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miércoles, 18 de junio de 2014

Agustín Zenón Aguirre "El Ventarrón" (Cuento)



No todos conocen la historia de Agustín Zenón Aguirre, hijo de acaudalados colonos de la zona de Villa Eloísa, provincia de Santa Fé. Apodado "El Ventarrón" desde aquella trágica noche, en la que fue a pedir la mano de su novia, Catalina Asunción Valdeviejo. 
Agustín era un muchacho robusto, criado con los mejores modales y dedicado al trabajo rudo desde pequeño. Contaba con pocos amigos, era demasiado serio y reservado para los jóvenes del pueblo. Era el segundo de cinco hermanos e iba a ser el primero en comprometerse. Mientras aguardaba la hora de acudir a la cita, preparaba su atuendo y soñaba despierto,contemplando los anillos dorados, que había encargado al joyero. 
Pronto la noche cayó sobre esa parte del mundo y, Agustín Zenón, se presentó con puntualidad en la casa de sus futuros suegros.La estancia estaba solemnemente iluminada y se le había dado franco a los peones. Los Valdeviejo, padre y madre, lo recibieron con una cálida sonrisa. Estrechó con fuerza la mano callosa de Victorio Valdeviejo y le entregó una caja de bombones a la señora, junto con un beso en la mejilla. Acarameladas fueron las miradas, que se prodigaron por encima del ramo de flores, Catalina y Agustín, sin decir una palabra.
La cena transcurrió en un incómodo silencio. Todos lo adjudicaron a los nervios y a la expectativa. Catalina, en osados raptos de coraje, elevaba la vista de su plato y miraba a su novio fijamente a los ojos. Cada vez más ansioso, luego del lechón deshuesado con salsa de ciruelas y el jugo de naranjas exprimido, Agustín sintió que algo no andaba bien dentro suyo. Ya en el living, tomaron un café con masas y entre sonrisas, el muchacho aprovechó para pedir la mano de Catalina. Mientras Victorio reconocía los méritos que había hecho para merecer el privilegio, Agustín comenzó a adquirir otros colores. Un matiz rojo intenso cubrió su cara y un sudor pegajoso le perló la frente. Agarrotado en un rincón del sillón, emitió un gemido inaudible.
-Me encantaría ver los anillos- solicitó su futura suegra.
De ninguna manera, podía negarse. Al moverse para sacarlos de su bolsillo, no pudo contener la erupción que bramaba dentro suyo. Atronó en el sillón, el enigma de sus entrañas, dejándolos a todos perplejos. Consternada, y algo despeinada, Estela Valdeviejo lanzó un grito de horror, mientras el avergonzado pretendiente, se ponía de pie y huía como una saeta.
Corrió campo adentro, perdiéndose en el sembrado. Nunca nadie volvió a saber de él. Catalina Asunción aún conserva los anillos, aguardando su regreso, aunque se comenta que los Valdeviejo, no estarían dispuestos a perdonarlo.



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