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viernes, 14 de marzo de 2014

Pensión de Caballeros- Cap 7°- "En sus manos"

Sentada a la mesa del café, una angustiada Paloma, retuerce una servilleta de papel mientras espera la llegada de su ex esposo. Frente a ella, un pocillo vacío y un par de sobres de azúcar arrugados. El lugar le trae recuerdos de cuando era ingenua y apostaba a una relación que parecía ser prometedora. No ha cambiado demasiado. Las mismas mesas, la misma barra, el mismo flujo de estudiantes. Por el escaparate, ve estacionar el auto de César. Se pone nerviosa. En contra de lo que le dicta su instinto, permanece en su lugar. El desciende y se dirige hacia la entrada. Una vez adentro, no le resulta difícil encontrarla, y en pocos segundos está a su lado. Se desabotona el saco, tomando asiento con una sonrisa.
-Bueno, acá estoy. Me costó bastante llegar, estaba complicado el tráfico.
Amaga llamar al mozo pero ella lo detiene.
-No pidas nada, esto va a ser breve...
Desiste, aprestándose a escuchar.
-Decíme, entonces...
-¿Qué querés?
-¿A qué viene esto? ¿Cómo que quiero?
-A cambio de dejar en paz a Esteban ¿qué querés?
César se acomoda. Puede saborear la victoria como un animal puede oler sangre fresca.
-¿No es obvio? Lo quiero todo. A vos, a Lucas. Y quiero que vuelvan a vivir conmigo.
Paloma traga saliva. Se siente como un condenado a muerte.
-¿Acaso es mucho pedir? Quiero a mi familia, que todo vuelva a ser como era...
-¿Y vas a dejar de lado la demanda y cualquier tipo de venganza?
-Lo prometo...
Ella se muerde el labio inferior. Debajo de la mesa, aprieta el puño hasta clavarse las uñas en las palma de la mano. Mira por la ventana. César aguarda, expectante.
-Está bien - dice con voz quebrada- Que todo vuelva a ser como era antes...
El sonríe. Sus ojos irradian la dicha que lo invade. Le toma la mano por encima de la mesa y ella reprime el impulso de retirarla.
-¡No sabes lo felíz que me haces! ¡Te juro, que no te vas a arrepentir! ¡Voy a ser distinto, las cosas van a ser mejores!
Ella no comparte su entusiasmo. Con un nudo en la garganta, deja que sus pensamientos la alejen de ahí y viajen hacia Esteban, inconsciente en la cama del hospital.

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-¿Papá?
Hugo, vencido por el sopor de la siesta, se incorpora de la silla y se acerca a Esteban.
-¡Hola, hijo! ¿cómo te sentís?
Esteban observa en torno, ubicándose.
-Como si un camión me hubiera aplastado...-bromea, esforzándose por sonreír.
Tose un poco, Hugo le pide que no hable. Le alcanza un vaso con agua y le ayuda a beber un sorbo.
-Parece que, esta vez, estoy jodido...
-No es para tanto, hijo. Te vas a tener que cuidar un tiempo...Cuando venga el médico, ya te va a explicar.
-¿Quién me trajo?
-¿No te acordás de nada?
Esteban niega con un ademán de la cabeza. Hugo vuelve a tomar asiento.
-Los muchachos llamaron a la ambulancia. Se asustaron bastante...
-¿Cuanto hace que estoy acá?
-Desde anoche...
Guardan silencio, escuchando el trajín del hospital.
-¿Quién estuvo?
-Vino Paloma a pasar la noche, estuvo el Ruso a la mañana y ahora yo...
-Pareces cansado...¿por qué no te vas a casa? Ya estoy bien...
-¡No te hagas problema!¡Solo es la silla, que es incómoda!
-A mí también me duele el cuerpo, estar tanto tiempo en la cama me revienta. Espero que, cuando venga el médico, me mande a casa...
-Yo no me haría tantas ilusiones, hijo. Te vas a tener que quedar un poco más...
Esteban bufa.
-Si te alegra un poco, dentro de un rato viene a acompañarte Cosme...
-¿Cosme?- le causa gracia la idea- ¡Lo van a tener que desinfectar primero!
Ambos se ríen, aunque a Esteban lo parte el dolor y Hugo deba inclinarse hacia él, para preguntarle si está bien.

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 Paloma sale de su habitación arrastrando una valija y un bolso. Se detiene en el patio y con tristeza, da un último vistazo al lugar. Convenientemente, la pensión está desierta. Esteban, el Ruso y Cosme están en el hospital; el pibe está de Miriam y no hay rastros de Emilio. César la trajo en su auto hasta ahí y se llevó a Lucas a dar una vuelta, dándole tiempo de empacar sus cosas. Se auto convence de que lo que está haciendo es lo más conveniente. Debe alejarse de Esteban, aunque le duela, y no perjudicarlo más. El amor requiere, a veces, sacrificios. Conmovida, apenas puede mover los pies hacia la salida. Atraviesa la puerta y cuando cierra, sabe que ahí  adentro, deja momentos imborrables de su vida.


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