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miércoles, 4 de junio de 2014

Cuento "Noche de verano"



 




                                                        NOCHE DE VERANO

El Diablo, en cuclillas en el atril de mi ventana, se lamía las garras y me miraba con sus ojos horrorosos. Era una agobiante noche de verano...
Tendido sobre sábanas sudadas, con la vista fija en las aspas del ventilador de techo, que apenas se movían, escuchaba los sonidos provenientes del monte. No podía conciliar el sueño, ni dejar de pensar en ella.
Como todas las tardes, al volver de la tala sobre la carrera, podía verla limpiando en la casa del intendente. Ataviada con un delantal blanco, que le había dado la patrona, barría la entrada moviéndose con gracia. Sus labios carnosos tarareaban una melodía; sus cabellos, azabaches, desperdigaban su aroma a jazmín en el viento; su joven figura, se entreveía por la traslúcida tela de la prenda. Solo una vez, al paso de los trabajadores, había levantado la cabeza y pudimos mantener contacto visual. Desde entonces, quedé prendado de sus ojos. Me dijeron que su nombre era Ana y, día tras día, se volvió el propósito de mi jornada. Pero en las noches, al evocar su recuerdo, me asaltaban estados febriles y me obnubilaba el deseo carnal. Fue entonces, que se apareció el Diablo, que entiende mejor que nadie de carne atormentada y húmedos anhelos. Gozando el momento, aguardaba una respuesta de mi parte, rechinando sus dientes amarillos.
-¿Y? -bramó- ¿Se vende o no se vende ese alma?
Acaso, ¿tenía más opciones?. Acepté su propuesta e intercambié mi esencia inmortal por el desahogo febril de mi tormento.
-Hecho- rubricó El Caído- Tuya es, y será, en esta vida.
Luego, una ráfaga de aire caliente se lo llevó.
Solo, en silencio, me quedé en la oscuridad hasta escuchar unos pasos acercarse por el pasillo. Unos golpes ,suaves, sonaron en la puerta de madera y el perfume a jazmín me embriagó.
Entonces, con el corazón palpitante, me levanté, fui y abrí.

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