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jueves, 20 de marzo de 2014

Pensión de Caballeros- 7° Cap- "En el pueblo"

César, de traje oscuro, permanece de pie en la puerta de la sala velatoria. Afuera, dos hombres corpulentos se pasean por la vereda, escrutando los rostros de las personas que llegan, buscando en ellas, las características que César les describió. El olor a flores y el murmullo de las conversaciones, saturan la sala. Paloma, de riguroso negro, recibe a los amigos y conocidos de la familia, agradeciendo las muestras de afecto. Lucas ronda por ahí, compartiendo con quién le pregunta, el origen del yeso en su brazo. Amanda y Bety, colaboran con el servicio y ofrecen café y jugo a los concurrentes. En general, es un desfile de familias enteras. Gente sencilla y de rostros lánguidos, oriundos del pueblo y de los campos aledaños. Leticia era muy querida por todos y la recuerdan como una mujer amable, honesta y generosa.                               César, hastiado, enciende un cigarrillo y sale a tomar aire a la vereda. Cruza una mirada con los hombres, que se mantienen alertas. Se le acerca un señor, de traje, a saludarlo.
-Mi más sentido pésame- le dice, extendiendo su mano.
César se la estrecha, agradeciendo.
-Usted no me recuerda, ¿no? - continúa diciendo el extraño- Soy Alejandro García, el contador de la familia. Cuando usted y Paloma se casaron, estuve en su boda...
-¡Ah! ¡Discúlpeme, pero es que con tanta gente...!
-No hay problema, los contadores somos fáciles de olvidar...
Se ríen, matizando el momento.
-Quisiera aprovechar, ahora que lo encuentro solo, para comentarle que tenemos asuntos que tratar sobre los bienes de la señora Leticia. Yo sé que usted es abogado, así que me va a facilitar mucho las cosas. Si se quedan unos días, en el campo, sería bueno que nos juntáramos a charlar de como marchan las cosas.
-Me parece bien. ¿Como me comunico con usted?
El contador saca de su bolsillo una tarjeta y se la extiende.
-Puede llamarme a este número. Ahora, con permiso, voy a entrar a saludar...
Se despide de César, que se guarda la tarjeta y vislumbra el cuantioso capital que va a pasar a sus manos. El buen humor le dura poco, al ver descender de su auto a Manuela y dirigirse a la entrada. Sin saludar, pasa a su lado y se amedrentan con las miradas. La sigue con la vista, intranquilo, hasta que la pierde entre la gente.

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Paloma se quiebra al abrazarse con Manuela. Llora y se desahoga en su hombro. Su amiga la consuela, conmovida. Al separarse, enjugan sus lágrimas, observándose después de tanto tiempo.
-Me da gusto verte - le dice Paloma, moqueando.
-A mi también, aún en estas circunstancias. Estuve preocupada por vos. ¿Cómo estás?
-Imagínatelo...
-¿Cómo te podemos ayudar? Los muchachos, están conmigo...
Paloma se asegura de que César aún esté afuera, estirando el cuello por sobre las cabezas.
-Escuchame con atención -le pide a Manu- Esto es lo que vamos a hacer...

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Reunidos alrededor de la camioneta, mateando en el estacionamiento de una estación de servicio, en las afueras del pueblo y a la vera de la ruta, Esteban, Cosme y el Ruso, esperan por novedades. Esteban se pasea nervioso. Rechaza el mate que el Ruso le ofrece.
-Cálmate, que ya va a llamar.
Esteban asiente con la cabeza, observando el tránsito de la ruta. Un eucalíptus los protege del sol del mediodía y el calor se hace sentir.
-¿Por qué no vamos adentro y picamos algo? -propone Cosme -Seguro que hay aire acondicionado.
-No es mala idea - concuerda el Ruso- Esteban ¿querés venir?
-Vayan ustedes, después los alcanzo.
-Vamos- dice Cosme, cerrando la puerta del vehículo. El Ruso guarda el mate y lo sigue. Caminan hasta el comedor y al entrar, agradecen la frescura del ambiente. Se acomodan en una mesita junto al escaparate. Observan a Esteban, caminando sobre la grava.
-¡Cómo se pone, este! ¿No?-comenta Cosme.
-Sí, no sé si fue buena idea venir. Después del ataque...
-Si hay quilombo, mejor que no se meta, a ver si queda culo para arriba de nuevo...
-Vos no lo conoces, no se va a quedar atrás...
Cosme pasea la vista por el interior.
-Acá, ¿te vienen a atender o hay que pedir en el mostrador?
El Ruso se vuelve, buscan con la vista algún mozo.
-Me parece que hay que ir a pedir...
Se levantan, quejándose, y caminan hasta la barra.

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El celular que Manuela le prestó, suena en su bolsillo y Esteban se apresura en atender. Es ella. Mientras camina de manera errante por el estacionamiento, escucha lo que acordaron con Paloma. Asiente un par de veces, se despide y corta. Se dirige hacia el comedor, para a avisarles a los demás. Entra y los encuentra comiendo y bebiendo una cerveza. Cuando lo ven, le hacen señas para que se acerque.
-¡Vení, Teban! ¡Sentate!- invita el Ruso.
Esteban descorre una silla y toma asiento.
-¿Ya te llamó Manuela?- pregunta Cosme, masticando un pedazo de su sandwich de milanesa.
-Recién...
-¿Qué dijo? ¿Cómo está la cosa?
-Es mejor que no vayamos al velorio, el tipo se trajo un par de monos por si nos aparecemos...
-¿Entonces?
-Dice Manuela que nos quedemos en el hotel, ese que vimos cuando veníamos para acá, y que le reservemos una habitación para ella. Ahora les explico, qué vamos a hacer mañana, durante el entierro...-se vuelve, busca con la vista -¿Y el mozo?
-¡Hay que ir a pedir!- responden al unísono.
-Me busco algo para comer, y les cuento...
Miran cómo Esteban se aleja, se vuelven, y continúan almorzando.





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