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viernes, 25 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- 1º Cap-

Gabriela estaciona frente al cementerio. Se baja del auto que era de su padre, un Dodge GTX 1969 color negro. Lleva un ramo de flores en la mano, sortea la entrada y camina por los pasillos, entre las lápidas de las tumbas al ras del suelo. El lugar está vacío. Deambula un rato, hasta encontrar el lugar dónde descansa su hija. La observa, incrédula. No puede asimilar lo que sucedió. En la inscripción, se lee: Dana-Amada hija-Angel de Dios- Nunca te vamos a olvidar- (2002-2008). Se cubre la boca con la mano, gruesas lágrimas asoman por debajo de sus gafas oscuras y ruedan por sus mejillas. Siente que no puede soportar más tiempo de pie y se arrodilla, apoyándose en la lápida. Temblando, deposita las flores favoritas de Dana con delicadeza. Llora, sin consuelo.

Está atardeciendo cuando Gabriela regresa a su departamento, por primera vez desde el accidente. Entra cojeando al living y trae en su mano unas bolsas de supermercado. Cierra con llave. Deja las bolsas sobre el sillón, frente al televisor, y se dirige hacia la habitación. Corre las cortinas, para que entre el sol. Se quita el abrigo y el revolver de la cintura, arrojándolos sobre la cama. Sale de la habitación, toma las bolsas y pasa a la cocina. Ahí, saca de entre las compras una botella de vodka y dos de whisky. Toma un vaso y regresa a la habitación, sentándose en un extremo de la cama. Destapa una botella y se sirve. Comienza a beber con la vista extraviada, mirando los techos por la ventana.

Han pasado las horas y Gabriela no se ha movido. Continúa embriagándose en su habitación, mirando el cielo nocturno por la ventana. Sobre la cama, una botella de whisky sin abrir y en el suelo, entre sus pies, dos botellas vacìas y un cenicero repleto de colillas. El cuarto está a oscuras. Pita el cigarrillo y la brasa se pone incandescente por un momento. Tiene los ojos colorados por el llanto y el humo del tabaco. Intenta beber, pero el vaso está vacío. Tantea a sus espaldas, buscando la botella de whisky ,y encuentra su arma. La toma y se la queda mirando. La amartilla. Sin titubear, se lo lleva a la boca y con un grito ahogado, aprieta el gatillo. La bala no se dispara. Rompe a llorar. Arroja lejos el revolver, con furia, impactando en el espejo. Se hace añicos, con estruendo. Se deja caer en la cama, aullando de la desesperación.

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