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viernes, 28 de marzo de 2014

Pensión de Caballeros- Cap 8°- "Un nuevo día"

Esteban,Cosme y el Ruso, toman un café en lo de Hugo, junto a Paloma y Manuela. Han pasado las horas y la desazón se a apoderado de todos. Está a punto de amanecer y el trabajo de los bomberos está culminando en la pensión, pronto van a poder regresar para evaluar los daños. Pero eso, es lo que menos los aflige. Ignorar dónde se encuentra Lucas y que le pasó, los llena de angustia.
Suena el teléfono del bar. Se miran, esperanzados.  Hugo, que es quién está más cerca, se apresura en atender. Los otros aguardan, expectantes.
-¿Hola? Sí , es acá...
Comienza a hacer señas a los demás, para que se acerquen.
-¡Gracias a Dios! - exclama. emocionado- ¡Muchas gracias, son muy buenas noticias!
Cuelga y da un incontenible grito de alegría.
-¿Que dijeron, papá?
-¡Que Lucas está bien! ¡Lo tiene la policía!
Eufóricos, festejan y se abrazan, invadidos por un gran alivio.
-¿Dónde está? - quiere saber Paloma.
-¡Está en la comisaría Quinta! ¡A unas ocho cuadras de acá!
-¡Vamos a buscarlo! -exclaman, saliendo en tropel.
Hugo se queda solo. Agradece en silencio, haciendo la señal de la cruz.

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Los primeros rayos de sol, que se filtran por entre las copas de los árboles del parque, despiertan a César. Sentado detrás del volante de su auto, no recuerda cómo fue que llegó hasta ahí. Con la palma de la mano, intenta protegerse del resplandor. La resaca le parte la cabeza. Observa en torno, ubicándose. Está frente a su casa, dentro del country. Su auto está mal estacionado sobre los arbustos que adornan la entrada. Algunos vecinos, que salen a correr temprano, lo observan extrañados. César apenas puede abrir los ojos, atormentado por el latir de sus sienes. Sobre el asiento del acompañante, una botella de whisky vacía y su arma. Toma la pistola y la revisa. Al cargador le faltan tres balas. Intenta recordar, qué fue lo que hizo, pero no lo consigue. Siente nauseas y abre la puerta del auto, vomitando sobre el pasto. Se limpia la comisura de la boca con la manga de la camisa, puteando. Escucha un sonido estridente de sirenas. Se acercan por alguna de las calles interiores del complejo. Se vuelve y toma el arma del asiento, luego, tambaleándose se aleja por el parque. Dos patrulleros se aproximan y se detienen frente a su casa. Los policías se bajan y al divisarlo, comienzan a perseguirlo. Sorteando la zona arbolada, César se interna en el campo de golf, dónde riegan el césped. Resbala, se cae, se levanta y continúa huyendo. Escucha la voz de alto. Se vuelve y efectúa un par de disparos, sin precisión. Los policías repelen la agresión abriendo fuego. Una bala lo alcanza en la espalda, perforándole un pulmón. Se derrumba de bruces sobre el pasto mojado. Los oficiales se aproximan con cautela. Alejan la pistola de su alcance y uno de ellos se agacha a su lado, controlando sus signos vitales.

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