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domingo, 16 de febrero de 2014

Pensión de Caballeros - 6° Capitulo - Cont - "Suspiros"

La tarea de preparar la comida mantiene ocupada a Paloma, pelando papas, trozando calabaza y partiendo unos zapallitos. Mientras busca una olla grande para el puchero, intenta no pensar en lo sucedido. Ya le había advertido Manuela, de que eso iba a pasar. Bloquea el pensamiento, duplica su labor, escapa a los hechos que evidencian que hubiera besado a Esteban y después...¿qué hubiera hecho después?. Se siente abochornada, pero conmovida al mismo tiempo. Se percata de que está sonriendo, soñando despierta, mientras mantiene el cuchillo en alto y  la carne reposa sobre la tabla. Está perdiendo la cabeza. Deja lo que está haciendo y limpiándose las manos, enciende la radio y sube el volumen hasta que la música logra acallar sus cavilaciones. Vuelve a la mesada, toma el cuchillo y se pone a trabajar.
                                                     
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Esteban escucha la música desde su habitación, sentado en la cabecera de la cama, y vuelve la cabeza hacia la puerta. Sabe que proviene de la cocina, en dónde está Paloma. Sus ojos adoptan un brillo especial al pensar en ella. Vuelve la vista al retrato de su esposa que tiene entre sus manos. Se aferra a él como a un amuleto, con la esperanza de que diluya la maraña de sensaciones que lo están atormentando. La música vibra en sus oídos, la cercanía de Paloma lo tortura. Se pasa la mano por la cara, tenso.
-¿Qué me está pasando, Teresa? ¿Qué cosa me está pasando?- murmura.
Suenan unos golpes en la puerta y se pone de pie como impulsado por un resorte. Puede sentir su corazón latir desbocado.
-¿Quién es?
-¿Vamos a la plaza, Esteban? ¡Me lo prometiste!- recuerda Lucas, del otro lado de la puerta.
Se tranquiliza, sonriendo.
-¡Ahí voy, Luquita! ¡Dame un segundo!
Recoge el portarretrato de arriba de la cama y lo acomoda con cuidado sobre la mesa de luz.
-Más tarde, seguimos hablando- le dice, besándolo.
Abre la puerta y sale. Lucas revolotea alrededor de su bicicleta, esperándolo con ansiedad.

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  Martín, el nuevo abogado de Paloma, se presenta ante César y toma asiento. Este lo mira con recelo, ha perdido un aliado con la baja del anterior.
  -Como le dije, desde ahora, voy a llevar adelante la demanda de divorcio de mi clienta...
  -¡Que ni sueñe que le voy a dar el divorcio! ¡Ella se robó a nuestro hijo!
El abogado no se inmuta. Retoma su tono conciliador.
  -Según yo lo veo, hay una manera sencilla de recuperar a su hijo y esa, es la de aceptar lo que un juez disponga. Si usted arregla con mi clienta una separación de común acuerdo, el beneficio de las visitas...
-Eso, también yo lo sé. No hace falta que se explaye...- lo interrumpe, ceñudo.
-En ese caso, si está al tanto de sus derechos, le pido que lo piense y que sea sensato.
-Lo voy a pensar, pero no porque un abogaducho de cuarta me lo diga, ¿estamos?
Martín se pone de pie, sacando una tarjeta de su bolsillo.
-Mire, acá no se trata de ver cuál, de nosotros dos, la tiene más grande. Se trata de cumplir con lo hablado con mi clienta y lograr el mayor beneficio para todos los involucrados. Le dejo mi tarjeta, Llámeme cuando resuelva de qué manera lo quiere hacer. Por las buenas o por las malas.
Se despide y gira hacia la puerta, imperturbable. César se queda mascullando algo, detrás del  escritorio. Recoge la tarjeta y sin mirarla, la tira con desprecio en un cajón, cerrándolo con furia.



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