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sábado, 28 de diciembre de 2013

Pensión de caballeros- 3º Cap // Continuación.

El joven ladrón recupera el aliento, ya lejos del lugar del robo, y se quita la capucha de la cabeza. Camina con calma, sabe que lo pueden estar buscando y no quiere llamar la atención. Se interna en una plaza poco concurrida, ve a César sentado en un banco, leyendo el diario. Se acerca y se sienta a su lado. No se miran entre sí, simulando.
-¿Lo conseguiste, Emilio?
El muchacho saca de entre su ropa la cartera, la apoya en el banco y la desliza hacia César, que la cubre con el diario y la apoya en su regazo.
-¿Te fijaste si estaba? -insiste César.
-Tiene que estar ahí, estoy seguro...
Con disimulo, el abogado abre la cartera y rebusca en su interior, hasta encontrar el teléfono celular de Manuela. Con satisfacción, lo guarda en el bolsillo de su saco, volviendo a dejar la cartera sobre el banco, tapada por el diario.
-Bien hecho- dice, mientras se pone de pie y se aleja sonriendo.
Emilio espera a que se pierda de vista, luego abre el diario, y toma el manojo de billetes que César le dejó como pago. Por último, saca todo lo de valor que hay en la cartera y la deja ahí, levantándose del banco y yéndose como si nada.
                                               
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Esteban sale de su habitación y cruza el patio, rumbo al taller. Sorprende a Cosme y al Ruso tomando mate en el pasillo, frente a sus habitaciones. Los mira, extrañado.
-¿Qué hacen? ¿Andan en algo raro, ustedes?
Se apresuran a desmentirlo.
-¡Nooo...! ¡Para nada, Teban! ¿Cómo estuvo la siesta?
-Bien, muy bien. Bueno, me voy a laburar ...
-¡Dale, Teban! ¡Después te alcanzamos un amargo!
Sin estar muy convencido, Esteban encara para el taller. Se cruza con el pibe y con Fidel, que llegan desde la calle y lo esquivan, sorprendidos. Este se los queda mirando, mientras suben la escalera y se reúnen con los otros, que observan expectantes.
-¿Seguro que no pasa nada?
Lo niegan con énfasis, contestan al unísono.
-¡Nada, Teban...! ¡Anda a abrir, nomás!
Maliciando algo, Esteban abandona el patio, internándose en el taller. Cosme le da un coscorrón al pibe, por descuidado.
-¡Casi se aviva!
El Ruso los apura, impaciente.
-¿Cómo salieron? ¿Los pudieron hacer?
Fidel saca de entre sus ropas los afiches y se los alcanza. En cada cartel, hecho con computadora, se lee:
                                           SE BUSCA COCINERO CON EXPERIENCIA
                                             TRATAR EN PENSION DE CABALLEROS
                                                                 ( SR ESTEBAN)
El Ruso los mira y de inmediato los desaprueba.
-¡Pero, si serán boludos! ¡No tendrían que haber puesto el nombre de Esteban! ¡Todos los que vengan, van a preguntar por él !
-¿Y qué querías que pusiéramos? ¡Si nosotros no estamos nunca!- se defiende Fidel.
-¡Ya sé! - dice Cosme- Ruso, trata de quedarte por acá unos días, y si aparece alguien ¡te haces pasar por él!
-¡Ustedes, están locos! ¡Me van a hacer pelear con el Teban!
-¡Dale, no seas boludo! ¡Solo vos lo podes hacer! Esta noche, a la hora de la cena, salimos a pegarlos y así, matamos dos pájaros de un tiro. Por un lado, aceleramos el asunto; y por el otro, nos salvamos de otro intento de envenenamiento.

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  Cae la noche en la pensión, y aprovechando que Esteban está en el baño dándose una ducha, los hombres abandonan con sigilo el lugar, portando tarros con engrudo, afiches y pinceles. Esteban tararea una melodía, acompañado por el sonido del agua que cae como lluvia. Termina de bañarse, cierra la canilla, y sale al patio envuelto en una bata, secándose el cabello. Bajo la luz amarillenta de los faroles, lo encuentra desolado. Con extrañeza, camina hasta el centro, mirando hacia las habitaciones.
-¡Ruso!
Espera y no contesta nadie.
-¡Che, Pibe!
Idéntica respuesta. Vuelve sobre sus pasos y encuentra, sobre la mesita de jardín, una nota. La lee en voz alta.
-"Esteban,  esta noche no comemos acá"
Intrigado, piensa, pero no logra develar el asunto.
-¿Adónde se abran ido estos?
Al fin, se encoje de hombros, arrugando el papel.
-Y bueno, a comer solo...
Colgándose la toalla al cuello, se encamina hacia su habitación, cerrando la puerta.

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  Lucas recién se a dormido y Paloma lo arropa en su cama. Le da un beso suave en la frente antes de apagar la luz y dejar la habitación. Va hacia la cocina y pone a calentar la pava, pensando en hacerse un té. Suena su celular. Deja el agua calentándose y sigue el sonido hasta la sala. Encuentra el teléfono sobre el sillón, lo levanta y antes que nada, lee la pantalla. Número desconocido. Duda un segundo. De todas maneras, atiende.
-¿Hola?
-Paloma, no cortes...                                                                                                                              Con la voz de César reverberando en su cabeza, suelta el celular y este cae abierto sobre la alfombra. Retrocede, presa del pánico, observando el aparato en el suelo, incapaz de acercarse y cortar la llamada. Escucha que César está gritando, no entiende bien qué dice o de qué habla, porque el miedo la tiene paralizada. Solloza, cubriéndose la boca con ambas manos, sofocando un grito. Intenta calmarse. No desea despertar a su hijo. Sobreponiéndose, da unos pasos hacia el teléfono y reúne el valor necesario para tomarlo y escupir su desprecio.
-¡¡Hijo de remilputas, dejanos en paz!!
Y corta. Agitada, se queda mirando fijamente el celular que aún sostiene en sus manos. Da un respingo cuando vuelve a sonar. Número desconocido otra vez. Corre hacia la ventana abierta y lo arroja con furia a la noche. Escucha que se estrella a lo lejos, en la oscuridad, y luego reina el silencio. Aliviada, llena sus pulmones de aire y su agitación desaparece. Mucho más tranquila, pero no segura, regresa a la cocina ,dónde está silbando la pava.




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