-Mucho gusto, Gabriela. Soy Efraín, gracias por venir.
Gabriela estrecha su mano, estudiándolo. De estatura mediana, casi calvo, sonrisa amplia, ropa costosa. Un hombre seguro, ambicioso.
-El gusto es mío.
Efraín despide al guardia, indicándole que los acompañe.
-Pablo me habló mucho de usted- dice- Tengo fe en que nos va a ayudar a salir de este problema.
Se sientan en unos sillones junto a la pileta.
-¿Puedo ofrecerle algo?
-¿Un puro?- pregunta Pablo- ¿Algo para beber?
Gabriela rehúsa, con un gesto.
-Gracias, pero así estoy bien.
-Bueno, vamos al grano, entonces.
-¿Cuándo fue la última llamada?
-Anoche- responde Efraín, seguro- Cerca de la medianoche. La misma voz, el mismo mensaje.
-¿Era un hombre? ¿Qué le dijo?
-Sí, el mismo hombre. Volvió a recordarme que, si no desistía con lo de mi candidatura, mi hija y yo lo íbamos a lamentar.
-¿Textual?
-Algo así, casi igual.
-Es alguien educado, entonces.
-Así parece.
-Esa fue su tercer llamada ¿no?
Efraín consulta con Pablo y asienten.
-¿Sospecha de alguien? -prosigue Gaby.
Efraín se ríe.
-La pregunta correcta, sería ¿de quién NO sospecho?. Con lo sucias que se han vuelto las campañas, usted ni se imagina, hasta dónde se es capaz de llegar para ganar...
-Esa referencia ¿lo incluye a usted también?
Efraín sonríe, atrapado por sus propias palabras.
-Yo creo que todo tiene un límite, hasta en la política.
-Entonces, sospecha de todos pero piensa que están blufeando.
-Es verdad. Estoy seguro de que no la tienen, pero pueden saber dónde encontrarla. El caso es que no puedo seguir, con la campaña, sin saber si ella está a salvo. Bueno, para eso es que la contratamos ¿no?
Necesito que la encuentre para que podamos protegerla.
-¿Alguna pista? ¿Algo por dónde empezar? Pablo mencionó que ella se fué de la casa ¿qué edad tenía entonces?
-19, casi 20. Fue justo después de lo que le pasó a su madre.
-¿Por qué? ¿Qué le pasó a su esposa?
El rostro de Efraín se ensombrece.
-Se suicidó.
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