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miércoles, 30 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado - 2ª Cap.

Gabriela llega a su departamento. Tira las llaves sobre un mueble, su abrigo sobre el sillón y camina hacia su cuarto. Ahí se descambia y se da una ducha caliente en el baño.

Sentada en el sillón, descalza, vestida de entrecasa y con el cabello húmedo, mira televisión, mientras almuerza. El gato la observa, hambriento. Llaman a la puerta. De mala gana, se levanta a atender. Es Ingrid, su vecina. Alta, rubia, curvilínea. Modelo frustrada, supo adaptarse y exprimir su belleza trabajando para una empresa de acompañantes VIP, profesión que encaja a la perfección con sus gustos: glamour y dinero.
-Hola, Gaby. ¿Tenés algo para comer? Recién me levanto.
-Pasá y fíjate en la heladera.
Acostumbrada a llegar de improviso, entra como en su casa. Gabriela cierra y vuelve al sillón. El gato, ronronea en los tobillos de Ingrid, que se enternece.
-¡Qué adorable! ¡No sabía que tenías un gato!
-Apareció anoche, no se de quién puede ser...
Ingrid lo levanta, acariciándolo.
-¡Es un mimoso! ¿Cómo se llama?
-No sé, ya te dije que no es mío...
-¿Y no tendríamos que ponerle un nombre?
Gabriela continúa comiendo, sin prestarle demasiada atención.
-No creo que se quede mucho.
-Ya se me va a ocurrir alguno...
Se lleva al gato en andas hasta la cocina, mientras Gabriela sigue en lo suyo. Regresa con un yogurt y una cuchara. Suelta al animal y se sienta en el brazo del sillón, cruzándose de piernas.
-Este yogurt venció ayer...¿me hará algo?
-Probalo, no tengo otra cosa. Salvo que quieras un pedazo de milanesa y algunas papas fritas...
Ingrid rechaza el ofrecimiento con desagrado.
-¿Estás loca? ¡No puedo subir ni un gramo! ¡Se me van a ir todos mis clientes!
Clava la cuchara en el yogurt y lo degusta, aprobándolo.
-No será para tanto...-opina Gabriela.
-¡Si supieras con las pendejas que tengo que competir!
-Está bien, vos sabrás...
-Además, está mal que comas eso...¡fritura + fritura! ¡Ni se te ocurra darle eso al gato! ¡Lo vas a enfermar!
Gabriela se ofusca, mirándola con mala cara.
-Che...¿puedo seguir comiendo o vas a romper las pelotas por mucho tiempo más?
Ingrid se ofende, poniéndose de pie. Camina hacia la puerta, con el yogurt en la mano.
-¡Me voy! ¡Come tranquila! ¡Esta noche, te devuelvo la cuchara y paso a ver cómo está el gato!
Cierra de un portazo. Gabriela menea la cabeza. Enciende un cigarrillo, arrellanándose en el sillón. El gato la observa, maullando con suavidad. Ella se inclina hacia adelante, toma el plato y lo deja en el suelo. El gato se aproxima y devora las sobras.
-¡Ojo! ¡Ni se te ocurra decirle nada! ¿Estamos?
Suena su celular. Se levanta a buscarlo y atiende.
-Hola...
-Soy Pablo. Te llamo por lo de la reunión...¿podés venir?
-Sí, no hay problema.
-Anotá la dirección.
Gabriela toma lapiz y papel y anota.
-¿Te parece en una hora?
-En una hora estoy por allá.


La propiedad de Rosales ocupaba toda una manzana. Construida en un barrio apartado, de lujo, la rodeaba un muro de ladrillos y su único punto de acceso era un portón de rejas, dónde un guardia de seguridad, controlaba los ingresos. Gabriela detuvo el auto frente a él, identificándose.
-Gabriela Leonardi. Me esperan.
El guardia controla una planilla y asiente, abriéndole el paso. Franquea la entrada y conduce a través de un parque hasta estacionar frente a la majestuosa casa. Ahí, la recibe otro guardia, que la escolta hasta el interior de la mansión. Ella lo sigue, atravesando varias habitaciones, observando sin inmutarse el lujo del lugar. Acceden a un patio trasero, arbolado. Junto a la piscina, Efraín y Pablo beben un brandy y fuman un habano. El guardia la anuncia.
-Señor, la detective ya llegó.




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