-¿Pudiste conseguir algo?
-Todavía no, pero no pierdo la esperanza...
-Ojalá pudiera ayudarte...
-Ya hiciste demasiado...
Se produce un silencio y Paloma presiente algo.
-Manu, ¿pasó algo?
-Mirá, yo no quiero asustarte, pero César, estuvo por acá...
Paloma se estremece.
-¡Dios mío! ¿Que le dijiste?
-¡Nada, preguntó por ustedes pero yo le negué todo! No se si se lo creyó...estaba bastante agresivo, le tuve que pedir que se fuera varias veces, ¡hasta llegué a amenazarlo con llamar a la policía!
-¡No sé que voy a hacer! ¡Nunca nos va a dejar en paz!
-¡Seguir, eso tenes que hacer, hasta que acepte el divorcio...!
-¡Eso nunca va a pasar! ¡Vos no lo conoces!
-Es cierto, pero te conozco a vos y sé que no te vas a dar por vencida...
Paloma enjuga una lágrima, respirando hondo y calmándose. Retoma el control.
-Tenes razón, esto todavía no se termina. Te mando un beso. Te quiero.
-Yo también, llámame si necesitas algo.
-Sí, gracias.
Cuelga, pensativa. Mira en torno, luego vuelve a marcar. Atienden.
-Sí, con el Doctor Borini, por favor. De parte de Paloma Villagra.

                                                                  ...........................................

 En su oficina, detrás de su escritorio, arrellanado en su sillón, el abogado de Paloma atiende su llamada y la escucha, asintiendo, de vez en cuando, con un movimiento de la cabeza.
-No, Paloma, eso no se puede hacer. En cuanto tenga novedades y haya avances concretos, te aviso. ¿Me das tu dirección? O tu teléfono...¡ah! entiendo...Bueno, avísame, entonces. Hasta luego.
Cuelga, mirando seriamente a Cesar, que está sentado frente a él, expectante.
-¿Dónde está?
-No me lo dijo, está parando en un hotel. Me llama cuando se instale definitivamente...
-¿Qué quería?
-Saber si había avances con lo del divorcio. Además, me contó que la estás acosando...
-Eso no es cierto, solo quería hablar con ella.
-Sonaba preocupada...
-No le hagas caso, acordate que acá, la víctima soy yo. ¡Ella es la que se robó a mi hijo!
-Si se llega a enterar de que vos estás en contacto conmigo...
-Eso, no va a pasar. A menos que vos se lo digas...
Cesar se pone de píe, abotonándose el saco.
-Manteneme al tanto. Y la próxima vez que llame, sácale una dirección. Después de todo, ¿somos o no somos colegas?
Abre la puerta, aprestándose a salir.
-¡Ah! Me olvidaba...¿Viste ese puesto que te interesaba?
-¿Qué...? ¿Hablaste con el Ministro?
-Casi dalo por hecho. Solo te pido un esfuerzo más. No me vas a fallar ahora, ¿no?.
Borsini niega con un ademán, impostando una sonrisa.
-No, por supuesto que no.
-Bien, no te olvides de llamarme.
Termina de abrir la puerta, sale y cierra. El abogado de Paloma se queda pensativo, víctima de cierta incomodidad, que solo consigue ahuyentar imaginando que ocupa esa codiciada vacante en el Ministerio de Justicia.





miércoles, 6 de noviembre de 2013

Pensión de caballeros - 2º Capitulo / Continuación.

Unos días después...
Un camión con un volquete, se detiene frente a la casa de Esteban. El conductor baja, toca timbre y aguarda. Esteban  se asoma, intercambian unas palabras, le firma una planilla y regresa al interior, cerrando la puerta. El conductor vuelve al camión, arroja los papeles sobre el asiento y comienza a bajar el contenedor. Una vez en el suelo, desengancha las cadenas y le da unos empujones, hasta acomodarlo paralelo al cordón de la acera. Sube a su vehículo y se marcha. Solo han pasado unos segundos desde su partida cuando, con un chirrido lastimoso, Esteban levanta la persiana metálica del local. Se asoma y constata que el volquete está bien ubicado, pega la vuelta y pone manos a la obra. En estos días que estuvo haciendo limpieza, juntó ruedas herrumbradas, latas, cuadros viejos y partes de bicicletas, arruinados por el paso del tiempo. De a poco, va tirando todo al contenedor, apreciando el espacio libre que queda en el taller. Quita las telarañas y levanta una polvareda al ponerse a barrer. Sale a la vereda, víctima de un acceso de tos, y se topa con el Ruso, que viene cruzando la calle, cargando un bolso, con una sonrisa.
-¡Teban!
-¡Ruso, querido!
Se funden en un abrazo afectuoso. Cada palmada que el Ruso le da en la espalda, levanta una nube de tierra.
-¿Cómo andas, Tebita? ¡Tantos años sin vernos!
-Bien, laburando un poco...Disculpá la mugre que tengo ¡ni me di cuenta!
-Pero ¿qué decís, che? ¡Como si no me conocieras!
-¡Qué alegría! ¡De vuelta al barrio!
-¡Je! ¡Como cuando éramos pibes! ¿No?
-Como cuando eramos pibes...
Se miran, los ojos cargados de recuerdos y emoción.
-¡Pasa, Ruso! ¡Me pica la garganta de tanto tragar tierra!¡Tengo una cerveza helada y no tenía con quién compartirla!
-¡A mi juego me llamaron! ¡Tengo sed desde que salí de Tucumán!
-De paso nos ponemos al día...
-¡Puf! ¡Tengo tantas anécdotas que podría llenar un libro!
Esteban se ríe, guiando a su amigo hacia el interior.
-Pero, ¡si sos una bestia! ¡Primero tendrías que aprender a escribir!
Se ríen.
-Eso es verdad...









viernes, 1 de noviembre de 2013

Pensión de caballeros - Segundo Capitulo.

Paloma se esfuerza por atender las mesas del café. Es un día soleado y el lugar está concurrido. Su jefe, le indica desde la barra, que tiene un pedido listo. Se acerca y acomoda sobre la bandeja los pocillos. Se dispone a llevar el encargo cuando ve, sentado en una mesa junto al escaparate, a su ex marido, que la observa. Se congela, aterrorizada. Retrocede unos pasos y él se levanta, viniendo hacia ella. Paloma gira con rapidez, intentando volver a la barra, pero Cesar logra asirla de un brazo con fuerza. La bandeja se desestabiliza y los pocillos se estrellan en el suelo.
-¡Paloma! ¡Tengo que hablar con vos!
-¡Déjame, soltáme, Cesar!
Interviene el dueño del lugar, alarmado por los gritos. Los clientes observan, intranquilos.
-¿Se puede saber, qué carajo pasa acá?
Cesar le retruca, tratando que Paloma no se escape.
-¿Qué te importa, pelotudo? ¡La cosa es entre ella y yo!
-¡Si no te calmas, te voy a tener que sacar a las patadas!
Hay un intercambio de empujones y manotazos entre los hombres, que es aprovechado por Paloma para zafarse y correr hacia la calle. Cesar intenta perseguirla, pero tropieza con una silla y se desploma dentro del local. Cuando se repone, logra ver cómo ella logra detener un taxi, subirse y alejarse.
Furioso, saca una libreta de su bolsillo y anota el número de matrícula del auto, justo antes de que gire en la esquina y se pierda de vista. Saca su celular, marca un número y espera a que atiendan.
-Radio Taxi Avellaneda, ¿en qué le puedo servir?
-Necesito información sobre el destino de uno de sus vehículos...
                                                   
                                                                         ...................................
 Paloma entra llorando al departamento de su amiga, y ésta, se asusta al verla en ese estado.
-¡Palo! ¿Qué te pasó?
-¡Es Cesar! ¡Me encontró! ¡Ese hijo de puta!
-¡Pará, tranquilízate, que vas a asustar a Lucas!
Paloma se sienta en un sillón, con la cabeza hundida entre las manos.
-¿Dónde lo viste? Contáme...
-En el trabajo...Estaba ahí, sentado, esperándome. ¡No voy a poder volver! ¡Ya sabe dónde estoy!
Se pone de pie, espantada.
-¡No podemos quedarnos más acá! ¡Debe saber que estamos en tu casa! ¡Puede estar viniendo en este momento!
-Pero, pensá un poco, ¿cómo podría saberlo?
-¡No lo sé! ¡Pero si supo dónde trabajaba ...!
Corre hacia la habitación, seguida por Manuela, que intenta calmarla. Lucas, que está durmiendo, se despierta cuando entra como una tromba. Ella busca un bolso y empieza a vaciar los cajones de la ropa. El nene la mira, somnoliento.
-¡Lucas! ¡Despertate, amor! ¡Nos tenemos que ir!
Le alcanza una muda de ropa.
-¡Tomá, sácate el pijama! ¡Ponete esto! ¡Apurate!.
-Paloma, ¿no te estás precipitando?
Ella se vuelve, le habla en un susurro.
-Vos no lo conocés, no sabés de lo que es capaz...Yo, tengo mucho miedo...
Se abraza con su amiga, temblando.
-Má, quiero la leche...
Se vuelve hacia Lucas, que está sentado en la cama.
-¡No hay tiempo para eso! ¡Desayunamos después!
Mira a Manuela, rogándole.
-Ayúdame a empacar, ya debe estar viniendo.
Su amiga reacciona, poniéndose en movimiento, mientras Paloma se dedica a cambiar a su hijo.

                                                                    ...................................

 Paloma sale del departamento de Manuela, cargando dos bolsos y llevando de la mano a Lucas, que aprieta contra su pecho a un oso de peluche. Avanza unos pasos, llama al ascensor y regresa para despedirse.
-Te quiero, Manu. Gracias por hacerme el aguante estas semanas...
Se abrazan.
-¿Tenés suficiente plata?
-Por ahora, vamos a estar bien. Algo para hacer voy a encontrar...
Llega el ascensor, comienza a caminar hacia ahí, tirando de la mano del nene.
-Te aviso, cuando nos instalemos...
Se abre el ascensor. Suben. Agitan las manos, despidiéndose.
-Chau, nos vemos.

                                                                        ...................................

  Paloma y Lucas salen del edificio. Caminan por la acera y doblan en la esquina. Un taxi se detiene frente a la entrada. Baja Cesar, acomodándose el saco. Mira hacia lo alto, paga el viaje y el auto se va.
Aprovecha que una pareja está entrando y agradece que le dejen la puerta abierta.


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jueves, 31 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros - Fin del primer capítulo.

Hugo recibe de Esteban la botella de vino y la sostiene en sus manos, con una sonrisa.
-¿Para qué te molestaste,hijo? Yo ya tenía...
Aprecia la etiqueta.
-¡Ah, pero éste es mucho mejor! ¡Vení, pasa a la cocina que buscamos unos vasos y lo destapamos!
Esteban sigue a su padre, que le indica dónde están los vasos, mientras levanta la tapa de la olla y prueba el guiso humeante.  Agrega sal y un poco de pimienta.
-Acomódate, que dentro de un rato, ¡te vas a chupar los dedos!.
-Eso no lo dudo, la habilidad que tenes para la cocina, es un don que yo no heredé.
-A mí me viene de la abuela. Es la sangre italiana...
-Bueno, parece que se salteó una generación, entonces.
-Puede ser...¿querés ir picando algo? Hay salame y queso...
-No, así está bien. Lo que no encuentro, es el sacacorchos...
-Fíjate en el bar, debe estar allá.
Esteban sale de la cocina por la puerta que conecta la casa con el local. Enciende la luz y los tubos fluorescentes vacilan un instante antes de encenderse. Las persianas están bajas y el lugar está en silencio. La quietud de las cosas, lo estremece. Toma un sacacorchos del cajón de los cubiertos, apaga la luz y sale.
-¿Estaba...?
-Sí, acá lo encontré.
Clava el corcho, lo enrosca y lo extrae con fuerza, sacándolo de su inercia.
 
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 Hugo espera que Esteban se lleve la cuchara a la boca y le dé su veredicto. Esteban mastica y esboza una sonrisa.
-¡Hum...!¡Sí que está bueno, papá!
-¿Viste? ¡Todavía no le pedí la mano!
-¡Pero quema como la puta madre!
-Ah, eso sí.
Esteban toma un sorbo de vino, aliviado.
-¿Cómo encontraste todo? En la casa, digo.
-Demasiado bien...pensé que iba a ser peor.
-¿Vas a necesitar ayuda? Conozco a unos albañiles macanudos, podríamos llamarlos...
-No va a hacer falta, solo me las arreglo.
-Como a vos te parezca, pero si es por la plata...
-No es por eso, la verdad, necesito mantenerme ocupado.. y.lo voy a hacer con gusto, no te preocupes.
Comen, beben. Hugo le sirve más vino.
-Lo que si encontré cambiado es al barrio...
Su padre lo mira, sin entender.
-Lo digo por el super chino...
-¡Ah...! ¡Son una plaga! ¡Mientras no se les ocurra andar abriendo bares, también!
Se ríen. Esteban se termina su plato.
-¿Querés que te sirva otro? ¡Hice como para un regimiento!
-¿No me caerá mal?  La verdad, es que está muy bueno...
-¡Dale! ¡Te sirvo y destapamos una segunda botella!
-¡Y dale, total, quién se va a quejar si la casa está vacía!

                                                            ........................................
Esteban entra a la casa, cruza el patio iluminado, va hacia la cocina. Sale al rato con un vaso de agua, en dirección a su habitación. Vuelve a salir al patio, en camiseta, y entra en el baño, dónde se lava los dientes y se refresca la cara. Apaga las luces y solo queda iluminada su habitación, dónde se apresta a dormir. Lee una página del libro que tiene en su mesa de noche, hasta que el sueño comienza a vencerlo.
Apaga su luz y la casa queda en penumbras y en silencio. Transcurren unos minutos, hasta que resuena un pedo y el sonido del elástico de la cama, mientras Esteban exclama:
-¡La puta, con estos garbanzos!


martes, 29 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros - Continuación.


Esteban camina con sus valijas por la acera, rumbo a la casa. Lo detiene una anciana, que lo reconoce y lo saluda con afecto. Continúa, aún le restan unas cuadras. Al llegar, observa con desaliento el mal estado de la fachada. Revoque caído, pintura descascarada, grietas en las aberturas de madera y la base de la persiana del local, corroída por el óxido.
Busca las llaves, comienza a probar de a una hasta dar con la que abre. Entra. Junto a la puerta de entrada, encuentra la llave del gas y la caja de la luz. Los conecta. Ya en el patio interno, cubierto por una parra de uvas verdes y pequeñas, pasea la vista y dejando las valijas sobre las baldosas, se dispone a abrir las puertas. Comienza por la de la cocina, sigue por la del comedor, el baño, el lavadero y las dos habitaciones de abajo. Escoge la primera, abriendo la ventana y la celosía para permitir que entre el aire. Comprueba que funciona la luz, aporrea un poco el colchón y arma la cama con un juego de sábanas que encuentra en el ropero. Sube las valijas a la cama, las abre y cuelga la ropa en las perchas vacías. Sobre la mesa de noche, acomoda el reloj despertador, un libro, sus lentes y una radio vieja. Deja un par de zapatos en un rincón, cuelga un crucifijo en el respaldo de la cama y  se queda mirando con tristeza unos minutos el portarretrato de su esposa, antes de apoyarlo con cuidado sobre la cómoda.
En el baño, controla que la lámpara encienda. Abre el botiquín. Coloca su desodorante adentro, una brocha y una máquina de afeitar a hoja, jabón y perfume. Cuelga un par de toallas. Comprueba que sale agua de la canilla. Busca y no encuentra papel higiénico. Apaga la luz y cierra la puerta.
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Parado frente a la góndola del supermercado, toma un paquete de papel higiénico y lo mete al carrito, junto a un paquete de yerba, azúcar, sal, vinagre, aceite y  un rollo de papel para cocina. Empuja el carrito por los pasillos y se detiene frente a la góndola de los vinos. Toma algunas botellas, se coloca los lentes, lee las etiquetas, arruga la cara con algún precio. Al final, se decide por una.
En la caja, se enfrenta al impasible rostro de una anciana oriental y a una sonriente joven de ojos rasgados, que pasa los productos y le cobra.

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Esteban llega a su casa cargando un par de cajas con mercadería, acompañado por un joven chino que acarrea un par de cajas más. Abre la puerta del frente y le hace señas al chico para que lo siga.
Ya en el interior, deja su carga sobre la mesita de jardín, bajo la parra.
-Dejalo ahí nomás...
El otro hace lo que le indica, observando con admiración la casa, mientras Esteban rebusca en sus bolsillos un billete.
-Casa glande, vieja....
-Sí, era de mis abuelos...
Saca un billete de dos y se lo extiende.
-Tomá, gracias.
El chino lo mira, desencantado.
-¿Dos?
-¿Qué? ¿Es poco?
-¡Diez!- dice el chino, reforzando lo que dice con los dedos de ambas manos.
-¿Diez mangos? ¿No te parece mucho?
-¡Diez!
-Mierda, no sabes hablar, pero sí te sabes hacer el día ¿no?.
El chino sonríe, sin entender. Esteban le da un billete de diez y se retira agradecido.
-Sí, sí, andá nomás.
El chino deja la casa y Esteban cierra con llave, volviendo al patio y recogiendo de a una las cajas, las va llevando a la cocina, dónde se pone a surtir de mercadería a las alacenas. De entre las compras, aparta lo necesario para prepararse unos mates, pone la pava y termina de desarmar el pedido.

domingo, 27 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros - Continuación.

-¿Hay más?
-Yo pensaba, que mientras laburás ahí, podríamos ir acondicionando la casa y en algún momento, volver a alquilarla.Con eso, sumado a lo otro, ya es otro cantar...
-Después de lo que renegaste para sacar a los últimos inquilinos, ¿todavía querés volver a alquilar?.
-Yo estaba pensando en armar algo así como una pensión, ¿viste?. Algo para gente sola. Así aprovecharíamos todas las habitaciones, hasta las del piso superior. ¡Nada de chicos, ni mujeres! Una pensión para hombres, ¿qué te parece?.
-Tan descabellado no es. Y yo podría vivir ahí.
-Seguro, si es lo que querés. Lo que sí, te aviso, le hace falta bastante trabajo...
-Eso es lo de menos. Yo me doy maña...
-Bueno, pensálo tranquilo, es una posibilidad...
-Y sería un nuevo comienzo...
-¿Todavía te acordás de cómo arreglar una bici?
-¡Cómo no! ¡Con las horas que me pasaba ayudando al abuelo!
-¡Je! ¡Me acuerdo! ¡Yo te quería para mozo y él te quería de aprendiz!
-Y yo arranqué como vendedor de Remington. Ni una cosa, ni la otra.
-Estabas en tu derecho a elegir. Además, ganabas bien.
-Sobre todo me gustaba andar. Lo malo era que nos movíamos en colectivo ¡y llevábamos una máquina de muestra! ¿Sabes lo que pesaban esas máquinas de escribir? ¡Cuando me acuerdo, me empiezan a doler los brazos!
Se ríen, meneando la cabeza. Afuera va cayendo la noche, sus rostros se reflejan en el escaparate.
-¿Sabes con quién estuve hablando ayer? Con el Ruso.
-¡El Rusito! ¿Qué, anduvo por acá?
-No, llamó por teléfono. Estuvo intentando ubicarte, por lo de Teresa. Parece que se enteró tarde y quería darte el pésame.
-La verdad, me extrañó no verlo en el velorio...
-Y me contó que se vuelve, que la mujer lo abandonó.
-¡No me digas! ¡Y pensar que largó todo para irse con la mina a Tucumán!
-Sí, y me sonó como que estaba medio en bolas, como sin saber para adónde agarrar. Le dije que nos venga a ver, cuando llegue. Una manito nunca le vamos a negar.
-No, por supuesto. Me imagino cómo estará, pobre Rusito, ¡qué momento de mierda!
-A lo mejor nos puede ayudar. Con lo de la casa, digo. Es medio bruto, pero trabajó muchos años de albañil.
-Cierto, no vendría nada mal.
Se abre la puerta del local y se vuelven. Entran Manuel y Tono, amigos y clientes de Hugo. Se alegran cuando ven a Esteban.
-¡Teban!
Se arriman a la mesa, Esteban se pone de pie, lo abrazan.
-¡Tono! ¡Cuánto tiempo!
-¡Pibe!
Manuel, que lo aprecia, lo abraza con fuerza. Se separan apenas y lo reconforta con palabras de aliento.
-Querido, mi más sentido pésame. Ya sabés, cualquier cosa que necesites, contá conmigo. Ya vas a ver cómo todo va a estar bien. Todos los que te queremos, vamos a estar con vos. ¿Tamos?
Le da unas cachetaditas cariñosas en la mejilla, sonriendo.
-Gracias, Manuel. Te lo agradezco.
-Y bienvenido al barrio de nuevo. Ya vas a ver lo bien que lo vamos a pasar.
-Ustedes nunca cambian...
Tono se ríe, jocoso, acotando.
-¿Y para qué? ¡Si así estamos bárbaro!
Hugo se ríe, mientras Esteban se sienta y los recién llegados arriman un par de sillas a la mesa.
-Bueno, tan bárbaro ya no se te ve...-dice Hugo- ¡Si pareces una pared mal revocada!
Tono lo mira, luego busca una respuesta en la cara de los otros, que justifique la agresión hacia su persona.
-¿Y a éste boludo, qué le pasa? ¡Ni que fuera Alain Delon!
-¡Tiene razón, el Tono! ¡Mejor que vayas y enciendas algunas luces, viejo miserable, que ya casi es de noche...!
-Miren, con la miseria que ustedes gastan en mi boliche, ¡se merecerían alumbrarse con un par de velas!
-Mejor, así al menos no tendríamos que verte la cara de vinagre que tenes...!
-¡Esa, la tengo porque encima que pijotean, anotan!
Se ríen. Esteban se divierte.
-Dale, Huguito, prepáranos un par de Gancias...
-Yo quiero un Cinzano...
-Bueno, un Gancia y un Cinzano.
Se levanta, se aleja hacia la barra.
-¡Y un platito de maní, que esta noche, tengo que hacerle una visita a una viejita!
-¡Y anotálo!
Se ríen, escuchando como Hugo los putea, camino a la cocina. Se vuelven hacia Esteban, sonrientes.
-¡Lo hacemos morir a tu viejo!
-Pero le gusta, ¿qué va a hacer?.Sin nosotros, ¡se caga de aburrimiento!.
-¡Ya vas a ver cuando venga Vinchuca! ¡Es un hijo de putas! ¡Lo vuelve loco!
-Vinchuca...cuánto tiempo sin verlo...¿es bravo, todavía?
-¿Todavía? ¡Cada día está peor!
-Y ahora, con la pastillita azul, ¡quién lo tiene!
Se ríen, mientras vuelve Hugo con un Gancia, un Cinzano y el sifón de soda.
-¡Gracias, Huguito! ¡Tengo el garguero reseco!
-¡Traete el maní y las cartas! ¿Te prendés en un truco, Teban?
-No, no creo, tengo cosas que hacer todavía...
-¡Pero, dale! ¡Quédate un par de manos! ¿Adónde tenés que ir?
Hugo interviene, trayendo el plato de maní, las cartas y los porotos para anotar los puntos.
-¡Che, no sean hincha pelotas! ¡Vos, Esteban, no les des bola a estos viejos que se saben todas las mañas a las cartas y vení, que te doy las llaves de la casa!
Manuel y Tono se quejan por el mal trato, mientras esteban se levanta sonriente y sigue a su padre detrás del mostrador. Ahí, de un cajón, saca un manojo de llaves herrumbradas y se las da.
-Tomá, andá probando en cada puerta, porque ya no me acuerdo de cuál es cuál. Apenas entres, conectá la luz y abrí la llave del gas, todo está en el pasillo de entrada.
-Dale, no va a ver problema...
-Hay otro juego de llaves y lo tiene la vecina, Mirta, que se estuvo encargando de regar las plantas y de sacar un poco la mugre de todos los días. Haceme acordar que se las pida, ahora que estás vos, no  va a hacer falta que siga yendo.
-Lo que vos digas, viejo. ¿Algo más?
-Nada más, acomódate tranquilo y después veníte que comemos juntos. Hace de la mañana que tengo los garbanzos en remojo...
Tono y Manuel, escuchan de lejos y acotan algo.
-¿Qué? ¿Vas a hacer tu famoso guiso, Huguito?
-¡Quién te aguanta mañana, viejo flatulento!
Se ríen. Hugo les grita, enojado.
-¡Cállense un poco! ¿Quieren? ¡El muerto se ríe del degollado! ¡Mirá vos!
Su enojo los divierte aún más.
Esteban toma las llaves, despidiéndose.
-Chau, papá.Hasta la noche.
-Andá ,hijo. Nos vemos.
Saluda con la mano alzada a los amigos de Hugo, desde la punta del mostrador.
-¡Chau, gente, hasta luego!
-¡Chau, Teban!
-¡Chau, nene!
Toma las valijas y sale a la calle.

sábado, 26 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros - Continuación.


  Hugo seca unas copas, de pie, trás la barra de su café. Ve llegar el taxi que trae a Esteban y manifiesta una inocultable tristeza. Esteban y el taxista bajan las maletas, le paga y camina hacia la entrada del local. Hugo deja lo que está haciendo y va a su encuentro, sosteniéndole abierta la puerta.
-¡Esteban!
-Papá...
-Pensé que ibas a venir mañana...
Deja las valijas cerca del mostrador. Da un vistazo en torno. El lugar está vacío.
-Quise evitarme la amargura de encontrarme con los del banco, pero ellos también se adelantaron y ya estaban colgándome el cartel en la puerta...
Hugo le pone la mano sobre el hombro. consolándolo.
-Dejá...ya hablamos sobre eso. Vos sabes que hiciste todo lo posible...
-Es cierto, aunque no sirvió de nada...
-Ya nos vamos a arreglar...¿me acompañas con un vermucito? ¡Tengo unas aceitunas rellenas que matan!
-¡Y dale! ¡A ver si me animo un poco!
-¡Eso!¡Al mal tiempo, le vamos a poner buena cara!
Hugo se pierde en la cocina mientras Esteban recorre el bar.
-Ché, papá...¿cómo anda el boliche?
Hugo contesta desde la cocina.
-Y, más que andar, renguea...vos sabes como es...
Sale de la cocina con unos platitos y los deja sobre la barra. Se vuelve, abre la heladera a su espalda y saca el Cinzano y el fernet.
-Si no fuera por esa barra de viejos chotos que viene a joder todos los días, ya me habría dejado de renegar hace rato...
-¡Cállate, que vos sos uno de ellos...!
Se ríen.
-Ya van a caer, vas a ver. Son como las cucarachas, cuando empieza a bajar el sol, salen de sus cuevas...
-Si te llegan a escuchar...¿cómo andan?
Hugo prepara los tragos, corta un poco de pan y queso.
-Igual que siempre...¿nos sentamos en la vidriera?
-Dale.
Esteban ayuda con los platitos de aceituna, salame, queso y pan. Se acomodan frente a frente. Hugo mira hacia la calle, nostálgico.
-Cada vez que me siento acá, me vienen los recuerdos de la infancia. Todos los días, después de la escuela, el abuelo me hacía la merienda y compartíamos esta mesa. No hablábamos demasiado, pero nos perdíamos en la contemplación de la calle...
Esteban lo oye hablar e intenta seguir su mirada.
-Esta vista siempre me cautivó, hace que me sienta parte de la ciudad...
-Además, de que mamá vendía flores en la esquina de enfrente...
-¡Es verdad!¡Una nena hermosa! Nos la pasábamos sentados en el cordón de la vereda, frente al puestito...
-Me imagino que la abuela ya maliciaba algo...
-¡Seguro! ¡Si siempre fue medio bruja mi suegra!
-¡Che, pobre abuela! ¡Tenía sus cosas, pero no será para tanto...!
-¡Je! ¡Si sabré yo, que nada tengo que decir de mi suegro, que era un santo y se deslomaba en la bicicletería, pero de mi suegra, ¡puf!, tengo para charlar un rato largo...
-Será que pretendía un mejor partido para su hija...
-¡Nooo...!¡Le hacía la vida imposible a cualquiera!
Se ríen, miran como va atardeciendo y los coches comienzan a transitar con la luces bajas. Beben. Esteban prueba una aceituna y hace un gesto de placer sublime.
-¡Mmmmm...!
-¡Te dije que eran exquisitas!
-¡Muy buenas, viejo!
Hacen una pausa, Hugo rompe el silencio.
-¿Ya pensaste que vas a hacer?
-Tengo unos pesos, del seguro de Teresa. Por ahora, me las voy a arreglar, mientras busco algo...
-Escuchame...vos sabés que podés quedarte acá todo el tiempo que quieras...
-Sí, ya sé...
-...pero igual, yo estuve pensando en algo. Es una idea, si no te parece bien, nos olvidamos ¿estamos?.
-A ver...
-¿Viste la casa de los abuelos?
-Sí, pero la tenes alquilada...
-Ya no, hace rato que ahí no vive nadie. Con los últimos me ensarté como loco, los tuve que hacer desalojar. Pero, bueno, no era de eso de lo que te quería hablar...¿viste que el abuelo tenía un taller de bicis en el frente?
-Me acuerdo, sí...
-Eso está intacto. Siempre estuvo bajo llave. Están las herramientas, el banco de reparaciones. las estanterías...Hay que limpiar un poco, sacar las telarañas, levantar la persiana y arrancar a laburar...
-¿Te parece?
-Estaría bueno, ¿no?.En vez de buscarte un trabajo lejos, estarías acá nomás...
-Lo que pasa, es que con eso, no sé si me alcanzaría para vivir...
-¡Pará, pará que todavía no terminé!

viernes, 25 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros


                                                           Pensión de Caballeros

    Esteban, parado con dos valijas frente a su casa, ve con angustia como la gente de la inmobiliaria, cuelga un cartel en la pared que anuncia su venta. Llega el taxi que estaba esperando, carga las valijas en el baúl, echa una última mirada, sube y arranca. Mientras se aleja, observa con un nudo en la garganta el barrio, despidiéndose.
                                                                      ...................