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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Pensión de caballeros ( 3 º Capitulo)


Es de mañana y Esteban atornilla en la puerta de calle un cartel de madera dónde reza, pintado en letras negras, "Pensión de Caballeros / Se alquilan habitaciones"
Retrocede unos pasos y lo observa a la distancia, asegurándose de que es visible. Satisfecho, vuelve a entrar al taller, dónde el pibe repara la cámara de una bicicleta. Esteban deja el destornillador sobre el banco de reparaciones y le habla al pasar, sin detenerse.
-Cuando termines eso, tenes que hacerme unos mandados. Avísame si viene alguien.
Se retira hacia el patio, dónde se encuentra con el Ruso, que sale de su habitación y baja  por la escalera.
-¿Ya vino alguno?- pregunta.
-No, si recién termino de poner el cartel...
-Bien, va a llevar un tiempo, entonces...Te dejé el mate caliente, si querés. Yo salgo un rato, me voy a ver un laburo...
-¿Me haces un favor? Si llegas a pasar por lo del mayorista, pregúntale por qué no me mandó todavía el pedido de repuestos que le hice.
-Dale, me llego. Nos vemos.
-Chau, Ruso.
Sale el Ruso y Esteban se dirige a la cocina, a tomarse unos mates.

                                                                            ................................
  Sentados a la mesa del patio, Esteban estudia al recién llegado. Un hombre bajo, de bigote y barba canosa, cejas abundantes y piel cobriza. Gorra de lana calada hasta las orejas, sucia y ajada; camisa leñadora, pantalón marrón y zapatos negros. Sus manos grandes, curtidas por el trabajo; dientes escasos, dónde baila un palillo; nariz ancha y torcida, recuerdo de alguna riña. Sucio y desalineado, arrastra un bolso verde militar que aparenta tener mil viajes.
-Cosme, ponga Cosme a secas, nomás - responde, y Esteban mantiene el lápiz sobre el cuaderno, dudando.
-¿Algún problema con la ley?
El hombre niega con la cabeza, extrañado.
-¿Último domicilio?
-Un barco pesquero, en alta mar...
-¿Alguna referencia?
Cosme lo mira, sin entender.
-Alguien que lo conozca, que me pueda dar algún dato sobre usted...
-¡Ah! No, nadie. A menos que usted alcance al pesquero, que ya debe haber zarpado...
-Bueno...-Esteban mira la hoja en blanco, buscando algo qué anotar- ¿Algún familiar? ¿Esposa? ¿Hijos?.
-Nada. Soy solo, como loco malo...
Esteban lo observa, intenta sonreír y no puede. Lo exaspera que el hombre no colabore. Se topó con un caso difícil.
-Usted entienda que necesito algo, alguna información...¿qué tal si le pasa algo estando acá? ¿A quién le voy a avisar?
-Ta bien, yo le entiendo lo que quiere decir, pero le juro que tengo una salud de fierro, soy tranquilo, honesto y callado. Estoy buscando un laburo en la ciudad, y si no encuentro nada, me voy a quedar poco tiempo...Estaba pensando, que va a ser mejor que le pague por día, y después vemos ¿no lo parece?.
Esteban lo medita. Cierra el cuaderno y deja sus pretensiones de lado.
-Está bien, vamos a probar así, a ver que pasa. Mire, las habitaciones son cuatro. Están arriba. Y hay un baño, que es compartido entre los pensionistas. Solo hay una que está ocupada, así que puede elegir cualquiera de las otras tres. Las reglas son simples. Mantener limpia la pieza y el baño; avisar si no va a estar a la hora de comer; no traer minas; y si tiene una radio, no la escuche a todo volumen. ¿Está claro?
-Como el agua.
Se ponen de pie y se estrechan las manos.
-Me parece que me voy a agarrar la que está al lado del baño...
-La que quiera. A eso de la una, comemos.
-Ta bien, gracias.
Cosme levanta con dificultad el bolso, lo carga al hombro y sube con esfuerzo la escalera. Llega el Ruso, desde la calle, y se lo queda mirando. Se arrima a Esteban y lo observan hasta que entra en la habitación.
-¿Y? ¿Qué tal?
-Ya vamos a ver, por ahora, lo único que sé, es que tenemos compañero nuevo...
El Ruso lo palmea, pasando por detrás, rumbo a la cocina.
-Espero que sepa cocinar...
Esteban se vuelve y se queda mirando la espalda del Ruso, que se aleja.
-¿Por?
El Ruso no voltea, perdiéndose en la cocina y dejándolo desairado, con lo brazos en jarras.
-¡Che!
No obtiene respuesta. Ofendido, se va para el taller, puteando entre dientes.



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