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miércoles, 25 de junio de 2014

MABEL VIENE A CENAR


Jorge se afeita la barba del día, procurando no cortarse. Sus ojos cansados, por la jornada laboral, controlan la tarea desde el reflejo del espejo. La maquinita de afeitar, va dejando surcos anchos en su mejilla, cubierta de espuma. Recuerda vagamente el día en que su padre le enseñó a afeitarse. Piensa en él bastante seguido, últimamente. Está seguro de que no aprobaría lo que hace, de ninguna manera. Con su madre, sería distinto, siempre lo fue. Pero, a su padre, también le debe el oficio, reconoce, mientras se enjuaga la cara. Sin su adoctrinamiento, hoy, no tendría el taller mecánico. Era un hombre duro, riguroso. Nada que ver con su madre, que cubrió la cuota de afecto que él no le prodigaba. Quizás, a ella, le hubiera gustado que formara una familia, que tuviera hijos. Pero él, bueno, él era así. Se seca la cara y comienza a maquillarse. Desde chico se codeó con hombres toscos, brutos y fuertes. Actualmente lo hace, no han cambiado mucho, con el tiempo, los mecánicos. A veces, en los autos que repara, encuentra alguna pintura de uñas bajo el asiento, un aro, una pulsera. Los va atesorando, para realzar su belleza. Paulatinamente, Mabel se presenta ante sus ojos. De labios rojos, pestañas largas, peluca rubia y rubor en las mejillas. Sale del baño, se para frente al espejo de la sala y aprecia su vestido y sus zapatos de taco alto. Sonríe, plenamente feliz..
-Estas hermosa...- dice Jorge.
-Como siempre- completa la frase Mabel.

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