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domingo, 31 de agosto de 2014


EL ULTIMO ESPEJO                                                                                                              El lúgubre silencio de la casa, estremece. Oculto detrás de la cortina del baño, temblando de frío, Omar no reúne el valor necesario para salir. Hace rato que la última gota cayó de la regadera y se estrelló a sus pies. Envuelto en una toalla húmeda, intenta recordar cómo fue que se animó a entrar y a ducharse. En las demás habitaciones, ya no hay peligro. Hizo quitar todos los espejos. Pero, en el baño, a ese espejo empotrado en la pared, no hubo quién pudiera arrancarlo. Desde que se acabó el agua caliente, viene retrasando lo inevitable. Cierra los ojos, asustado, y contiene un quejido. No quiere que lo escuchen gimotear. Repasa mentalmente, los detalles de lo que debe hacer. Descorrer la cortina de un solo movimiento, abandonar la ducha y alcanzar la puerta en un par de zancadas. Y sobre todo, pase lo que pase, no apartar la vista de la salida. Simple, preciso y factible. Inspira profundo, con el corazón palpitante. Luego de una breve cuenta regresiva, pasa a la acción. De un abrupto tirón, corre la cortina plástica, casi arrancándola. Salta de la ducha y su pie resbala en el piso húmedo, pero consigue mantener el equilibrio y evita golpearse contra el lavabo. Caerse hubiera resultado fatal; quedar así a su merced. De otro tranco, gana la puerta, saliendo y cerrando a sus espaldas. Aliviado, en su cuarto, termina de secarse con otra toalla, recuperando la compostura. Se mete en la cama. No puede quitarse de la cabeza, la fugaz visión del espejo que captó con el rabillo del ojo. Aún están ahí, enajenados, atrapados. Apaga la luz, cobijándose. Mañana, piensa, será otro día.

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