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sábado, 26 de octubre de 2013

Pensión de Caballeros - Continuación.


  Hugo seca unas copas, de pie, trás la barra de su café. Ve llegar el taxi que trae a Esteban y manifiesta una inocultable tristeza. Esteban y el taxista bajan las maletas, le paga y camina hacia la entrada del local. Hugo deja lo que está haciendo y va a su encuentro, sosteniéndole abierta la puerta.
-¡Esteban!
-Papá...
-Pensé que ibas a venir mañana...
Deja las valijas cerca del mostrador. Da un vistazo en torno. El lugar está vacío.
-Quise evitarme la amargura de encontrarme con los del banco, pero ellos también se adelantaron y ya estaban colgándome el cartel en la puerta...
Hugo le pone la mano sobre el hombro. consolándolo.
-Dejá...ya hablamos sobre eso. Vos sabes que hiciste todo lo posible...
-Es cierto, aunque no sirvió de nada...
-Ya nos vamos a arreglar...¿me acompañas con un vermucito? ¡Tengo unas aceitunas rellenas que matan!
-¡Y dale! ¡A ver si me animo un poco!
-¡Eso!¡Al mal tiempo, le vamos a poner buena cara!
Hugo se pierde en la cocina mientras Esteban recorre el bar.
-Ché, papá...¿cómo anda el boliche?
Hugo contesta desde la cocina.
-Y, más que andar, renguea...vos sabes como es...
Sale de la cocina con unos platitos y los deja sobre la barra. Se vuelve, abre la heladera a su espalda y saca el Cinzano y el fernet.
-Si no fuera por esa barra de viejos chotos que viene a joder todos los días, ya me habría dejado de renegar hace rato...
-¡Cállate, que vos sos uno de ellos...!
Se ríen.
-Ya van a caer, vas a ver. Son como las cucarachas, cuando empieza a bajar el sol, salen de sus cuevas...
-Si te llegan a escuchar...¿cómo andan?
Hugo prepara los tragos, corta un poco de pan y queso.
-Igual que siempre...¿nos sentamos en la vidriera?
-Dale.
Esteban ayuda con los platitos de aceituna, salame, queso y pan. Se acomodan frente a frente. Hugo mira hacia la calle, nostálgico.
-Cada vez que me siento acá, me vienen los recuerdos de la infancia. Todos los días, después de la escuela, el abuelo me hacía la merienda y compartíamos esta mesa. No hablábamos demasiado, pero nos perdíamos en la contemplación de la calle...
Esteban lo oye hablar e intenta seguir su mirada.
-Esta vista siempre me cautivó, hace que me sienta parte de la ciudad...
-Además, de que mamá vendía flores en la esquina de enfrente...
-¡Es verdad!¡Una nena hermosa! Nos la pasábamos sentados en el cordón de la vereda, frente al puestito...
-Me imagino que la abuela ya maliciaba algo...
-¡Seguro! ¡Si siempre fue medio bruja mi suegra!
-¡Che, pobre abuela! ¡Tenía sus cosas, pero no será para tanto...!
-¡Je! ¡Si sabré yo, que nada tengo que decir de mi suegro, que era un santo y se deslomaba en la bicicletería, pero de mi suegra, ¡puf!, tengo para charlar un rato largo...
-Será que pretendía un mejor partido para su hija...
-¡Nooo...!¡Le hacía la vida imposible a cualquiera!
Se ríen, miran como va atardeciendo y los coches comienzan a transitar con la luces bajas. Beben. Esteban prueba una aceituna y hace un gesto de placer sublime.
-¡Mmmmm...!
-¡Te dije que eran exquisitas!
-¡Muy buenas, viejo!
Hacen una pausa, Hugo rompe el silencio.
-¿Ya pensaste que vas a hacer?
-Tengo unos pesos, del seguro de Teresa. Por ahora, me las voy a arreglar, mientras busco algo...
-Escuchame...vos sabés que podés quedarte acá todo el tiempo que quieras...
-Sí, ya sé...
-...pero igual, yo estuve pensando en algo. Es una idea, si no te parece bien, nos olvidamos ¿estamos?.
-A ver...
-¿Viste la casa de los abuelos?
-Sí, pero la tenes alquilada...
-Ya no, hace rato que ahí no vive nadie. Con los últimos me ensarté como loco, los tuve que hacer desalojar. Pero, bueno, no era de eso de lo que te quería hablar...¿viste que el abuelo tenía un taller de bicis en el frente?
-Me acuerdo, sí...
-Eso está intacto. Siempre estuvo bajo llave. Están las herramientas, el banco de reparaciones. las estanterías...Hay que limpiar un poco, sacar las telarañas, levantar la persiana y arrancar a laburar...
-¿Te parece?
-Estaría bueno, ¿no?.En vez de buscarte un trabajo lejos, estarías acá nomás...
-Lo que pasa, es que con eso, no sé si me alcanzaría para vivir...
-¡Pará, pará que todavía no terminé!

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