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viernes, 25 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective Privado - Cap 2.

DOS AÑOS DESPUÉS.

Gabriela desciende, con agilidad, la escalera de cemento que conduce al garage subterráneo. Viste un joggins gris, zapatillas, gorra negra y cabello recogido. Antes de exponerse, se asoma con cautela, estudiando el lugar. Consulta su reloj para constatar la hora. Las 22,30. El sitio está casi vacío, pocos autos estacionados, tal vez quince o veinte. Un informante ,que recién salió de prisión, la citó ahí con la intención de venderle unos datos sobre un caso que está investigando. Camina por la línea que marcan las flechas amarillas, pintadas en el suelo. Los tubos fluorescente que funcionan, apenas iluminan el estacionamiento. Otros, se apagan y se encienden, alternadamente. Se detiene, no le parece prudente avanzar más.
-¡Sordo! - llama.
Espera y no obtiene respuesta. Tantea ,en el bolsillo del buzo, la culata de su revolver. Intuye que algo no anda bien. Levanta el tono de voz.
-¡SORDO!
En el fondo, contra el paredón, alcanza a ver movimientos. Alerta, avanza unos pasos, intentando distinguir quién está ahí.
-¡Deja de boludear y salí de una vez!
Le responden con disparos. Los fogonazos alumbran el lugar. Se arroja entre unos autos, sacando su arma. Responde el fuego, asomándose, pero una andanada de balas la obliga a resguardarse. Llueven, sobre su cabeza, los vidrios de las ventanillas alcanzadas por los proyectiles. Son tres los que la atacan, armados con una escopeta y pistolas. Recarga su arma, rodea el auto que tiene enfrente y se aproxima todo lo que puede. Desde ahí, vuelve a tirarles, hiriendo a uno. Cae de espaldas sobre el cemento, con una herida en la garganta. Los agresores, que no esperaban tanta resistencia, se amedrentan y sin cesar de disparar, recogen al herido y suben a una camioneta, con intenciones de escapar. Arrancan de manera abrupta y, al pasar, golpean adrede el auto dónde Gabriela se escuda. Cubren la huída bajo una rabiosa lluvia de balas y ella no tiene oportunidad de responder. Toman la rampa de salida, haciendo chirriar los neumáticos. Gabriela no puede impedir que se escapen. Se pone de pie, arma en mano, y sale de entre los autos agujereados. Parada en medio del estacionamiento, se inspecciona la ropa sucia y rasgada, puteando.
-¡Sordo y la concha de su madre!



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