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martes, 29 de abril de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado- Cap 2°.

La oficina de Gabriela carece de todo lujo. Un escritorio y un par de sillas, un archivero metálico, una máquina de escribir y una computadora obsoleta. Las paredes, descascaradas por la humedad que viene del baño del bar y la ventana, detrás de su silla, da a un patio trasero dónde se acumulan cajones de gaseosas, envases de cerveza, algunas mesas plásticas y varias sombrillas rotas. Antes de sentarse, cuelga el abrigo en un perchero y se quita la pistola, guardándola en uno de los cajones del escritorio, junto a una botella de whisky a la mitad. Luego, acomoda la fotografía enmarcada en dónde está posando con su hija, ambas sonrientes. Entra Felipe, el mozo, con su estampa de sepulturero. Sobre la bandeja, trae su café.
-Buen día, señorita Gabriela- saluda, con tono arrabalero.
-Buen día- responde Gaby, tomando asiento- Dejalo ahí, nomás.
Felipe deja el pocillo sobre el escritorio, inclinándose un poco. Cuando se endereza, olfatea el aire, arrugando la cara.
-Me parece que va a tener que ventilar un poco. Ya no distingo el baño de su oficina.
-Sí, fíjate, que me parece que un borracho vomitó frente a la puerta.
Felipe retrocede, abre la puerta y observa. Asiente con un movimiento de cabeza.
-Parece que sí. Alguno de los clientes de anoche, que no llegó hasta el baño...Pero no se preocupe, que apenas pueda, se lo hago limpiar. Con permiso.
-Gracias, Felipe.
El mozo está a punto de cerrar, cuando recuerda algo.
-¡Ah! ¡Me olvidaba! Temprano estuvo el señor Tacho, preguntando por usted. Dijo que iba a volver...
-Cuando vuelva, hacelo pasar.
-Como usted diga.
Se retira, cerrando. Gabriela se estira y atrae el pocillo de café hacia ella. Le agrega el azúcar y lo revuelve.
Suena el teléfono.
-Hola...
-Gabriela, soy Pablo. Te llamo por lo que hablamos...
-¡No me diste tiempo ni de pensarlo!
-No quiero presionarte, pero no podemos esperar más. Anoche, mientras estaba reunido con vos, hubo otra amenaza telefónica...
-Entiendo...- suenan golpes en la puerta- Dame un segundo...
Se aparta el auricular del oído, levantando el tono de voz.
-¡Pase!
Vuelve al teléfono, mientras la puerta se abre y entra Tacho, de gafas negras, valiéndose de un bastón para invidentes.
-Está bien, Pablo. Arreglá una cita y me avisas.
-¿A cualquier hora? Mira que mi jefe tiene una agenda apretada...
Tacho cierra la puerta y aguarda de pie.Es el informante de confianza de Gabriela. Morocho, de bigote, pelo largo y atado en la nuca,  abrigo raído y sucio, bufanda y guantes de lana .Sobre su pecho, cuelga una lata de arvejas, para las limosnas. De ahí, viene su mote.
-Cuando sea, estoy disponible.
Cuelga. Se dirige a Tacho.
-Pasá, Tacho, y sentáte. ¿Para qué golpeas?
El ciego se mueve con cuidado hasta la silla, la aparta y se sienta enfrente de ella.
-¡Qué tal, Gaby! Te escuché hablar y pensé que estabas con un cliente...
-¿Querés que te pida un café?
-No, gracias. Ya desayuné. Aunque me podrías convidar un cigarrillo...
Gaby le alcanza uno y se lo enciende. Tacho pita y exhala el humo. Ella se recuesta en su silla, bebiéndose su café.
-¿Se puede saber dónde estabas? Me tenías preocupada...
-¡Ah,eso! ¡Estuve unos días afuera! ¡Fuí a visitar a unos amigos míos en La Plata, excombatientes, como yo! Nada para alarmarse.
-Me podrías haber avisado.
-Es cierto, estuve mal...pero reconozco que me gusta cuando te preocupas un poco por mí.
Tacho se ríe. Gaby deja el pocillo vacío sobre el escritorio y enciende un cigarrillo, sonriendo.
-No abuses, además, siempre me haces falta.
-Lo prometo.
Ella abre el primer cajón de su escritorio y saca un sobre abultado. Lo arroja delante de él.
-Tomá, lo que te debo. Contálo, si querés.
-No hace falta- dice Tacho, tomando el sobre y guardándolo en su bolsillo- Hay confianza.
-¿Te enteraste de que lo soltaron al Sordo?
-Eso escuché...
-Anoche me hizo una cama y casi me liquidan.
-Mal bicho, ese Sordo. A mí también me la jugó fea una vez...
-Si te llegas a enterar dónde se esconde, pásame el dato enseguida, que le quiero hacer una visita...
-Con gusto, siempre y cuando, le des una por mí.
Se ríen. Tacho apaga el cigarrillo en el cenicero y se levanta para irse.
-Bueno, siempre es un gusto charlar con vos, pero no puedo quedarme. Ya sabés dónde estoy, por si me necesitas.
-Seguro.
Saca su bastón y se guía hasta la puerta.
-Nos vemos. Gracias por el cigarrillo.
-Chau, Tacho. Nos vemos.
Sale de la oficina y cierra la puerta.

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