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martes, 6 de mayo de 2014

"GA.LI.LEO" Detective privado - 3º Cap.

Gabriela camina entre los escritorios, en la jefatura de policía. Casi nada a cambiado desde que la echaron. Los teléfonos sonando, el teclear en las computadoras, los viejos muebles. A su paso, algunos la reconocen y la saludan. Se dirige al cubículo de su ex compañero, cuando se lo cruza. Está apurado.
-Aguantáme, que en cinco vuelvo.
Se queda de pie, mirando cómo se aleja. Busca una moneda en su bolsillo, se aproxima a la máquina de café y marca una opción. Mientras espera que se llene el vasito, por detrás, se acerca Rinaldi, un policía veterano con dudosa reputación.
-Ese culito, ya no es lo que era- dice con sarcasmo-Por algo, dicen que el tiempo es implacable.
Gabriela lo mira de soslayo, retirando su café.
-Me habían dicho que fumigaron, pero parece que algunas ratas, pudieron escapar.
Rinaldi se ríe, metiendo una moneda en la máquina.
-A la única que vi escapar como rata de acá, fue a vos, Leonardi. ¿No querés echarle algo más fuerte al café? Seguro lo vas a encontrar muy liviano...
-No sé si sos un tipo de escuchar consejos, Rinaldi, pero tendrías que aprender a cerrar un poco la boca. Espero no perderme el día en que alguien, de este bando o del otro, te meta el balazo que te mereces.
-Yo diría que la que se tiene que cuidar sos vos, Leonardi. Más ahora, que ya no tenés chapa. La calle está jodida y a cualquiera se le puede escapar un tiro. Y no creo que encuentre a nadie, que te extrañe...
Rinaldi retira su café y se marcha, guiñándole el ojo. Gabriela se lo devora con la mirada, bebiéndose el suyo. Regresa El Negro y se acerca.
-¿Qué quería ese boludo?- pregunta, luego de ver desde lejos la situación.
-Lo mismo de siempre. Romper las pelotas.
-Es un mala leche. no le hagas caso. Seguíme que te muestro lo que encontré.
Lo acompaña hasta su cubículo.
-¿Por qué tanto secreto?
-A Rosales lo están extorsionando. Parece que no quieren que se postule. Y amenazaron de muerte a su hija. No quiere que trascienda, ni hacer la denuncia. Por los periodistas, y para que la policía no actúe de oficio.
-Bueno, para variar, esta vez te tocó un caso importante.
-Sí, ya me estaba cansando de atender a cornudos...
Llegan y el Negro se sienta frente a la computadora. Gaby se recarga contra el escritorio.
-¿Cómo lo conseguiste?
-Mejor ni te cuento. Te vas a reír y te voy a tener que pegar...
-¡Si serás boluda! ¡Cómo si no me conocieras!
-Por eso mismo lo digo...
El Negro se queda esperando que le cuente. Gaby no lo resiste.
-Me lo consiguió Pablo Herrera, su jefe de campaña. Él me hizo el contacto.
-¿Quién? ¿Pablo Herrera? ¿El mismo que...?
-Sí, ese.
El Negro no puede evitar reírse y Gabriela ,con fuerza, le da un puñetazo en el brazo. Él acusa el golpe, divertido.
-¡No te puedo creer! ¡Otra vez juntos!
-¿Por qué no la cortás, boludo, y me mostrás lo que averiguaste?- se enoja ella.
-¡Está bien! ¡Disculpame, no me pude aguantar!
-¡Para qué te habré dicho!
-¡Ya está, ya pasó!- dice él, reponiéndose- Escuchá esto, porque lo de Rosales, es sorprendente. Parece que el tipo salió de la nada. Huérfano, sin registros de quién lo crió. Fundó una empresa de catering y conoció a su esposa en un banquete. Ella, hija única, millonaria, y heredera del aserradero más grande del país.
-A eso yo lo llamo caer bien parado ¿no?
-¡Y cómo! Cuando el viejo Bracamonte se murió, pasó al frente del negocio y bueno, lo demás ya lo sabes. De más, está decir, que el tipo tiene habilidades. Digo, por lo rápido que trepó en política.
-¿Que más?
-Tengo esto para vos...- se estira y de un cajón, saca una carpeta, entregándosela a Gabriela.
Ella deja el café sobre el escritorio y la abre.
-Ahí está lo que pediste. La causa está cerrada y caratulada como suicidio. No hay indicios de que fuera otra cosa.
Gaby hojea en silencio. Toma la fotografía del cadáver de Celina y la estudia.
-¿No encontraste nada? ¿Alguna denuncia de maltrato o algo?
-Nada, libre de toda sospecha. Según el informe médico, la mujer abusaba de las pastillas, era depre, dormía y comía a cualquier hora y estaba hecha un trapo. Aunque, fíjate quién estuvo a cargo de la investigación...
Gabriela lo busca entre las hojas del expediente y comprende lo que intenta decirle.
-Somoza...
-Corrupto. Seguro que obvió algunas cosas.
-¿Y dónde está ahora?
-Jubilado. debe estar en algún bingo, gastándose la pensión.
-Esto, no nos lleva a ningún lado.
-¿Y a dónde querés llegar?
Ella le tiende la fotografía del cuerpo de Celina. El la mira, sin entender.
-Yo estuve en la casa de Rosales, pude ver el lugar desde dónde se tiró su esposa. El cuerpo cayó a una llamativa distancia de lo que es la línea de construcción...
-O corría por la azotea antes de saltar...
-O alguien le dio un empujoncito.
Ella saca de su bolsillo la foto de Érica y se la muestra.
-Mirá, esta es la piba. Le veo algo familiar y no se que es.
-Linda mina. Si queres, te puedo ayudar a buscar.
Gabriela le arranca la fotografía de las manos, sonriendo.
-¡No te hagas el boludo! ¿Queres? Fijate si podes encontrar el registro de las últimas llamadas de Celina, que acá no está. Apenas lo tengas, me avisas. Y la próxima, nos vemos en el bar porque, la verdad, el café de acá sigue siendo una cagada.
-Está mejor el que hago yo en casa. Cualquier noche, llégate. Y llevá una amiga.
Gaby se ríe, guardándose la foto y poniéndose de pie.
-Seguí soñando, Negrito.
El se recarga en la silla, riendo.
-¡Vos te lo perdés! ¡Y dale mis saludos a Pablito!
Ella se marcha, haciendo un gesto obsceno con el dedo.



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