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martes, 24 de junio de 2014

MAMUSHKA (CUENTO)


Es de noche, está oscuro, y Manuela se despierta con un grito, desgañitándose. El pulso acelerado, sudada, confundida. Le cuesta apartar la sensación de espanto que la envuelve, como una mortaja. No puede contener las lágrimas y llora en silencio, mientras la angustia que experimenta, le cierra la garganta. Paulatinamente, recobra la calma. A pesar de la penumbra, reconoce su habitación y a sus objetos. Está a punto de encender la luz del velador, pero se detiene, para no importunar a su esposo, que duerme a su lado. Consulta en su reloj la hora. Las cuatro de la mañana. No consigue recordar la pesadilla, pero aún, siente un estremecimiento. Sus ojos se acostumbran a la falta de luz y observa a su esposo, avergonzada. Imagina cómo debe haber sonado su grito en el silencio del cuarto y, sin embargo, él parece no haberlo notado. Duerme de costado, dándole la espalda. Lo llama, para disculparse, pero no responde. Vuelve a intentarlo, con dulzura, pero es en vano, su sueño es demasiado profundo. Como una revelación, la pesadilla acude a su mente con claridad. El miedo clava sus garras heladas y filosas sobre ella. Enciende la luz y lo llama, alarmada. El sigue quieto, de lado, tendido junto a ella, dándole la espalda. Grita su nombre y lo sacude con fuerza. En sus ojos, brotan las lágrimas, mientras lo zamarrea, inútilmente.
 Es de noche, está oscuro, y Manuela se despierta con un grito, desgañitándose. 

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