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domingo, 27 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros - Continuación.

-¿Hay más?
-Yo pensaba, que mientras laburás ahí, podríamos ir acondicionando la casa y en algún momento, volver a alquilarla.Con eso, sumado a lo otro, ya es otro cantar...
-Después de lo que renegaste para sacar a los últimos inquilinos, ¿todavía querés volver a alquilar?.
-Yo estaba pensando en armar algo así como una pensión, ¿viste?. Algo para gente sola. Así aprovecharíamos todas las habitaciones, hasta las del piso superior. ¡Nada de chicos, ni mujeres! Una pensión para hombres, ¿qué te parece?.
-Tan descabellado no es. Y yo podría vivir ahí.
-Seguro, si es lo que querés. Lo que sí, te aviso, le hace falta bastante trabajo...
-Eso es lo de menos. Yo me doy maña...
-Bueno, pensálo tranquilo, es una posibilidad...
-Y sería un nuevo comienzo...
-¿Todavía te acordás de cómo arreglar una bici?
-¡Cómo no! ¡Con las horas que me pasaba ayudando al abuelo!
-¡Je! ¡Me acuerdo! ¡Yo te quería para mozo y él te quería de aprendiz!
-Y yo arranqué como vendedor de Remington. Ni una cosa, ni la otra.
-Estabas en tu derecho a elegir. Además, ganabas bien.
-Sobre todo me gustaba andar. Lo malo era que nos movíamos en colectivo ¡y llevábamos una máquina de muestra! ¿Sabes lo que pesaban esas máquinas de escribir? ¡Cuando me acuerdo, me empiezan a doler los brazos!
Se ríen, meneando la cabeza. Afuera va cayendo la noche, sus rostros se reflejan en el escaparate.
-¿Sabes con quién estuve hablando ayer? Con el Ruso.
-¡El Rusito! ¿Qué, anduvo por acá?
-No, llamó por teléfono. Estuvo intentando ubicarte, por lo de Teresa. Parece que se enteró tarde y quería darte el pésame.
-La verdad, me extrañó no verlo en el velorio...
-Y me contó que se vuelve, que la mujer lo abandonó.
-¡No me digas! ¡Y pensar que largó todo para irse con la mina a Tucumán!
-Sí, y me sonó como que estaba medio en bolas, como sin saber para adónde agarrar. Le dije que nos venga a ver, cuando llegue. Una manito nunca le vamos a negar.
-No, por supuesto. Me imagino cómo estará, pobre Rusito, ¡qué momento de mierda!
-A lo mejor nos puede ayudar. Con lo de la casa, digo. Es medio bruto, pero trabajó muchos años de albañil.
-Cierto, no vendría nada mal.
Se abre la puerta del local y se vuelven. Entran Manuel y Tono, amigos y clientes de Hugo. Se alegran cuando ven a Esteban.
-¡Teban!
Se arriman a la mesa, Esteban se pone de pie, lo abrazan.
-¡Tono! ¡Cuánto tiempo!
-¡Pibe!
Manuel, que lo aprecia, lo abraza con fuerza. Se separan apenas y lo reconforta con palabras de aliento.
-Querido, mi más sentido pésame. Ya sabés, cualquier cosa que necesites, contá conmigo. Ya vas a ver cómo todo va a estar bien. Todos los que te queremos, vamos a estar con vos. ¿Tamos?
Le da unas cachetaditas cariñosas en la mejilla, sonriendo.
-Gracias, Manuel. Te lo agradezco.
-Y bienvenido al barrio de nuevo. Ya vas a ver lo bien que lo vamos a pasar.
-Ustedes nunca cambian...
Tono se ríe, jocoso, acotando.
-¿Y para qué? ¡Si así estamos bárbaro!
Hugo se ríe, mientras Esteban se sienta y los recién llegados arriman un par de sillas a la mesa.
-Bueno, tan bárbaro ya no se te ve...-dice Hugo- ¡Si pareces una pared mal revocada!
Tono lo mira, luego busca una respuesta en la cara de los otros, que justifique la agresión hacia su persona.
-¿Y a éste boludo, qué le pasa? ¡Ni que fuera Alain Delon!
-¡Tiene razón, el Tono! ¡Mejor que vayas y enciendas algunas luces, viejo miserable, que ya casi es de noche...!
-Miren, con la miseria que ustedes gastan en mi boliche, ¡se merecerían alumbrarse con un par de velas!
-Mejor, así al menos no tendríamos que verte la cara de vinagre que tenes...!
-¡Esa, la tengo porque encima que pijotean, anotan!
Se ríen. Esteban se divierte.
-Dale, Huguito, prepáranos un par de Gancias...
-Yo quiero un Cinzano...
-Bueno, un Gancia y un Cinzano.
Se levanta, se aleja hacia la barra.
-¡Y un platito de maní, que esta noche, tengo que hacerle una visita a una viejita!
-¡Y anotálo!
Se ríen, escuchando como Hugo los putea, camino a la cocina. Se vuelven hacia Esteban, sonrientes.
-¡Lo hacemos morir a tu viejo!
-Pero le gusta, ¿qué va a hacer?.Sin nosotros, ¡se caga de aburrimiento!.
-¡Ya vas a ver cuando venga Vinchuca! ¡Es un hijo de putas! ¡Lo vuelve loco!
-Vinchuca...cuánto tiempo sin verlo...¿es bravo, todavía?
-¿Todavía? ¡Cada día está peor!
-Y ahora, con la pastillita azul, ¡quién lo tiene!
Se ríen, mientras vuelve Hugo con un Gancia, un Cinzano y el sifón de soda.
-¡Gracias, Huguito! ¡Tengo el garguero reseco!
-¡Traete el maní y las cartas! ¿Te prendés en un truco, Teban?
-No, no creo, tengo cosas que hacer todavía...
-¡Pero, dale! ¡Quédate un par de manos! ¿Adónde tenés que ir?
Hugo interviene, trayendo el plato de maní, las cartas y los porotos para anotar los puntos.
-¡Che, no sean hincha pelotas! ¡Vos, Esteban, no les des bola a estos viejos que se saben todas las mañas a las cartas y vení, que te doy las llaves de la casa!
Manuel y Tono se quejan por el mal trato, mientras esteban se levanta sonriente y sigue a su padre detrás del mostrador. Ahí, de un cajón, saca un manojo de llaves herrumbradas y se las da.
-Tomá, andá probando en cada puerta, porque ya no me acuerdo de cuál es cuál. Apenas entres, conectá la luz y abrí la llave del gas, todo está en el pasillo de entrada.
-Dale, no va a ver problema...
-Hay otro juego de llaves y lo tiene la vecina, Mirta, que se estuvo encargando de regar las plantas y de sacar un poco la mugre de todos los días. Haceme acordar que se las pida, ahora que estás vos, no  va a hacer falta que siga yendo.
-Lo que vos digas, viejo. ¿Algo más?
-Nada más, acomódate tranquilo y después veníte que comemos juntos. Hace de la mañana que tengo los garbanzos en remojo...
Tono y Manuel, escuchan de lejos y acotan algo.
-¿Qué? ¿Vas a hacer tu famoso guiso, Huguito?
-¡Quién te aguanta mañana, viejo flatulento!
Se ríen. Hugo les grita, enojado.
-¡Cállense un poco! ¿Quieren? ¡El muerto se ríe del degollado! ¡Mirá vos!
Su enojo los divierte aún más.
Esteban toma las llaves, despidiéndose.
-Chau, papá.Hasta la noche.
-Andá ,hijo. Nos vemos.
Saluda con la mano alzada a los amigos de Hugo, desde la punta del mostrador.
-¡Chau, gente, hasta luego!
-¡Chau, Teban!
-¡Chau, nene!
Toma las valijas y sale a la calle.

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